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Ética, equilibrio, diversidad e inclusión, claves para el éxito empresarial

26 de Febrero de 2015//
(Tiempo estimado: 3 - 6 minutos)

Es revelador que entre los valores que los directivos se otorgan a sí mismos en encuestas o tests para un puesto de trabajo está el de tener unos valores éticos elevados y sólidos. Es decir, la conciencia de que la ética empresarial empieza por uno mismo existe y es condición requerida para edificar una empresa de ciudadanos responsables, y que lo sean tanto en su vida profesional como personal.

Porque tanto las conductas individuales como las conductas de la organización en su conjunto responden a unos principios éticos y morales en el mundo de los negocios que configuran un conjunto de valores, normas y principios. Todos ellos deben estar reflejados en la cultura de la empresa para alcanzar una mayor sintonía con la sociedad y permitir una mejor adaptación a esta.

Esto es así y debería haber sido siempre, aunque es cierto que en los últimos tiempos los conceptos de ética en general y de ética empresarial en especial han cobrado inusitada relevancia y difusión. 

Existe una cultura empresarial en cada compañía, pero las condiciones para incorporar valores y normas de comportamiento no se dan espontáneamente, sino que requieren de un esfuerzo para que resulten exitosos. Y para conseguir este éxito hay que estar alineados con los intereses de las comunidades, con los objetivos de negocio, con las expectativas de los clientes, las aspiraciones de los empleados y accionistas, y los requerimientos de los reguladores.

La ética empresarial se materializa en los principios, valores y normas que forman parte esencial de la cultura de una compañía y se traducen en conductas que la sociedad percibe como contribución para el mantenimiento y la mejora de derechos y valores compartidos. Las empresas suelen acrisolar estos principios y valores en sus propios códigos éticos que son difundidos entre los empleados.

Los reguladores, en buena parte motivados por la necesidad de atajar conductas negativas como las que vemos en los medios de comunicación, están imponiendo deberes más estrictos. Así, en el ámbito financiero son ya más que familiares diversas normas como las de “Know Your Customer” (Conozca Su Cliente), las de aptitud y honorabilidad de Administradores y Directivos, y la obligación de controlar la remuneración de altos cargos al más alto nivel.

Y es que el Consejo de Administración de cualquier empresa debe estar intensamente implicado en velar para que la ética empresarial no solo sea un código de valores y de conducta que se reparte entre los empleados al incorporarse, sino para asegurar que existe la suficiente estructura para su cumplimiento.

Únicamente haciendo que esta cultura cale desde el más alto nivel, conseguiremos impregnar a toda la organización del compromiso y el buen hacer. Y además, para hacer crecer la planta del comportamiento ético hay que plantar la semilla. No es posible asumir valores éticos, emitir políticas internas y programas de cumplimiento si no hay un convencimiento del beneficio que aportan, para el que por supuesto ya debe existir una base personal y educacional clave por parte del empleado, diríamos que es una conditio sine qua non.

En un mundo globalizado, interconectado e interdependiente es necesario responsabilizarse de ciertos principios éticos asumibles globalmente. Al rol de las empresas dinamizadoras de la economía se ha añadido el encargo de dar respuesta a los anhelos legítimos de la sociedad comúnmente aceptados como empleo digno, economía sostenible y libre de abusos, responsabilidad medioambiental, respeto a los derechos humanos y a la diversidad individual y colectiva, etc. El desarrollo de este cometido debe llevarse a cabo a través de dos áreas de acción fundamentales.

La primera se refiere a un sistema de cumplimiento y de altos valores éticos correctamente implantado en la organización. Un sistema desarrollado internamente y que incluye un código ético propio. Este código debe comprender políticas de anticorrupción, protección de datos, conflictos de interés, prevención de blanqueo de capitales, etc. Y esto solo es posible si internamente existen políticas y valores similares y están desarrollados y evaluados periódicamente. 

La segunda hace referencia a la puesta en marcha de programas de Responsabilidad Social Corporativa que catalicen el compromiso de la empresa con la sociedad mediante acciones útiles y reconocibles capaces de revitalizar su situación competitiva en el mercado.

No puedo dejar de citar, en referencia a estos puntos, el alto nivel de compromiso que tenemos en Zurich para que la ética cale en todos nosotros y forme parte de nuestra práctica diaria y habitual. Nuestra política en la materia está recogida en nuestro código de conducta, Zurich Basics. Se trata de un amplio código ético que recoge las normas de conducta de todos los colaboradores del Grupo Zurich a nivel mundial y que está estructurado en cinco valores básicos: Integridad, Centralización en el Cliente, Sostenibilidad, Excelencia y Trabajo en Equipo.

Pero además, este código cuenta con diversos programas específicos que favorecen su puesta en marcha. Y con ello me refiero a proyectos que van desde acciones específicas de voluntariado, por ejemplo, recogidas en nuestra estrategia de Responsabilidad Social, hasta el ambicioso proyecto de “Diversidad e Inclusión”, aspectos que en Zurich consideramos cruciales para alcanzar nuestros objetivos como empresa. Este proyecto está basado en que para tener éxito, debemos contratar, crecer y retener a los mejores, independientemente de su raza, género, condición o creencias. Se trata de algo necesario porque la gran aspiración es que la cultura de Zurich se defina por la capacitación, la responsabilidad y la orientación a resultados; se trataría de una cultura en la que se reconozcan los méritos, centrada en el mercado y motivada en aras de un fin común. Donde las personas vivan según nuestros valores, nuestro compromiso y nuestra marca y, lo más importante, que creen valor en todos los significados del término.

Es en este entorno donde nuestra compañía y todos los que formamos parte de ella nos movemos; es nuestra forma de trabajar y hacer negocios, y creemos en ella.

Todos sabemos lo que nos jugamos, y comprendemos que la viabilidad de estas políticas dependen también de su encaje con los valores éticos globalizados que se inculcan en los procesos de desarrollo de una sociedad avanzada. Y recordemos que la responsabilidad, el respeto y la disposición de una compañía y sus colaboradores forman parte de una ética que aplica no solo a nuestro día a día en el trabajo, sino a nuestro vivir diario.


Artículo publicado por Executive Excellence nº119 febrero 2015.

Julián López Zaballos, CEO de Grupo Zurich en España