Skip to main content

Anthony Podesta: transparencia y responsabilidad del lobby

27 de Marzo de 2014//
(Tiempo estimado: 7 - 13 minutos)

Anthony T. Podesta (Illinois, 1943) es uno de los lobistas más poderosos de EE.UU. Ha trabajado para una gran variedad de grupos de diferentes sectores (bancario, gasístico…), además de en las campañas de líderes políticos como Ted Kennedy, George McGovern, Michael Dukakis y el presidente Bill Clinton. Actualmente, sigue muy vinculado a la Casa Blanca, donde su hermano John trabaja como asesor del presidente Obama. 

En 1988, los dos hermanos fundaron Podesta Group, una firma de lobby y asuntos públicos con sede en Washington, que representa a diversas compañías americanas, así como a asociaciones no lucrativas y a gobiernos.

Recientemente, Anthony Podesta visitó Madrid, invitado por la Fundación Rafael del Pino. Allí pudimos reunirnos con él antes de que pronunciara su conferencia “Lobby, Transparencia y Responsabilidad”. 

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Vivimos una época de grandes cambios. Mientras la sociedad avanza en su progreso tecnológico a gran velocidad, desde el ámbito político vemos una situación de impasse. ¿Cómo afecta este hecho a Estados Unidos y qué se puede hacer para mejorar?

ANTHONY PODESTA: Estados Unidos tiene algunos problemas políticos entre los dos grandes partidos, o mejor dicho entre los republicanos y el Presidente. Nuestro sistema está construido de tal manera que se necesita un consenso amplio para avanzar legislativamente. El Presidente ha sido capaz de invertir grandes recursos en la “revolución energética” y creo que sus decisiones iniciales, y las del Congreso, favorecieron el desarrollo de las nuevas tecnologías. Es más, Estados Unidos tiene ciertas ventajas a la hora de poner en marcha nuevas tecnologías. Nuestro sistema de la propiedad intelectual es un factor esencial para la competitividad del país, y además está siendo mejorado en este momento, por el sistema de patentes. 

La capacidad de inversión y de fondos privados, además de la disponibilidad de estos, nos confiere una gran ventaja para financiar nuevas ideas. Hay toda una serie de firmas en el centro de Silicon Valley con grandes recursos financieros, lo que les ha permitido convertirse en inversores tempranos en fenómenos como Google o Facebook. Compañías como Engen o Genetech, para una de las cuales trabajo, están haciendo descubrimientos que generan cambios muy profundos en el mundo médico.

Además, el hecho de contar con un sistema legal transparente es otra de las ventajas de nuestro país. Estos aspectos no están sujetos al partisanismo político. En mi opinión, el único ámbito que genera riesgo para Estados Unidos es la reducción de los presupuestos para investigación y desarrollo en los entornos públicos. Nuestro país siempre ha invertido muchos recursos en I+D a través del Instituto Nacional de la Salud o de la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency). Estas agencias realizan una investigación de base muy necesaria, y el esfuerzo de los republicanos en la reducción del gasto público ha causado que la Fundación Nacional para la Ciencia y el Instituto Nacional de la Salud reduzcan la inversión.

Dentro del horizonte político, el área que puede tener más impacto en el futuro de Estados Unidos y su competitividad es el presupuesto para investigación y desarrollo. Aunque todavía no ha tenido consecuencias, si no hay un cambio de tendencia, las producirá. De hecho, podría dejarnos fuera del próximo cambio tecnológico.

F.F.S.: En el número pasado, Bo Rothstein nos hablaba del capital social, como algo que, paradójicamente, puede ser más abundante en una dictadura que en una democracia, pues depende del respeto a las leyes y de la capacidad de prosperar de la población. En Estados Unidos se está produciendo una tendencia de mayor distanciamiento entre los ricos y los pobres, y de pérdida de confianza en la gobernanza pública por parte de los ciudadanos, que cada vez muestran más desafección hacia los políticos. ¿Piensa que los intereses de Washington se centran más en los intereses del capital que en los intereses de la población?

A.P.: Una de las preguntas candentes de la actualidad en Washington, y que es un tema liderado por el Presidente, es el hecho de que la distancia de ingresos entre los diferentes niveles sociales se acrecienta. En datos muy recientes, la situación se definía de tal manera que no es el 1% de la población el que se enriquece más, sino solo el 0,1%. El resto de la sociedad no crece. 

Este es un tema del que he podido hablar mucho con mi hermano John Podesta, antiguo jefe de Gabinete del presidente Clinton y actualmente asesor del presidente Obama. Él creó un think tank, el Centro para el Progreso Americano, y lleva trabajando mucho tiempo en este asunto. Esa es una de las razones por las que ha sido llamado por el Presidente, de lo cual también se deduce la importancia que este tema tiene para él.

Las soluciones a esta cuestión están, hasta cierto punto, en la educación y en I+D. Creo que el sistema político, teniendo cuenta que hay más votantes con dificultades para llegar a final de mes que votantes que compren yates, infravaloró el problema. No estamos hablando de igualdad y resultado, sino de la noción de que todos debemos tener una oportunidad para, trabajando duro, ir a la escuela, adquirir una educación y poder tener un futuro. Esto es hoy menos cierto que en la generación precedente, pero estoy convencido de que los políticos de ambos partidos le prestarán mucha atención.

F.F.S.: España ha pasado –y aún pasa– por una situación muy dura. Una de las pocas consecuencias positivas de la crisis ha sido la internacionalización de algunos sectores, como el de la construcción, industrial e infraestructuras. Estados Unidos va a necesitar de una inversión muy fuerte en esta área, y el Presidente parece dispuesto a llevarla a cabo, incluso sin el apoyo republicano. ¿Qué pueden hacer las empresas españolas en EE.UU.? 

A.P.: Creo que las empresas españolas son competidores de primer orden en el mundo de la construcción y las infraestructuras. El presidente Rajoy estuvo recientemente en Washington para imponer la Gran Cruz de Isabel la Católica al senador Menéndez, evento al que tuve la oportunidad de asistir, y ambos hablaron del importante papel que juega España como inversor en Estados Unidos, y viceversa, estando de acuerdo en lo relacionadas que están ambas economías. Las compañías de infraestructuras españolas son, potencialmente, muy importantes para nuestro país. 

Por toda una serie de razones, en parte debido a la parálisis política que estamos viviendo, no hemos realizado las suficientes inversiones en esta área, pero pienso que pronto tendremos una crisis y las empresas españolas serán parte de la solución y del futuro de las infraestructuras en Estados Unidos. Es evidente que España, Japón y otros países nos han adelantado en relación a este sector.

Además, nuestro sistema de financiación, o más concretamente en el caso de las autopistas, es muy particular. Los fondos provienen de un impuesto sobre los combustibles. Lo curioso es que la política del presidente Obama en el sector medioambiental ha llevado a incrementar la eficiencia y la limpieza del transporte por autopista, lo cual ha generado una reducción de ingresos por la disminución del consumo de carburantes; toda una ironía. Mientras el Presidente predica a la industria automovilística norteamericana por la eficiencia en los coches, disminuye a su vez la capacidad de generación de infraestructuras, una situación que también afecta a los los ferrocarriles. Por eso, creo que tanto educación como infraestructuras son dos aspectos sobre los que republicanos y demócratas se pondrán de acuerdo, aunque tengamos que esperar a una nueva elección.

F.F.S.: Es usted hijo de madre grecoamericana y padre italiano, ninguno de sus progenitores fue a la escuela. Su padre se pasó la vida trabajando en fábricas de automóviles, su abuelo paterno se dedicó a descargar plátanos en el puerto de Chicago… y usted fue el primer miembro de la familia en ir a la universidad. De esta rápida biografía, se deduce su respeto a la meritocracia y la importancia que le da a los valores del núcleo más cercano. ¿Cómo le ha influido su historia familiar? ¿Es complejo trabajar en una sociedad tan meticulosa con las apariencias, cuando se tiene un hermano asesorando en la Casa Blanca?

A.P.: Mi padre era más conservador que yo, y si trabajó en dos fábricas fue porque la primera se quemó, de manera que hemos salido más liberales por la multiplicidad de trabajos que hemos tenido. Ambos hemos trabajado en entornos donde la meritocracia tiene un valor incontestable. 

Mi hermano ha dedicado gran parte de su vida al servicio público, ha sido sido jefe de Gabinete del presidente Clinton y ahora actúa como asesor del actual Presidente. Ambos tenemos una relación muy próxima y, de hecho, fundamos juntos la empresa que dirijo. Somos hermanos, pero también amigos. Ahora que está en la Casa Blanca, respeto su compromiso con el servicio público. Yo también estuve a punto de ser jefe de Gabinete del vicepresidente Al Gore, pero lamentablemente me fue imposible desentenderme de mis obligaciones empresariales. 

Para los dos, la familia ha sido siempre muy importante, y es quizás nuestro mayor tema de conversación. Su hijo mayor está entrando en política, su hijo intermedio trabaja para McKinsey, y el pequeño es abogado del JAG (Judge Advocate General) en el Ejército del Aire. 

Visitamos Italia de vez en cuando y recordamos las dificultades que ha vivido nuestra familia y cómo se sacrificaron por nosotros. Esos valores los aplico diariamente en todas las relaciones, y son esenciales en mi trabajo. Yo vengo a Europa varias veces al año, pero mi padre no volvió nunca más, y es algo que recuerdo cada vez que estoy aquí.

F.F.S.: Habla de valores, pero curiosamente ser lobista conlleva algunas connotaciones negativas…

A.P.: Sí, es curioso. En Illinois hemos tenido famosos abogados. Uno de ellos fue Benjamin Franklin, conocido como inventor y científico, pero no todos saben del trabajo que realizó como lobista para su Gobierno, cuando fue embajador en Francia, para obtener ayuda de dicho país en el proceso de la independencia americana. Abraham Lincoln, durante 25 años y antes de entrar en el Congreso, fue un exitoso abogado en Springfiel, representando como lobista los intereses del ferrocarril y las compañías del Canal en el proceso de la construcción de las infraestructuras de dicho estado. Desafortunadamente, los lobistas, como grupo, no son percibidos con tanta benevolencia como Abraham Lincoln o Benjamin Franklin. 

Según una encuesta de Gallup, nuestra profesión es una de las menos estimadas por el público, pero los miembros del Congreso, frente a quienes actuamos como lobistas, solo están dos puntos por encima. Otro interesante aspecto es que profesiones como bomberos, policías, enfermeras profesores o doctores, profesiones muy respetadas, recurren a nosotros teniendo empresas que actúan como lobistas para sus colectivos. La reforma del plan de pensiones de los militares retirados ha generado una de las acciones recientes más notorias de los lobistas. En Estados Unidos, todos los grupos de interés recurren al lobby, igual que sucede en Bruselas.

F.F.S.: ¿Qué representa la transparencia en su profesión?

A.P.: Los lobistas influyen en las decisiones legislativas así como en la regulación de sectores económicos, frecuentemente de manera poco transparente. En Estados Unidos estamos sujetos a unos niveles de transparencia que nos obligan a informar de nuestras acciones. Esto es cada vez más habitual a nivel europeo, y también en España, con la reciente aprobación en el Congreso de las leyes de transparencia.

Es evidente que hay casos que generan muy mala prensa, como el de Abramoff –quien me pidió que actuase como lobista para él–. Su actuación le llevó a prisión junto con miembros del Congreso y sus equipos, ya que les invitaba a jugar gratis al golf en Saint Andrews, Escocia. El Deputy Secretary de Interior, el jefe de Gabinete de Servicios Generales de la Administración y otros acabaron en la cárcel, y el Congreso aprobó unas leyes más duras –algunas ilógicas y otras razonables–, restringiendo las actividades de nuestro sector. 

Ahora tenemos que ser transparentes con los ingresos que recibimos de nuestros clientes y en qué les representamos. Actualmente, los miembros del Congreso no pueden recibir nada por nuestra parte cuyo valor supere los 10 dólares. Se acabaron los almuerzos a costa de la empresa, ahora es un delito llevar a alguien de la Administración a comer. Evidentemente, la excepción es comer de pie y sin cubiertos, lo cual supone una victoria para las tapas de José Andrés, el chef más famoso de Washington, ¡que está haciendo su agosto!

F.F.S.: Estados Unidos tiene una gran tradición lobista, pero ¿hasta qué punto es influyente en la actual Administración?

A.P.: El término lobista se acuñó cuando muchos representantes esperaban en el lobby del Hotel Willard a miembros del Congreso que residían allí en tiempos del presidente Ulysses Grant, cuyo mandato presidencial fue de 1869 a 1877.

El lobista ejerce un trabajo de transmisión de información hacia el Congreso, la Administración y los diputados, que ayuda a redactar las leyes haciéndolas más efectivas y mejores, dado que los problemas que afectarán a quienes tengan que cumplir esta legislación se transmiten de forma más adecuada. Tan relevante como disponer de datos buenos y oportunos es la capacidad de persuasión para defender cada caso y exponer los hechos de manera inteligible para quienes hacen la política legislativa. En los gobiernos, las personas tienen diferentes niveles de “sofisticación” y conocimiento, de modo que conocer en profundidad al interlocutor es esencial para adaptar los conceptos utilizados en la argumentación.

Ya sea frente a políticas energéticas, medioambientales o de privacidad de las comunicaciones, en todos los aspectos legislativos importantes tratados en Washington y en Bruselas intervienen los lobistas, defendiendo tanto las grandes empresas como a grupos de ciudadanos. La mayoría de las decisiones políticas de los Estados Unidos están influenciadas por lobistas, que se encuentran cada día con los oficiales públicos para conseguir trasladarles su punto de vista sobre cada cuestión. Ellos son una parte integrante importante del proceso de gobierno. 

El presidente Obama dice haber restringido las actividades, al evitar que alguien de su Administración pase a este sector aprovechándose de los contactos y de lo aprendido en la esfera pública, pero siempre hay excepciones a la regla. El propio vicesecretario de Defensa fue jefe del departamento de lobby de Raytheon (una corporación industrial y uno de los contratistas de defensa militares más grandes de Estados Unidos). Este es solo un ejemplo de cómo la retórica y la realidad van por diferentes caminos, pero son muchos quienes han dejado posiciones en la Administración para incorporarse en firmas de lobby.


 Entrevista con Anthony Podesta, experto internacional en actividades de lobby y asuntos públicos. Fundador del Grupo Podesta.

Publicada en Executive Excellence nº110 marzo 2014.