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El liderazgo es más potente cuando es humilde

13 de Marzo de 2020//
(Tiempo estimado: 3 - 6 minutos)

Seguro que recuerdan que la dimensión humana de las organizaciones (Management: The Human Dimension) fue el lema central de la penúltima edición del Global Peter Drucker Forum, el evento más importante de liderazgo y gestión empresarial a nivel mundial en honor de Peter Drucker, a la que esta revista le dedicó un número especial. Aquel encuentro finalizó con una conclusión que si bien es compartida por muchos profesionales del management –e incluso el sentido común nos dice–, merece la pena rescatar y reflexionar sobre ella, y es que el liderazgo aumenta su potencia si es profundamente humilde.

Nadie duda que vivimos tiempos VUCA (en español VICA: Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo), por lo tanto, frente a tiempos pretéritos donde todo era más estable, sencillo y predecible, hoy día la situación es la contraria.

Eso significa que una de las cualidades más importantes para plantar cara al actual escenario competitivo es, sin dudas, la humildad. Pero, ¿qué significa ser humilde?:

1. PEDIR AYUDA. Pedir ayuda no sólo no es ser débil, sino todo lo contrario. Pedir ayuda es uno de los rasgos de mayor fortaleza emocional. La gente ganadora pide ayuda cuando lo necesita y avanza en la vida; la gente perdedora se refugia en su orgullo y queda estancada. Hay que pedir consejo, asesoramiento u opinión a los que más saben, ya sean consultores, asesores, coaches o demás colaboradores. Nadie lo sabe todo y siempre, y menos en tiempos tan complejos. La autosuficiencia (el complejo de ‘llanero solitario’) siempre ha sido peligrosa porque conduce a la ineficacia y a la ineficiencia, pero hoy lo es todavía más.

2. PREGUNTAR. Decía Peter Drucker que “el líder del pasado era el que sabía dar instrucciones; el líder del presente y del futuro es el que sepa preguntar”. Porque en la actualidad todo cambia muy rápido y es fundamental estar muy pegado al mercado. Siempre existe la tentación de quedarse en la cueva, en el despacho, que es lo cómodo, en lugar de estar en la calle cerca del cliente. Un despacho es un lugar desde el que contemplar el mundo. El propio Richard Branson también señala: “El contacto con el cliente es fundamental ya que da un conocimiento del negocio que no se puede tener, de ninguna forma, sentado detrás de una mesa. Dedica gran parte de tu tiempo a experimentar tus propios negocios y a compartir opiniones con los clientes”.

3. FEEDBACK. No hay mayor enemigo para crecer y mejorar que tenerle miedo a la verdad. Para mejorar hay que hacer autocrítica, pero no es algo común porque la autocrítica es el suicidio de la vanidad. Todos decimos que hay que pedir feedback, pero en realidad a nadie nos gusta que nos digan lo que no queremos escuchar. Jack Welch, ex CEO de General Electric, decía: “Enfrenta la realidad tal y como es, no como era o te gustaría que fuese”. No hay nada más sano que tener a alguien de confianza que nos diga las cosas sin tapujos. Los buenos líderes siempre quieren saber la verdad y además rápido, porque entonces pueden actuar para corregir. Mentir(se) es prolongar un fracaso. Los seres humanos tenemos una gran facilidad para negar la realidad porque nos evita asumir responsabilidad, cuando el verdadero liderazgo es aceptar la propia responsabilidad.

4. DEJARSE ENSEÑAR. En tiempos pretéritos, a mayor edad, mayor sabiduría. Hoy día eso no es del todo cierto, porque Internet y las redes sociales han transformado nuestra forma de interactuar y relacionarnos con el mundo. Antes era impensable que un joven fuese millonario, ahora encontramos cientos por todo el mundo. Cada vez se habla más del ‘mentoring inverso’, pues son los más jóvenes quienes están mentorizando a las cabezas directivas en muchas cuestiones de actualidad, porque a ellos les gusta ser pioneros, probar, trastear y además están al tanto. Tienen mucha más agilidad y rapidez, así que antes que perder el tiempo leyendo cualquier manual de instrucciones, mejor acelerar nuestro aprendizaje dejándose enseñar por los que más saben. Ya lo decía Ralph Waldo Emerson: “Todo el mundo que conozco es superior a mí en algún sentido. En ese sentido aprendo de él”.

5. ESCUCHAR. Desde el punto de vista del cliente externo (consumidor), vender es solucionar problemas a la gente; y para solucionar sus problemas tienes que saber cuáles son sus problemas; y para saber cuáles son sus problemas, tienes que escucharlos. Escuchar es la forma más efectiva de saber qué es importante para alguien. Los grandes líderes son grandes escuchadores: hablan menos y escuchan más. Y desde el punto de vista del cliente interno (empleado), diriges bien si escuchas bien. No puedes dirigir a quien no conoces. Es muy difícil relacionarse con otro ser humano sin comprenderlo, sin conocer su realidad personal. La empatía es fundamental. Si no conoces a la gente, no puedes relacionarte con ella. Y para conocerla, tienes que mostrar interés por su vida. Y mostrar interés por su vida, supone escucharla bien. El propio Peter Drucker también apuntaba que “muchos directivos se creen maravillosos porque hablan bien; cuando no se dan cuenta de que ser maravillosos con las personas es escucharlas bien”.

6. OBSERVAR. Yogi Berra, conocido jugador de baseball norteamericano, señalaba: “Se puede aprender mucho tan sólo observando”. Observar no es sino otra forma de escuchar, pero indirecta. En la escucha tienes a alguien del que absorbes directamente, mientras que observando absorbes del contexto. Te nutres de inputs de situaciones, informaciones o personas de manera lateral. Las personas observadoras en cualquier circunstancia tienen una ventaja competitiva para llevarse información de cualquier contexto y aplicarla a su día a día para aportar valor, que en definitiva es de lo que se trata.

¿Y qué es lo contrario de la humildad? El ego, la soberbia, el complejo de superioridad, que a lo largo de la historia se han cobrado tantos imperios, empresas e instituciones, como por ejemplo el Titanic, todo un despropósito en aquella época de principios del siglo XX, al que se denominó el ‘buque insumergible’ y que acabó en las gélidas aguas del Atlántico en la madrugada del 15 de abril de 1912. Como apuntaba Amancio Ortega cierta vez: “La autocomplacencia es lo peor cuando quieres lograr algo grande. En Zara nunca nos hemos relajado, ni al principio ni ahora”. Y la humildad es, con toda seguridad, el factor crítico para que eso no ocurra jamás.