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COVID-19 y el futuro de la humanidad (II parte)

26 de Marzo de 2020//
(Tiempo estimado: 10 - 20 minutos)

Cuando se produce una crisis, la responsabilidad de los líderes se basa en dos pilares: resolver el problema inmediato y evitar que vuelva a suceder. La pandemia de COVID-19 es un excelente ejemplo. El mundo necesita salvar vidas y, al mismo tiempo, mejorar su respuesta a este tipo de situaciones. El primer punto es ahora el más urgente, pero el segundo tiene consecuencias cruciales a largo plazo. 

Hace cinco años, coincidiendo con el brote de ébola, Bill Gates vaticinó la llegada de una pandemia mundial, y su Fundación lleva años invirtiendo en recursos que ayuden al mundo a prepararse para tal escenario.

En plena vorágine por contener la epidemia de COVID-19, el fundador de Microsoft señaló a Chris Anderson en TED Connect que sólo podemos disminuir su impacto con confinamiento y test masivos, pero recordó que se están dando importantes avances desde el punto de vista clínico en el ámbito terapéutico y de las vacunas. También llamó la atención sobre la situación de los países subdesarrollados situados en el hemisferio Sur, ante el supuesto de una posible propagación del virus en dichas regiones.

CHRIS ANDERSON: Si usted fuese presidente de Estados Unidos durante un mes, ¿qué medidas importantes adoptaría? 

BILL GATES: Hay que transmitir un mensaje claro explicando que no tenemos ninguna alternativa, salvo el aislamiento, que se va a mantener durante un periodo de tiempo que probablemente supere las seis semanas de China. Tenemos que prepararnos para ello y utilizar el testing todo lo posible, publicando los resultados cada semana. 

Si realizamos bien el aislamiento, en 20 días veremos cómo el crecimiento exponencial de la curva comienza a reducirse, y esa será la señal más clara de que vamos por el buen camino. Evidentemente, durante un tiempo habrá que seguir tomando medidas para reducir los niveles de contagio hasta que desaparezcan por completo. 

Nunca hemos vivido una situación similar y no va a ser fácil. Los efectos económicos van a ser muy duros, pero levantar la economía es algo reversible, mientras que devolver la vida a las personas no lo es. Por tanto, vamos a sufrir mucho desde el punto de vista económico para poder minimizar el dolor que supone perder millones de vidas humanas. 

C.A.: ¿Qué herramientas pueden utilizar aquellos países que no se pueden permitir el aislamiento o mantener la distancia social con sistemas de salud como los nuestros? 

B.G.: Si los países ricos hacen bien su trabajo, este verano la mayoría se encontrará en una situación como la que está viviendo ahora China, que ha conseguido superarlo porque respondió con prontitud. 

En los países en vías de desarrollo, especialmente los que se encuentran en el hemisferio sur, la estacionalidad es un factor importante. La capacidad de aislar que tienen estos gobiernos es muy limitada, porque los ciudadanos tienen que salir a la calle cada día a buscarse la vida. El primer ministro indio, Narendra Modi, ha decretado el confinamiento y sinceramente espero que esta medida funcione, pero reconozco que es muy difícil para ellos llevarlo a cabo, porque cuanto más pobre es un país, más difícil resulta mantener el aislamiento. 

Por eso, debemos desarrollar una vacuna lo antes posible, aunque los  especialistas dicen que va a tardar 18 meses. Mientras tanto, necesitamos crear sistemas económicos para realizar test, distribuirlos por todo el mundo y desarrollar tratamientos terapéuticos que eviten tener que conectar al 5% de la población a un respirador, porque incluso teniendo el equipo necesario, carecemos de personal y camas para utilizarlo. 

La buena noticia es que los países ricos están aprendiendo e investigando sobre técnicas terapéuticas y testing, así como invirtiendo en el desarrollo de vacunas, y todo esto minimizará el impacto que puede tener el virus en los países en vías de desarrollo. 

C.A.: En el ámbito terapéutico, ¿hay algún descubrimiento prometedor? 

B.G.: Se está desarrollando un amplio abanico de tratamientos terapéuticos relacionados con la infección, como la hidroxicloroquina (derivado de la cloroquina) o el Remdesivir, con resultados prometedores aunque un poco confusos. 

Remdesivir es una medicación antiviral, originalmente desarrollada contra el ébola, relativamente compleja de fabricar, aunque se está estudiando como mejorar el proceso. La hidroxicloroquina se ha utilizado durante años para el tratamiento de la malaria, y parece ser que tiene buenos efectos si se empieza a administrar en las primeras fases. 

La Fundación Gates, Wellcome Trust y Master Card han creado un acelerador terapéutico para impulsar y evaluar medicamentos y productos biológicos nuevos que traten a pacientes con COVID-19. 

Sabemos qué tipo de tratamientos deberían ser priorizados y necesitaríamos hacerlo de forma inmediata y coordinada en todo el mundo. Creo que de todos los estudios que hay en marcha, tres o cuatro medicamentos funcionarán en diferentes fases de la enfermedad para reducir la incapacidad respiratoria. 

C.A.: He oído decir que una de las posibilidades es utilizar el plasma de personas que ya han tenido la enfermedad y se han recuperado, porque ese plasma cuenta con anticuerpos. ¿Es factible esta opción? 

B.G.: Es un debate que lleva tiempo sobre la mesa. Parece ser que las personas que se han recuperado tienen anticuerpos realmente efectivos que podrían introducirse en otros pacientes realizando una transfusión. El problema es, ¿cuántos pacientes podrían ser tratados con una extracción? 

Las personas recuperadas tendrían que ir a donar sangre, después extraer el suero con anticuerpos en el laboratorio y distribuir el plasma por los diferentes hospitales. Es un proceso relativamente complejo a nivel logístico comparado con un fármaco, que puede fabricarse en grandes volúmenes. Sin embargo, desde que se produjo el brote de ébola comenzaron a realizase numerosas investigaciones en este ámbito y estoy convencido de que este proceso es efectivo, pero será difícil generar escalabilidad. 

C.A.: Usted afirma que es preciso acelerar el testing para saber quién tiene el virus, pero es posible que dentro de unos meses se realicen test para detectar a aquellas personas que tienen anticuerpos. Existe una fuerza creciente de héroes que han atravesado esta experiencia y tienen mucho que ofrecer al mundo no sólo donando sangre, sino también realizando otro tipo de tareas en el entorno sanitario para eliminar la presión del sistema… 

B.G.: Si, absolutamente de acuerdo. Hasta que descubrimos los test individuales que permiten tomarse muestras uno mismo, pensábamos que las personas que debían encargarse de tomar las muestras debían ser pacientes recuperados. Estas personas podrían realizar las pruebas rápidamente, porque no necesitarían cambiarse de protección cada vez y, además, contribuirían a ahorrar en material sanitario, que a día de hoy escasea en el mundo. Ahora que tenemos el autotest ya no tenemos este problema, pero es cierto que los pacientes recuperados son de alguna manera mágicos, y pueden resultar muy útiles en lugares donde puede haber cierto tipo de exposición. 

A través del shut down en Estados Unidos estamos intentando que no se contagie más del 1% de la población. A día de hoy nos encontramos bastante por debajo de esa cifra, pero con la exponencialización podríamos superar los tres millones. Espero que seamos capaces de evitarlo, aunque eso nos genere daño económico. 

Creo que eventualmente todos deberíamos contar con un certificado que especifique si somos personas recuperadas o vacunadas, para evitar el movimiento de personas procedentes de aquellos países que no tengan el brote bajo control. No queremos bloquear la capacidad de movimiento de las personas, y un documento de este tipo facilitaría la reapartura global. 

C.A.: Desde la Fundación Gates se está promoviendo la fabricación de los autotest y aparatos para la toma de muestra individualizada. ¿Cuáles son las posibilidades de ver una escalabilidad de lo que se está haciendo en todo el mundo?

B.G.: La Fundación ha financiado un estudio sobre la gripe para entender cómo se diseminan los virus respiratorios. Es muy llamativo lo poco que se sabe sobre lo importante que son las secuelas, los grupos de edad o los diferentes tipos de interacción, y esta investigación nos proporcionó datos interesantes. Además, durante el proceso de toma de datos encontramos por primera vez personas infectadas por coronavirus que no habían viajado a China, porque hasta entonces únicamente se realizaban test a aquellos que habían estado en el país asiático. 

La Fundación trabaja con el sector privado para facilitar la fabricación de torundas de algodón que sirven para tomar las muestras de las fosas nasales y luego se introducen en un tubo de ensayo, y también las sustancias químicas que hacen funcionar a las máquinas PCR. La falta de estos dos materiales no debería ser un problema de capacidad para realizar los test y alcanzar una situación similar a la de Corea en pocas semanas.   

C.A.: Estamos en una situación donde tenemos un enemigo común frente a la humanidad que no está sujeto a fronteras, razas ni religiones, sólo reconoce a seres humanos. Asusta ver cómo unos países intentan culpar a otros impulsando los nacionalismos y la xenofobia, sentimientos que son muy tóxicos. ¿Qué consecuencias puede tener esto en un futuro? 

B.G.: Creo que los países que ya están recuperados pueden ayudar a otros que ahora están intentando frenar el virus, y esto es algo fantástico. Si somos capaces de parar esta situación antes del verano, cada vez más países recuperados podrán ayudar. Hay proyectos para crear vacunas en todo el mundo y estas investigaciones deberían ser analizadas desde una perspectiva neutral que permitiera elegir la mejor y asegurar la capacidad para fabricarla a gran escala y a precios reducidos para todo el mundo.   

Desde el punto de vista científico, se está compartiendo gran cantidad de información pero, desgraciadamente, cuando aparece una enfermedad de este tipo surgen movimientos de odio sobre los otros, los extranjeros, y crece el ansia por mantenerlos alejados. Es fundamental evitar este tipo de sentimientos. 

Irónicamente, tenemos que aislarnos físicamente y, al mismo tiempo, estar en contacto con aquellos grupos que aportan los recursos para asegurar la distribución de los alimentos, la atención médica, el cuidado de los mayores y que las personas no sufran en exceso de la psicología del aislamiento. Nuestra generosidad tiene que extenderse a los demás en un momento en el que estamos físicamente aislados y es más difícil interactuar. 

C.A.: Ha mencionado anteriormente la estacionalidad, y es un tema relevante que puede contribuir a mejorar la situación. Cuando el virus cae en una superficie que está caliente, parece que acaba perdiendo su efectividad hasta desaparecer. ¿Puede actuar este factor como un protector de África Subsahariana y países similares? 

B.G.: Si así fuera, serían buenas noticias para el hemisferio norte, pero no para el sur, donde tenemos a África, Sudamérica, Australia, Nueva Zelanda e Indonesia. Si bien la fuerza de la infección no está siendo allí tan fuerte, o no la hemos visto tan fuerte todavía por la falta de test, y por tanto puede parecer lógico que esa estacionalidad esté ayudando; desgraciadamente podríamos ver en los próximos meses al hemisferio sur entrando en el periodo negativo para ellos, pues el invierno provocaría un gran incremento del virus en esas regiones. 

Ciertamente, viven más personas en el norte que en el sur, incluyendo India y Pakistán, y eso nos permitiría un poco de tiempo. Ese margen es esencial para obtener todo tipo de herramientas y capacidades, en el caso de plantear la llegada de una nueva estación del virus. 

De producirse este supuesto, puede ser algo tremendamente duro. Por un lado no tienen una población tan envejecida, pero sí hay muchísimas personas afectadas por el sida, con problemas de nutrición y con diversas enfermedades pulmonares motivadas por la contaminación y los humos producidos dentro de los propios hogares. El factor X desconocido es hasta qué punto los países desarrollados pueden gestionar esta situación. 

C.A.: Si uno vive en una población donde los ingresos medios por persona al día son dos o tres dólares, ¿puede una nación así permitirse poner en marcha un proceso de aislamiento? ¿No cree que incluso el hambre provocado por esa situación de aislamiento podría ser peor que el virus, y producir más muertes? 

B.G.: Tenemos que considerar que nuestra red de seguridad, nuestro acceso a la producción de alimentos, es totalmente diferente. Para los países desarrollados y ricos no es difícil producir alimentos y debemos asegurarnos de seguir haciendo esto bien. 

Las personas saldrán a buscar comida. Me llama la atención que un país como India esté tomando medidas para incrementar el aislamiento, y no creo que sean capaces de reducir la transmisión dentro de las casas hasta los niveles que podría llegar a alcanzar un país rico que también esté haciendo ese proceso de confinamiento. Estoy muy preocupado, porque si los países del hemisferio norte no somos capaces de proveerles de las nuevas herramientas a tiempo y evitando la estacionalidad, mucho me temo que habrá cantidades masivas de fallecimientos en esos lugares pobres. 

Además, sus sistemas de salud no están preparados. El número de UCIs, respiradores y camas del que disponen es muy bajo, comparado con el de los países desarrollados. Cuando sobrecargas los sistemas, todas esas personas acabarán intentando acceder a un modelo en pleno caos, donde a los fallecidos por COVID habrá que añadir unos profesionales sanitarios que también estarán siendo infectados. 

C.A.: Muchos se preguntan qué está haciendo la Fundación Bill Gates, no sólo en lo relativo a la producción de test individuales que puedan ser realizados por cada uno, sino sobre el resto de materiales (gafas, guantes, trajes, respiradores…) y otras acciones necesarias. 

B.G.: Gates Foundation acaba de entregar 100 millones de dólares para trabajar en todas esas áreas que componen el rompecabezas: en la realización de los test, en el ámbito de las terapias, en el de las vacunas… Nosotros no somos expertos en la fabricación de máscaras, respiradores ni elementos similares, y estamos muy contentos de que otras personas y empresas estén involucrados en ese tema, incluyendo ahí a las impresoras 3D y a los consorcios que se están creando para desarrollar nuevos aparatos con la colaboración de ingenieros de todo el mundo. 

Desde la Fundación nos enfocamos en el proceso de la toma de muestras personales. Nadie había hecho esto, o quizás no habían pensado en ello porque consideraban que no funcionaría, pero estamos bastante seguros de que sí tendrá éxito. Y creemos que es una acción importante para todo el mundo, para todo el globo. Que el proceso de toma de muestras pueda ser realizado por cada individuo, de una forma tan sencilla sin contagiar a los trabajadores sanitarios, nos parece fundamental. 

Por supuesto estamos en contacto tanto con los gobiernos como con los sectores privados, y en cierta manera somos un puente entre ambos. Hemos estado hablando con los máximos responsables de las empresas farmacéuticas, con las empresas que están fabricando los test, y específicamente con aquellas que están haciendo vacunas, incluso con algunas que están desarrollando nuevos tipos de vacunas (las vacunas de ARN), a las que hemos estado apoyando durante cierto tiempo, de igual modo que lo ha estado haciendo la CEPI.  

Nuestro conocimiento se centra en esas herramientas médicas y estamos consiguiendo que lo mejor del sector privado se comprometa. He de reconocer que el proceso ha sido un poco lento. Nosotros podemos entregar cheques de una forma más rápida, porque los gobiernos siguen sus propios procesos, y el sector público continúa funcionando bajo ese concepto de los concursos y desconociendo quiénes son los que realmente tienen las capacidades específicas para hacer cierto tipo de cosas. Desde la Fundación, como organización permanentemente vinculada con estas cuestiones, sabemos quién está desarrollando nuevas vacunas y podemos dar un paso adelante y ser útiles. Y es destacable el apoyo desinteresado que nuestros socios del sector privado están prestando. 

También hemos ayudado mucho en la creación de los modelos. En contra del modelo imperial del que se hacen presunciones negativas, necesitamos que la gente vea las cosas en positivo desde la perspectiva de los modelos que estamos desarrollando. El modelo imperial es francamente bueno en asustar a la gente, pero es tan exagerado que al final hace plantearse a las personas si realmente existe alguna razón por la cual actuar, porque no ofrece alternativas. Es como si ahora mismo dijésemos que todos debemos esperar a que haya una vacuna, entonces el suministro de luz, electricidad, agua, gas, comida… y muchísimas otras cosas serían difíciles de mantener. Sin embargo, que países como Corea del Sur y China tengan datos positivos, avalando la idea de que se pueden frenar las infecciones y reducirlas a números insignificantes, es tremendamente positivo. 

C.A.: ¿Cuál es su impresión personal sobre el futuro? 

B.G.: La pandemia da mucho miedo, pero si hiciésemos las cosas bien, podríamos estar más preparados para la próxima epidemia. La ciencia está de nuestro lado y nos da una visión muy clara de cómo hacerlo. Es cierto que supondrá una inversión de decenas de billones de dólares, pero no de trillones, como va a suponer COVID19. El coste será ridículo, si lo comparamos con los costes económicos que nos va a ocasionar este virus. 

Cuando en 2015 hice aquella presentación en TED, estimé que una pandemia de gripe nos podría costar cuatro trillones. La gente pensaba que era una barbaridad, pero así lo creía. La actual epidemia va a costar tanto, sino más, a la economía. A corto plazo, vamos a sentir dolor y dificultades, y tendremos que dar lo mejor de cada uno y ayudarnos mutuamente para salir adelante. A pesar de todo, soy tremendamente optimista, tanto con respecto al cambio climático, donde hay muchos países trabajando y colaborando; a la biología, eliminando enfermedades como la malaria y la tuberculosis; a los avances tecnológicos, que están luchando contra el cáncer… 

La cantidad de innovación y la capacidad que hoy tenemos para trabajar de forma conjunta son brutales, y soy muy positivo sobre lo que podemos conseguir así. Me encanta el trabajo que hago, porque puedo ver el progreso en todas estas áreas, pero ahora tenemos que focalizarnos en el COVID19. Desgraciadamente, eso va a interrumpir otros procesos. Por ejemplo, la situación de la polio puede empeorar, porque estamos dedicando todos nuestros esfuerzos al virus, pero también trasladando ahora a la lucha contra el virus muchas de las capacidades que hemos sido capaces de poner en marcha para la polio. Creo que eso es lo que hay que hacer, aunque otras áreas se queden un poco retrasadas. 

El mensaje que transmitiría es sobrio y claro: saldremos de esta epidemia unidos, y será entonces cuando podamos prepararnos para la próxima. 

C.A.: Sé que, innatamente, es optimista y piensa que la ciencia es capaz de encontrar un camino para salir de esta, algo que yo comparto. Sin embargo, me pregunto si los líderes sabrán escuchar a los científicos. ¿Cree usted que en pocos meses estaremos mirando atrás y diciendo “uf, ¡fuimos capaces de 'esquivar la bala'!”? 

B.G.: No podemos decir con certeza que ni siquiera los países ricos habrán superado esta situación dentro de seis y diez semanas. Creo que eso es factible y que conforme vayamos consiguiendo los datos del testing, tendremos una idea más clara respecto de ello y será posible para la población en general evolucionar positivamente. Pero los países desarrollados, que acabarán saliendo de esto, tendrán entonces que enfrentarse al coste que va a suponer ayudar a los países en desarrollo, incluso aun cuando estructuras como Gavi consigan hacer una vacuna y distribuirla globalmente. 

De aquí a dos o tres años, desde una perspectiva global, este caso se habrá superado con un coste gigantesco; pero deberíamos asegurar que la próxima vez que nos enfrentemos a un nuevo patógeno, seremos capaces de realizar billones de test en semanas; seremos capaces de descubrir fármacos antivirales en un periodo súper corto, de dos o tres semanas, confirmar que funcionan y fabricarlos a escala masiva; y capaces de conseguir una vacuna en seis meses, utilizando estas nuevas plataformas y posiblemente vacunas ARN. 

Existen específicamente innovaciones en este sentido que serán financiadas, espero, de forma muy generosa, como consecuencia de esta situación. Por eso, confío en que dentro de tres años, podamos echar la vista atrás y reconocer que esto ha sido horrible, pero que hemos aprendido la lección, y que el mundo, de una forma global, con su increíble ciencia y los deseos de ayuda mutua ha sido capaz de minimizar lo que fue la pandemia y es, y será, capaz de evitar que vuelva a suceder otra vez. 

C.A.: Comparto su deseo. Me parece un milagro que la ciencia sea capaz de entender este virus, que luego sea capaz de hacer una vacuna, secuenciarlo, entender cómo modelarlo… Creo que es una situación muy análoga a la producida con el cambio climático y el calentamiento global, aunque con una secuencia de tiempo diferente. Los científicos nos aseguran que ese enemigo está viniendo, y que si no hacemos nada acabará llevándose miles de millones de vidas y destrozando nuestro planeta. ¿Opina que, a partir de ahora, los políticos cambiarán su forma de pensar y actuar, respetando lo que les dice la ciencia, o estamos pidiendo demasiado? 

B.G.: Creo que es interesante averiguar cómo esta “distracción” va a retrasar la agenda de innovación urgente que nos plantea el cambio climático. He dedicado muchísimo tiempo a trabajar en ello, y veo que los últimos meses ha dejado de recibir la misma atención. Hasta que no superemos esta crisis, el COVID dominará sobre cualquier otro asunto. 

Cuando salgamos de esta, espero que la innovación y la ciencia, junto con la idea de un trabajo conjunto, que son aspectos absolutamente comunes y necesarios en ambos problemas, nos ayude, pues que no tiene por qué representar un paso atrás en la lucha contra el cambio climático. De hecho, pienso que puede ser una guía que permita que los científicos e investigadores nos expliquen dónde puede aparecer el desastre, y que eso ayude a los gobiernos a evitar que suceda. 

C.A.: Estas palabras van a ser compartidas entre miles de personas, algunas de ellas estarán infectadas o empezando a sufrir los primeros síntomas. ¿Qué les puede decir a esas personas? 

B.G.: Vivimos un momento de muchísima creatividad y alternativas. Desde la de poder convertirse en mentores de niños que están obligados a trabajar en un formato online, cuando los sistemas de sus colegios no estaban listos para ello, a organizar actividades caritativas que consigan aportar alimentos donde haya carestía… Las opciones son muchas.

EE.UU. tiene esta tradición filantrópica que une a la sociedad y, aunque hay algunas cosas que deben ser hechas por el gobierno, la mayoría de las acciones que mitigan el dolor, el aislamiento y las consecuencias de este virus, son realizadas por personas comunes. Son ellas las que tienen que pensar cómo pueden involucrarse en estos tiempos sin precedentes, para conseguir sacar su sentido de la creatividad, al mismo tiempo que cumplen los mandatos de aislamiento. 


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Bill Gates, líder empresarial y filántropo.