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Dean Karlan: cómo utilizar la evidencia para guiar la filantropía

25 de Septiembre de 2014//
(Tiempo estimado: 9 - 17 minutos)

Dean S. Karlan es Catedrático de Economía de la Universidad de Yale desde el año 2008. Inició su trayectoria docente en 2002, como profesor de Economía y Relaciones internacionales en la Universidad de Princeton, hasta que, en 2005, se trasladó a Yale.

Experto en Comportamiento y Desarrollo Económico y Economía Política, el profesor Karlan se doctoró en Economía en el MIT en 2002. Es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Virginia y posee títulos de posgrado en Políticas Públicas y Empresariales por la Universidad de Chicago. 

Además de haber publicado más de 20 artículos en prestigiosas revistas como Econometrica o American Economic Journal: Applied Economics, de la que es editor asociado desde el año 2008; sus más destacadas aportaciones se han producido en el ámbito de la lucha contra la pobreza, y están recogidas en el libro More tan good intentions: How a New Economics is Helping to Solve Global Poverty, del que es coautor junto a Jacob Appel, que plantea nuevas vías para reducir la pobreza desde la perspectiva del comportamiento económico. 

Publicado en 2011, durante su presentación en la Fundación Rafael del Pino, dijo de él que es un libro “orientado hacia el gran público, deseando promover la idea de utilizar la evidencia para guiar la filantropía, porque uno puede actuar con el corazón y con la mente al mismo tiempo, y así los resultados serán mejores. Esa es la inspiración en la que se basó el libro. Necesitábamos algo más que la investigación académica, por eso eliminamos la jerga, para poder ser más directos y sencillos, y añadimos un componente de proximidad. Necesitábamos contar historias de interés que llevasen a las personas a ver el lado humano del proyecto en el cual estábamos involucrados”.

Su interés por el tema le llevó a fundar en 2002 Innovations for Poverty Action (IPA), una organización sin ánimo de lucro que aplica técnicas rigurosas de investigación para desarrollar soluciones a problemas del mundo real al que se enfrentan las personas pobres en países en vías de desarrollo.

Con sede en New Haven, Connecticut, actualmente IPA desarrolla proyectos en más de 40 países. Sus principales actividades se centran en la realización de evaluaciones del impacto de las intervenciones de desarrollo, utilizando una metodología de control aleatorio. Dichas evaluaciones son diseñadas por académicos de universidades como Columbia, Dartmouth, Harvard, London School of Economics, MIT, la Universidad Northwestern, la Universidad de California, la Universidad de Michigan y Yale. La organización también realiza actividades para comunicar los resultados de las investigaciones que han demostrado su eficacia, con el fin de influir en las decisiones de las autoridades legales y políticas, además de en los donantes. 

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: En 1992 dio un giro a su carrera como economista y entró en el mundo de los microcréditos y de la lucha contra la pobreza. ¿Qué motivó este cambio?

DEAN KARLAN: Hay un área que no ha significado ningún cambio, y es que siempre he estado interesado en aspectos de política y desarrollo. Lo que no sabía hasta entonces era que el rasgo analítico de mi personalidad junto con mi conocimiento matemático aportaban valor en los entornos del desarrollo y la eliminación de la pobreza. 

Mi única aproximación a este campo había sido como integrante de los cuerpos de paz (Peace Corps). Lo que me abrió los ojos de aquella experiencia fue observar lo poco que se sabía sobre lo que realmente era eficiente y servía y lo que no funcionaba; es decir, me llamó la atención la casi total inexistencia de evidencias a la hora de ser utilizadas como ayuda en la toma de decisiones. El reto fue constatar que hay métodos y herramientas para dar respuestas respecto de cómo guiar organizaciones, ya sean negocios u organizaciones sin ánimo de lucro, y que la economía es una disciplina de gran ayuda. Descubrí que podía utilizar mi conocimiento matemático para hacer el bien, y no solo para gestionar fondos.

F.F.S.: ¿Cuál es el objetivo de Innovations for Poverty Action?

D.K.: Una de nuestras contribuciones más importantes es intentar ayudar a quienes donan para que puedan tener el máximo impacto. No queremos eliminar el aspecto emocional que representa hacer una donación, y que es esencial para motivar y estimular a las personas, ya que a través de este proceso sienten que pueden hacer que las cosas sean diferentes y cambiar un poco el mundo. 

Lo cierto es que si reflexionan, pueden hacer de su filantropía algo más. Es por ello que intentamos aproximarnos a los donantes, ya sean pequeños, medianos o grandes, para ayudarles a comprender algunas ideas básicas que pueden hacer que sean más efectivos con su generosidad. También hemos puesto en marcha un fondo, que distribuimos a los proyectos más avalados por la evidencia de su efectividad en todo el mundo.

F.F.S.: Resalta la ausencia de incentivos en las estructuras para transmitir el conocimiento a los donantes, así como la necesidad de construir puentes más sólidos con quienes practican actividades de ayuda. ¿Cómo pueden reducirse estas distancias?

D.K.: A través de programas de formación cuyos objetivos analicen las situaciones dentro de las organizaciones y los países. En fundaciones como la de Bill y Melinda Gates cuentan con equipos completos y no necesitan que les formemos; en cambio, hay otras organizaciones que no disponen de esos recursos. Además de la formación, es igualmente necesario trasladar la investigación académica a los entornos que la hagan políticamente relevante. Cuando algo es publicado en una renombrada publicación académica no siempre es reconocido por la esfera política. Frecuentemente, los políticos son incapaces de leer estos textos por su complejidad y academicismo, pues suelen ser documentos técnicos de difícil aplicación práctica. Una de nuestras mayores fortalezas es traducir esa investigación académica a un lenguaje accesible para quienes determinan la política. 

También es nuestra misión generar esa investigación o, lo que es lo mismo, hacer cosas en diferentes países obteniendo estudios que nos permitan valorar cómo de efectiva es una política en distintos contextos (según religión, cultura, medio rural o urbano…).

F.F.S.: Uno de los aspectos a considerar en las organizaciones de ayuda es cómo realizar contribuciones inteligentes. Ante esta cuestión, se plantean diferentes formas de ayudar: a través de microcréditos o de créditos al consumo. ¿Cuáles son las diferencias esenciales entre ambas posibilidades? 

D.K.: En el caso de microcréditos o ayudas a microempresas y préstamos al consumo, la diferencia en ciertos sentidos es muy pequeña, debido a que el dinero es algo fungible, intercambiable. Hay gran diferencia en la forma en la cual se habla y promociona a ambos, pero la realidad es que si damos dinero a un pequeño emprendedor será muy difícil saber para qué va a utilizarlo. En un crédito al consumo no preguntamos en qué se invierte el dinero, no tenemos ni siquiera que pretender que sea para algo en particular. Los créditos al consumo típicamente se dan a personas que tienen un trabajo, y es basándose en ese flujo de ingresos que les generan trabajo por lo que reciben ese préstamo. Podrían utilizar ese dinero para invertir en una microempresa, aunque también podrían hacerlo para comprarse un televisor; lo mismo que en el caso de un microemprendedor que recibió un microcrédito. 

Ambos buscan conseguir los fondos necesarios para llevar adelante metas o proyectos, pero los créditos de consumo en general se destinan a efectuar gastos (pago de un viaje, de un curso…) que implican reparto de ingresos futuros; se pide el préstamo para efectuar un consumo que significará reasignación de los ingresos futuros. Un microcrédito tiene más finalidad de inversión y de generación de ingresos y riqueza, que la de efectuar gastos. En el microcrédito, los fondos se invierten en una idea o negocio. Suele considerarse como una forma de agregar valor a la población más necesitada para que inicie o prosiga con tareas productivas que lleven a su crecimiento y desarrollo. 

Sin embargo, en los estudios de impacto que hemos realizado –dos en entornos de microempresa y uno en préstamo al consumo–, vemos cómo irónicamente el que demostró una mayor reducción de pobreza fue el préstamo al consumo. Esto significa exclusivamente que debemos revisar nuestras ideas preconcebidas y darnos cuenta de que la solución no está exclusivamente en el crédito a la microempresa.

Cuando me preguntaba cómo ser un donante inteligente, creo que la esencia está en ser capaz de recoger datos para apoyar lo que consideramos bueno o malo, más o menos efectivo, y no dejarnos guiar por la retórica. Por eso pienso que los microcréditos no son tan buenos como suenan, ni el préstamo al consumo tan malo. 

F.F.S.: En uno de sus artículos reflexionaba sobre los programas contra la esclavitud en Sudán y cómo esa ayuda bienintencionada estaba afectando de forma negativa a la erradicación de la esclavitud. ¿El análisis de datos es la solución para evitar este tipo de paradojas?

D.K.: Hay argumentos en contra de los grupos que van a comprar esclavos para liberarlos, porque haciéndolo aumentan el precio de los esclavos y fomentan el tráfico. Ahora bien, basándonos en modelos económicos básicos, cuando vemos que los precios suben, deducimos que la oferta de esclavos no es elástica; es decir, que el precio de los esclavos suba implícitamente nos dice que hay menos esclavos. Si el precio se mantiene, debemos preocuparnos porque la oferta se ha expandido al mismo nivel que el incremento de demanda que hemos generado, y por eso no se ha generado ningún incremento del precio.

Si analizásemos este tema como una foto fija, podríamos deducir que el hecho de que suba el precio de los esclavos es un buen dato, porque supondría que hay menos esclavitud. El riesgo es que también puede haber un incremento del flujo a través del sistema de esclavitud. 

Además del precio, es necesario analizar cuál es el daño psicológico y fisiológico de ser esclavizado. Si el daño emocional que se le produce a una persona se genera por haber sido esclavizado durante un período de tiempo, no tanto por cuánto tiempo, el efecto de esta política de compra de esclavos puede ser algo muy negativo. Al comprar esclavos al alza se ha incrementado el tráfico, aunque se haya disminuido el stock en un momento determinado. 

Tenemos ejemplos donde una intervención que creíamos positiva resultó tener consecuencias negativas, aunque la mayoría de las veces podríamos decir que es más frecuente que acciones que considerábamos que iban a tener un buen resultado, al final no representaron nada, ni positivo ni negativo. Un efecto neutro es el peor de los resultados posibles para una acción de ayuda. Por ejemplo, pensamos que comprar libros de texto sería bueno para escuelas y estudiantes de Ghana. Invertimos dinero en ellos, pero hemos comprobado cómo los alumnos que tenían una mejor situación y entorno económico obtuvieron buen resultado mientras que los más pobres, que únicamente sabían hablar en su lengua tribal nativa, pero no en inglés, no obtuvieron el resultado esperado. Esta información no habría llegado a nuestros oídos si no hubiésemos obtenido datos reales que nos permitiesen saber que hay mejores resultados a obtener con otro tipo de inversiones, diferentes a la de los libros de texto. También hemos llevado a cabo otro estudio en Ghana sobre consultorías gratuitas a pymes con un impacto negativo sobre sus beneficios; a pesar de las buenas intenciones, estaban recibiendo consejos que les servían de bien poco.

Creo que los estudios realizados determinan la bondad de la inversión. Comprobar que no funciona es lo que permite redistribuir los recursos hacia otras inversiones, aunque reconocerlo no siempre sea políticamente correcto.

F.F.S.: La percepción del altruismo depende mucho de cada país. En Estados Unidos el altruismo está muy ligado al sector privado, mientras que en los países europeos suele estar más ligado al sector público. ¿Qué camino es mejor?

D.K.: Depende de cómo se gestione un programa público, y de lo politizado que esté. No es algo que el ciudadano de a pie pueda elegir. Lo cierto es que a mayores impuestos, menores posibilidades existen de donar a la caridad.

Si se opta por destinar y distribuir a programas una parte de los impuestos de los ciudadanos, la transparencia y el estudio de los resultados deberían ser determinantes, aunque la realidad es que no siempre se analizan.

F.F.S.: Menciona la gestión, y precisamente la capacidad de gestión empresarial de las organizaciones sin ánimo de lucro es un aspecto muy discutido. En todos sus estudios y publicaciones hay una aproximación empresarial y de investigación a los programas de ayuda. ¿Qué importancia tiene la gestión en las acciones contra la pobreza?

D.K.: Este es un problema que me preocupa. Creo que la ayuda efectiva y eficiente es la única decisión que debe incrementarse. Para eso hay que preguntarse si se ha elegido la idea adecuada y si se ha implementado de forma correcta. Nosotros nos focalizamos mucho en la primera y trabajamos en la segunda. Evidentemente, hace falta una gestión potente para aumentar ambos aspectos. Es necesario sentido común para absorber la evidencia, mediante la realización de diagnósticos adecuados. 

Creo que falta entrenamiento y mayores oportunidades para formar a las personas en la gestión de las organizaciones no gubernamentales en los diferentes países. Hay muy pocos programas para desarrollar la gestión en estos ámbitos. Que una ONG ponga en práctica una idea no significa que el resultado acompañe, menos aún si no se sabe gestionar adecuadamente.

F.F.S.: La corrupción dentro de algunas instituciones supone una gran barrera. ¿Qué impacto tiene y cómo se puede eludir?

D.K.: No hemos tenido grandes problemas al respecto, porque hemos trabajado con ONGs pequeñas y que podemos monitorizar. Creo que este es un tema muy relacionado con la gestión. Si una gran idea no se implementa con un control adecuado de los recursos, los resultados no serán positivos. La corrupción es un impuesto a las grandes ideas. No hay una sola respuesta ante la pregunta de cómo solucionarla, pero monitorizar las intervenciones e informar a los receptores o a las autoridades puede ser efectivo como prevención. La monitorización a nivel de comunidad, con procesos de información respecto de lo que se debería recibir, ayuda a prevenirla. 

Los métodos que utilizamos no siempre son válidos para hacer un test sobre la corrupción. Incluso diría que no depende de los países, sino de la ética de la entidad que los implementa, ya sea pública o privada. De hecho, hay países que tienen grupos corruptos y no corruptos. 

F.F.S.: El filósofo José Antonio Marina dice que la bondad es un síntoma de inteligencia. ¿De qué forma ha contribuido en su vida su dedicación a la erradicación de la pobreza?

D.K.: Difícil pregunta. Diría que mucho más que el trabajo que realizaba en el pasado en ámbitos económicos. Me hace sentir que hay un propósito mayor en la vida que el que tenía antes. Me ayuda levantarme con más ganas y me siento más orgulloso del tiempo que dedico a mi trabajo, pues creo que hay injusticias del mundo que se pueden corregir. Es una obviedad, pero hay mucha más satisfacción cuando la labor que realizas está alineada con tus valores, con tu ética.

Creo que esto es algo que comparten todas las personas implicadas en el proyecto. Es sorprendente el nivel de pasión de las personas que participan en los procesos de selección para trabajar en Uganda o en Mongolia, y a las que muchas veces tenemos que hacer entrevistas a través de videoconferencia, ni siquiera cara a cara. Son personas muy inteligentes y creativas. Es agradable poder reunir en un proyecto a 50 personas tan maravillosas. Creo que el trabajo que realizamos atrae a gente apasionada e inteligente.

F.F.S.: En el mundo vivimos siete billones de personas, los recursos naturales están cayendo, la distancia entre ricos y pobres en EE.UU. crece sin cesar… ¿Cómo espera que evolucione la pobreza? ¿Estamos abocados a la catástrofe?

D.K.: Si estamos en un curso de colisión, creo esta será de origen medioambiental, aunque no soy un experto en el tema. En mi opinión, hay una evidente falla en el entorno medioambiental. 

En relación al crecimiento de la población, siempre hemos tenido problemas o miedos de este tipo, pero hemos vivido revoluciones que nos han permitido seguir adelante, como el caso de la agricultura en India. Necesitaremos más alimentos por el aumento de la población, pero como nos enseña la economía, el incremento de la demanda incentiva el incremento de la productividad. Creo que a medio largo plazo, la evolución tecnológica nos ayudará a solucionar problemas como la crisis de alimentos. 

Hay señales evidentes de que la mejora de la salud reducirá los niveles de natalidad. Una de las razones de la alta natalidad de los entornos de pobreza es la alta mortalidad de sus jóvenes. Sin esta tasa de mortalidad, pienso que se reducirá la de natalidad. Es difícil obtener datos concretos al respecto, pero una visión a través del tiempo de los países y su evolución (véase el caso de Italia y España) me lleva a pensar que será así.

Es decir, existen razones para pensar que algunos de los problemas que tiene la población se autocorregirán y la producción se ajustará. Sin embargo, son los problemas medioambientales los que no tienen un modelo de autocorrección construido en ellos, como la economía, y son los que presentan mayor riesgo. Temas como el calentamiento global me preocupan.

F.F.S.: En 2007 fundó, junto con Ian Ayres y Jordan Goldberg, la startup “StickK”, que permite a los usuarios alcanzar sus metas y objetivos mediante la realización de contratos de compromiso. ¿Cuál es el origen de un proyecto tan poco usual?

D.K.: Comencé este proyecto porque percibí la demanda de un servicio que, en esos momentos, no se ofrecía. Veía multitud de formas no organizadas a través de las cuales las personas intentaban distanciarse de tentaciones y vicios que, para ellas, eran un lastre. Pesando como economista, creo que la clave fue localizar dónde existían fallas de mercado. 

El hueco al que esta startup se dirige es a aquel del error o fracaso en uno mismo. Parto de la base de que tengo dos “yo”: mi yo actual y mi yo futuro. Quiero que mi futuro yo se comprometa con ciertas conductas, pero cuando mi futuro yo se convierte en mi actual yo, se ve tentado por cosas. Ahora bien, ¿cómo hago un contrato conmigo mismo? No existe un mercado para esta situación. Es como si quisiera que los fabricantes de chocolatinas las hicieran más caras, pero evidentemente es algo imposible, ya que se enfrentan a su competencia y tienen que hacer los precios más competitivos. El reto aquí consiste en cómo crear un mecanismo para que las personas puedan incrementar el precio de las cosas que desean que sean más caras. Mientras que la mayoría de lo que existe en el mercado está intentando descubrir formas para obtener los productos a mejor precio, para reducir los costes de transacción y expandir la demanda, existen ciertas cosas que a nosotros no nos gustaría comprar, e incluso estaríamos dispuestos a pagar para no comprar. Al mismo tiempo, existen terceras partes que desearían que nos involucrásemos en actividades saludables y cambiásemos ciertos hábitos. Además, esa tercera parte estaría dispuesta a pagar porque modificásemos nuestra conducta y hábitos. Por ejemplo, imagine que nuestro empleador estuviese dispuesto a pagar porque dejásemos de fumar. Ahí es donde entra StickK. Es un programa para las empresas y los empleadores que les permite poner en marcha iniciativas saludables compensando a sus empleados si pierden peso, si dejan de fumar o si van una vez al año al médico. El modelo de negocio se basa en el modelo corporativo de hábitos saludables. El portal ya está en español y a él se podrán asociar aquellas firmas españolas que quieran ofrecer este programa para sus empleados.


Publicado en Executive Excellence nº115 sept2014


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