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CON TALENTO / Max Otte: España aún tiene muchas opciones, con o sin el euro

23 de Noviembre de 2011//
(Tiempo estimado: 8 - 15 minutos)

ESTRATEGIA / NEGOCIOS / INVERSIÓN / MERCADOS

Con motivo de su conferencia en la Fundación Rafael del Pino, a raíz de la publicación del libro ¡Frenad el desastre del euro! (editorial Ariel), Max Otte nos atendió para explicarnos con mayor detalle algunas de sus ideas más debatidas, como los beneficios de la salida temporal del euro de países como España o Portugal, y cómo esto afecta a sus mercados y negocios.

Fundador y director del Instituto de Desarrollo Patrimonial de Colonia (Alemania), Max Otte es profesor en el Instituto de Ciencias Aplicadas de Worms y estor independiente de fondos de inversión. Doctor en Economía por la Universidad de Princeton, ocupó un puesto de profesor adjunto en la Universidad de Boston.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: No hace mucho decía que reducir o cortar los gastos no es una forma cómoda para alcanzar una solución a la crisis económica de Portugal, Italia o España, y que la diferente naturaleza de la economía en estos países hacia difícil su integración monetaria en la Unión Europea. ¿Hasta qué punto interfieren las diferentes culturas en el correcto funcionamiento de la Unión Monetaria? ¿Hay otros aspectos que usted considera esenciales para esta dificultad de integración y la actual crisis?

MAX OTTE: La Unión Económica Europea tiene todo el sentido y, tras 1986, tanto España como Portugal, Grecia o los países del norte de Europa se beneficiaron tanto de esta unión aduanera como de otras mejoras emprendidas, pero hay que diferenciar una política de aduanas de una unión económica o monetaria.

Si lo que deseamos es una unión monetaria, hay que tener sistemas operativos económicos similares. Cuánto se gasta, cuánto se pide prestado, cómo trabajan las compañías… La teoría económica es muy clara a este respecto; la misma moneda (única) en diferentes sistemas operativos provocará resultados diferentes, con lo cual surgirán diferencias o, lo que es lo mismo, problemas.

En esta “ecuación” influyen la movilidad de la fuerza de trabajo, de los bienes, del capital … pero en la Unión Europea el movimiento de trabajadores es muy limitado. Esta limitación ha hecho que el boom de trabajo se exacerbe en algunas regiones y se deprima en otras. Estos efectos eran predecibles y como tales ocurrieron con la entrada en vigor de la moneda única. Evidentemente no es “sabiduría propia” sino “sabiduría común” basada en la teoría de las áreas óptimas de una divisa.

Durante cierto tiempo, los efectos ventajosos hicieron creer a muchos economistas en la viabilidad de la unión monetaria, pues  cayeron las tasas de interés (efectos anticipatorios) de los países en vías de incorporación al euro (España e Italia). La convergencia funciona, y bien, pero hasta cierto punto; a nivel macroeconómico la convergencia nunca llegó a funcionar. No es que niegue las grandes mejoras que la integración económica ha provocado, pero no se observan estos efectos positivos respecto de la integración monetaria.

F.F.S.: Austria, Alemania y los Países Bajos tenían, de facto, una integración económica: seguían los dictados del Bundesbank. Para que se produzcan situaciones similares, pero a nivel más extenso, ¿es necesario que exista una autoridad monetaria?, ¿una estructura que esté por encima de las políticas coyunturales de los gobiernos?

M.O.: El dinero es algo altamente centralizado. Muchos economistas austriacos hablan de privatizar el dinero, de abrir las fronteras a la competencia… yo no participo de su opinión. Esta discusión viene de lejos. Pienso que, esencialmente, cualquier unión de facto refleja el “problema del país enésimo”: en un sistema de “N” países solo existen “N-1” cambios de divisas. Si “N” es 10, serán 9 los países que definan sus divisas respecto a una divisa del país central. Este país “N” será capaz de, hasta cierto punto, emitir moneda, generar una política económica… Por supuesto -para la mayoría de los países de la zona post bélica- cuando Nixon en 1971 dejó de sostener el dólar con el patrón oro, comenzó la existencia, informal, de la Unión Europea. De una forma sencilla, sin tratados y siguiendo la práctica diaria, Bancos Centrales como el Holandés, el Belga o el Austriaco siguieron al Bundesbank. El hecho de que estas cuatro o cinco economías estuviesen altamente integradas -existiendo libertad de movimiento para bienes y personas- dio la lógica esencial a este proceso de óptima unión monetaria.

F.F.S.: La situación griega parece solo tener dos alternativas: o permanece en la Unión Europea o vuelve al dracma. Desde una perspectiva práctica, sería positivo que Grecia abandonase la Unión Europea y no condenar a una generación entera a la recesión, pero  hay quienes argumentan que siendo tan pequeña la capacidad de exportación griega, una divisa independiente no es positiva. ¿Qué cree usted que podría pasar?

M.O.: Realmente no lo sabemos. Fui uno de los primeros en sacar este tema a la palestra en la revista Manager Magazine (10/4/2010). Dije entonces: “Grecia tiene que irse, no hay otra cualquier opción”. Sigo pensando lo mismo.

Si Grecia sale de la Unión Europea, necesitará garantías de crédito durante el tiempo que precise para estabilizarse. Si Grecia entra en insolvencia, sería expulsada de los mercados de crédito. Tiene todo el sentido practicar una solidaridad extensa dando crédito y facilidades, pues abandonar a Grecia generaría más daño. Así pues, el mecanismo de asistencia mutua que debería implementarse tendría que ser lo suficientemente fuerte como para permitir este proceso sin llegar a la quiebra del Estado griego.

La acertada observación respecto de la capacidad exportadora de Grecia no hace más que enfatizar el coste que tendría, y no solo para su economía, la salida de la Unión Monetaria. Los precios de los productos de importación subirían estratosféricamente, por lo que esta decisión debe ser tomada de forma democrática por los griegos. El cómo ajustarse, aunque el resto de Europa pueda aportar programas regionales de apoyo, dependerá en última instancia de la decisión de los ciudadanos griegos.

En los medios alemanes, se ha hablado hasta la saciedad sobre la necesidad, por parte de Grecia, de cumplir sus obligaciones y de la obligación, por parte de la Comisión, de salvaguardar los intereses de los otros países con un control exhaustivo de las decisiones económicas que se tomen. Hemos transformado a Grecia en casi un protectorado. Los efectos de este control, y de los que se producirían con una toma democrática de decisiones, serían prácticamente los mismos y, en caso de tener que decidir, yo me decantaría por lo último, a lo que se debería aportar cierta flexibilidad, aun temiendo que, incluso con su propia moneda, no les vaya a resultar fácil salir adelante. Por eso, mi receta sería democracia, flexibilidad y apoyo del resto de la Unión Europea. En cualquier caso, va a ser tremendamente duro para los griegos ir contra el peso del resto de la Unión Europea.

F.F.S.: Si les dejamos permanecer en la Unión Europea, ¿les estamos condenando a una recesión de más de una década?

M.O.: Les estamos condenando a un proceso de estrangulación. Ahora el país consume más de lo que exporta, y este diferencial es financiado al 100% por el Banco Central Europeo o por el crédito de otros países. Esto obviamente es insostenible. Consumen un 17% más de lo que producen. Sencillamente no concibo cómo arreglar su situación permaneciendo en la zona económica europea. Simplificando, que Grecia permanezca en la Unión Europea significaría que esta debería continuar pagándole directamente desde los salarios públicos hasta las pensiones.

El país, evidentemente, está sufriendo, y sus gentes tienen todo el derecho a expresar su protesta y desacuerdo, pero están llegando al límite y, si la economía sigue en esta dirección, están condenados a la depresión.

F.F.S.: Vivimos, según nos indica en su libro ¡Frenad el desastre del euro!, en un entorno donde se premia más el retorno sobre el capital que las rentas del trabajo. Es como si faltase un poco de ética calvinista en nuestra sociedad. ¿Es básicamente esta actitud ética el origen del “cáncer” que vivimos?

M.O.: A nivel teórico podemos tener dos sistemas operativos. Uno sería el capitalismo y la economía de mercado; el otra sería la planificación central (que ya sabemos que no funciona). Ahora bien, si analizamos las agencias de calificación (rating) descubrimos mucha “planificación central” en ellas y que además aparece en los lugares más desconcertantes.

A nivel local, si analizamos los complejos de apartamentos que hay en Andalucía vemos una colocación inadecuada de recursos o de capital, pues las casas están vacías casi todo el año; el capitalismo también posiciona el capital de formas inadecuadas. Ejemplos de errores del capitalismo tenemos muchos. Esta falibilidad crea dudas respecto de los sistemas operativos y la ética que los rigen. Entrar en este tema es entrar en  “filosofía profunda”.

Entre la Primera y Segunda Guerra Mundial existió lo que algunos llamaron el Socialismo Prusiano, un contexto de orientación productiva donde una serie de ideas orientaban a la sociedad. Objetivos como el derecho a un puesto de trabajo o el salario mínimo, todo con una orientación al mercado, eran los pilares de la política. Actualmente -cualquier interpretación que se haga a este respecto es muy delicada- hemos abandonado esas prácticas. Hoy la motivación es el retorno de la inversión, todo dentro de un entorno de privacidad y con estructuras cada vez más complejas. El mundo de las inversiones no es la única economía de mercado que puedo vislumbrar, hay más alternativas.

F.F.S.: Hay quien dice que aquello que es bueno para Alemania, es malo para España. Alemania está orientada a la exportación; nuestra balanza exterior lleva décadas siendo negativa. En esta complejidad, son muchas las empresas españolas que han decidido salir fuera para generar ingresos. Casi 2/3 de los ingresos de las empresas del IBEX 35 provienen del exterior. ¿Es estratégicamente esencial salir a producir fuera para solucionar el problema interno español?

M.O.: No en términos absolutos, aunque pueda ser el catecismo para las grandes empresas españolas. Es absolutamente esencial el buen funcionamiento a nivel local. El desempleo y otra serie de problemas locales han de solucionarse -puedo imaginar políticas industriales o de empleo que contemplen cambios estructurales- pues es localmente (y en las pymes) donde se genera la mano de obra. Al final, construir los apartamentos en Andalucía, con su política de mantenimiento de las construcciones realizadas, también puede llegar a ser política industrial.

Vivimos inmersos, y de forma continuada,  en un entorno de política industrial, no vivimos en un mercado libre. El libre mercado es un mito, siempre hay reglas de juego. Ya que vivimos en un entorno con reglas, estas han de ser lo más correctas posibles. Diría que con una adecuada política de empleo y una política industrial bien concebida -absolutamente necesarias-, las posibilidades de salir adelante crecen significativamente.

La salida al exterior de las grandes compañías ayuda de manera reveladora, obviamente. Ahora bien, la columna vertebral de la economía alemana no está formada por las grandes compañías globales, sino por pymes y grandes pymes. Son ellas, también en España, las que generan el 80% del empleo. Por mucho que las grandes empresas se vayan fuera, si no se soluciona el problema a nivel local, este perdurará en el tiempo.

F.F.S.: Hay diferencias esenciales a la hora de analizar quiénes nos aportarán más a la hora de enderezar la economía. ¿Serán los grandes ejecutivos o los empresarios?

M.O.: El concepto de emprendedor que Schumpeter o Peter Drucker nos describen se caracteriza porque este no tiene como primer incentivo el retorno sobre capital. El retorno llega tras un trabajo bien hecho. El verdadero emprendedor presta más atención al trabajo que hay que realizar y a lo que tiene como objetivo a largo plazo, que a la parte estrictamente pecuniaria. Sabe que, en algún momento, recibirá la recompensa de su visión y trabajo (si es que ha acertado, evidentemente).

Los ejecutivos de las corporaciones no piensan así. El ministro de Asuntos Exteriores que fue asesinado en 1922, Walter Rathenau, y que fue responsable de Siemens antes de la Primera Guerra Mundial, hablaba de “burócratas y oficiales” en las grandes corporaciones. Los grandes ejecutivos no son emprendedores; siguen unas reglas de conducta similares a las de los altos cargos de la Administración, reglas diferentes a las empleadas por los emprendedores. Si las reglas en nuestra compañía norteamericana multinacional “nos dicen que aquello que pueda ser producido en el exterior habrá de ser producido en el exterior”, sus ejecutivos seguirán estás “indicaciones” independientemente de lo acertadas o erróneas que sean. Un emprendedor piensa más en las  ventajas competitivas.

En el caso de España  -y no estoy proponiendo que deba salir del euro- hay que abrir el debate. España tiene diferentes alternativas (no es así para Grecia) incluido volver a la peseta. La riqueza inmobiliaria española de los últimos 10 años era, hasta cierto punto, una riqueza ilusoria, no algo real. En el caso de volver a la peseta, España tendría más herramientas que Grecia. España posee importantes recursos (agricultura, desarrollo de algunas áreas de alta tecnología, sector servicios, turismo) que la  sitúan en una buena posición, por eso opino que para España, a largo plazo, sería mejor volver a la peseta… pero aún está a tiempo de decidir.

F.F.S.: Como ocurrió en Reino Unido, un proceso electoral permite una serie de cambios estratégicos y de dirección que pueden poner al país en la senda de la generación de puestos de trabajo y del equilibrio presupuestario. ¿Estamos todavía a tiempo en España?

M.O.: El cambio podría ser más fácil tras un proceso electoral, aunque lo sería todavía más si España tuviese su propia moneda pues tendría más opciones. Haciendo un paralelismo con el  Reino Unido, vemos que ellos han sido lo suficientemente inteligentes como para no entrar en una unión monetaria, sino solo en la unión económica. Evidentemente, eso les ha permitido que los ajustes sean un poco más indirectos, a través del cambio de divisa. El tener una divisa diferente provee de una serie de mecanismos automáticos que hace menos duro el ajuste. Lo evidente es que una mayoría absoluta permite más velocidad -y facilidad- en el cambio.

Pasando a los aspectos prácticos, hay que tomar acciones en el sector inmobiliario español, y cuanto antes mejor. En Reino Unido, el problema inmobiliario solo afectaba a la zona metropolitana de Londres, y no a todo el país, como ocurre en España.

F.F.S.: ¿Hay otros escenarios de los cuales podamos aprender?

M.O.: La situación americana es más próxima a la española. Durante los últimos años, se han intentado varias acciones en Estados Unidos, retrasando las subastas y dando todas las facilidades posibles, aunque aún existen 30 millones de préstamos cuyo valor no se compensa con los activos. También hay un alto porcentaje de paro, con lo cual diría que el paralelismo entre Estados Unidos y España existe, aunque afortunadamente la deuda pública española no alcanza los niveles de la norteamérica. Por eso resulta hoy llamativo que, teniendo menos deuda pública, la calificación española sea inferior a la norteamericana. Las agencias de calificación son también burocracias, hasta el punto que cuando el máximo responsable de Standard & Poor’s bajó el rating de AAA a AAa+ a los EE.UU., fue despedido. Pienso que en el fondo hay algo de juego político y nadie puede negar que es un negocio que está motivado por intereses específicos.

Si la calificación de Estados Unidos es correcta, debería mejorarse la calificación española. Una vez que España recupere su rumbo y se corrijan los efectos de la burbuja inmobiliaria, el país no está en una posición negativa. Aún tiene muchas opciones, con o sin el euro. Mi opinión es que sería más fácil la recuperación de España si saliese del euro, pero no hay ninguna razón para entrar en pánico. En líneas generales, toda la zona euro está en una buena situación y la media del déficit público en Europa es del 4,4% . ¡En los Estados Unidos es del 10,8%! Estos están prácticamente con un presupuesto de guerra, cosa que no ocurre en Europa.

Para poder salir de este escenario las políticas sociales, de empleo, de formación, etc. aplicadas de forma conjunta con las políticas “micro”, y con una política industrial “macro” potente, deberían sacar adelante al país.

F.F.S.: ¿Y cómo se puede realizar técnicamente un cambio en el entorno en el que nos encontramos?

M.O.: Aunque puede parecer que es una oportunidad para especular -tenemos especuladores no regulados a nuestro alrededor todo el día- es un proceso técnicamente posible y, aunque no sea fácil, ya hemos “dividido” monedas anteriormente. Se crearía un software bancario que mantuviese una doble contabilidad: una en euros y otra en pesetas, y que funcionase de forma paralela. También se establecerían controles de capital, que aunque puedan parecer “comunismo malentendido”, serían temporales.

 


Entrevista publicada en Executive Excellence n86 nov11