Juan Liquete, cómplice de la excelencia

23 de Octubre de 2014//
(Tiempo estimado: 7 - 14 minutos)

Hace casi 21 años, Juan Liquete hizo suyo el entonces sueño de varios reputados directivos españoles. Asumió la Secretaría General del Club Excelencia en Gestión –originalmente llamado Club Gestión de Calidad– y consiguió hacer ver a las empresas y organizaciones españolas que apostar por la excelencia es apostar por resultados sostenibles y sobresalientes.

Desde entonces, ha dedicado su vida profesional a este fin. A la sombra de los grandes directivos que durante estos años han ostentado la presidencia del Club, Juan Liquete ha sabido dar forma a las visiones de todos ellos, transformar los buenos propósito en hechos, aportar ideas y bajarlas al terreno, aunque a veces hacerlo fuese algo parecido a predicar en el desierto. 

Como los buenos guías, ha sabido envejecer bien, diversificando las parcelas de satisfacción de su vida. La música, el esquí, el mar o la gastronomía son solo algunas de ellas. Pero si algo ha logrado Juan Liquete, es convertirse en un auténtico líder con un excellence touch.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Durante más de dos décadas, ha tenido la oportunidad no solo de ser espectador privilegiado de la realidad empresarial española, sino también protagonista, contribuyendo desde el Club Excelencia en Gestión a su transformación. ¿De qué logro se siente más orgulloso?

JUAN LIQUETE: Sinceramente, nunca he pretendido pensar ni actuar como una prima donna. Por lo tanto, si hay que hablar de logros o éxitos, estos serán  de todo el equipo humano que ha colaborado de una forma o de otra con nosotros. Esos logros son fruto del trabajo de muchas personas de todos los niveles jerárquicos, que han trabajado desde el Club para hacer realidad la excelencia en este país. 

Cuando llegué al CEG, en 1994, este era un sueño que, con mucha ilusión, habían iniciado tres años antes 23 CEOs de las más relevantes empresas y organizaciones españolas. El proyecto no había conseguido despegar aún ni responder a las enormes expectativas que se habían marcado en su fundación. No olvidemos que estamos hablando de principios de los 90, cuando España comienza su adhesión a la Unión Europea. En ese momento, el país abre sus fronteras, entran productos, servicios y personas sin tener que pagar peaje…, y todo eso representó un enorme desafío para nuestras empresas, que no tenían el grado de competitividad de sus homólogos en términos de precio, calidad de producto e imagen percibida en Europa. De ahí la necesidad de desarrollar de forma acelerada una cultura de calidad, de excelencia en definitiva.

Hoy hemos logrado que el Club sea una organización respetada, sostenible y un referente de lo que es y representa la excelencia en gestión para miles de directivos y organizaciones, no solo en España sino también en Europa. Con la perspectiva de estos casi 21 años, me parece un gran logro el haber contribuido a esta realidad. Incluso podemos decir que estamos consiguiendo que la excelencia esté presente en el discurso de autoridades, académicos, intelectuales en general, es decir, de gente con una proyección pública importante. 

Evidentemente no hemos llegado a ningún final, sino que estamos en el camino, y queda mucho por hacer. A nosotros nos gusta decir que el sueño de la excelencia es asintótico, es algo que no se alcanza completamente, te acercas pero nunca llegas porque el objetivo es cada vez más ambicioso. 

Sin duda, haber tenido la oportunidad de contribuir a todo esto desde la Dirección de la Secretaría General es algo de lo que me siento muy orgulloso.

F.F.S.: Desde el año 2008 hasta hoy, el entorno empresarial ha atravesado un periodo de grandes dificultades, que se han traducido en problemas añadidos para el CEG. ¿Cómo han capeado esta situación? ¿Cómo han logrado dar continuidad al proyecto del Club en un momento de crisis?

J.L.: El Club ha tenido que transformarse para ajustarse a las tendencias, a las expectativas cambiantes, en definitiva, a las necesidades que nos han ido planteando nuestras empresas y organizaciones a lo largo del tiempo. Creo que este ha sido nuestro mayor mérito. Incluso, el mismo concepto de excelencia ha ido evolucionando con la sociedad y las nuevas realidades.

Como en muchas organizaciones, hemos tenido que tomar decisiones difíciles, y recurrir a ajustes. De hecho, no hemos sido inmunes a ninguna de las crisis de las últimas dos décadas. La primera se produjo nada más llegar al Club, en 1994, una segunda a principios de la década pasada y, recientemente, durante la parte dura de la actual crisis. 

En una organización tan pequeña como la nuestra (en estos momentos somos solo diez personas, habiendo llegado a ser 23 hace unos años), las relaciones son muy estrechas, no solo en lo profesional sino también en lo afectivo. En muchos casos nos unen lazos de amistad. Por eso, cuando tienes que tomar decisiones de esa naturaleza es muy doloroso, y todo se resiente.

Creo que la única opción es afrontarlas con coraje, con determinación, con transparencia, pero por encima de todo, con máximo respeto por las personas, respeto a su autoestima, a su futuro, a sus sentimientos, a su imagen profesional…

En todo caso, haber superado las crisis nos ha aportado una gran fortaleza, que nos permite afrontar retos cada vez más difíciles y mayores. Creo que ahora el Club es más sólido que nunca y tiene más garantías de permanecer siendo sostenible y útil a la sociedad, gracias a que hemos aprendido a superar este tipo de problemas.

F.F.S.: Durante estos años, el Club ha estado presidido por grandes líderes empresariales: Emilio Haase (Xerox), Fernando de Ybarra (BBVA), Eduardo Montes (Siemens, UNESA), Ana Botín (Banesto, B. Santander) y el actual presidente, Juan Antonio Zufiria (IBM). Esto da una visión panorámica y al mismo tiempo, ya desde la tranquilidad de no tener que ser quien tome las decisiones en 2015, permite hacer eventuales predicciones sobre el futuro. ¿Cómo cree que evolucionará el Club, hacia dónde irá?

J.L.: Por supuesto que esto da perspectiva. El Club seguirá jugando un papel esencial. No es una organización que haya nacido para ganar dinero sino para ser útil en aquello en lo que tiene un activo importante que rentabilizar. 

Aunque hemos sufrido transformaciones, la historia y el futuro del Club mantendrá los grandes principios que están en su ADN desde el inicio. Por un lado, favorecer la competitividad de las empresas y organizaciones en España apoyándose en los valores de la excelencia europea; y por otro, hacer esto favoreciendo el intercambio de experiencias, el aprendizaje unos  de otros. Una idea contribuye a la otra.

Esto quiere decir que no todas las organizaciones que se incorporen al Club van a aplicar la excelencia de una forma sistemática, sino que hay empresas que lo harán para beneficiarse de la otra gran oportunidad que se ofrece, es decir, para aprender de los demás, contrastar sus propias experiencias con las de otros, comprobar la efectividad de sus prácticas en gestión, etc.

Creo que el CEG seguirá apoyándose en estos dos grandes ejes de actuación en el futuro, y además tiene todo el sentido pues, entre otras cosas, no hay muchas otras organizaciones que lo hagan. El Club nunca pretendió ser una consultora ni una escuela de negocios, sino una plataforma para aprender, para estimularse unos a otros, para contagiarse, e incluso para desafiarse en la necesidad de abordar y gestionar el cambio. 

La excelencia como conjunto de valores de gestión –no como una herramienta a lo que muchos la reducen, como es el Modelo EFQM– continuará teniendo un papel determinante.

Nos adentramos en una nueva era condicionada por la exigencia, a empresas, organizaciones y directivos, de ejemplaridad. Entre otras razones, el auge de las tecnologías web 2.0 y de las redes sociales está empujando hacia esa ejemplaridad y lo hará aún mucho más. No olvidemos que millones de ciudadanos de todo el mundo comparten diariamente sus opiniones online, ganando una fuerza creciente cada día que pasa. 

Lo hemos comprobado recientemente en nuestro país, donde Zara se ha visto obligada a retirar de todas sus tiendas una prenda de ropa, por sus analogías demasiado explícitas con el pijama de rayas del famoso niño judío, víctima de los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En esta nueva era, las empresas y los directivos van a tener que trabajar su ejemplaridad y también proyectarla. 

Dentro de este contexto, la excelencia está llamada a jugar un papel cada vez más relevante porque, precisamente, la mejor manera conocida hasta hoy para poner en valor la ejemplaridad es la excelencia, haciéndola visible.

F.F.S.: ¿Qué se entiende hoy por excelencia y cómo ha cambiado su forma de abordarla?

J.L.: Hemos dejado de ver la excelencia como un modelo, algo que sucedía hace 20 años cuando, sin darnos cuenta, la reducíamos a una herramienta, hasta el punto que simplificarla tanto suponía desnaturalizarla. 

La excelencia hoy, con más claridad que nunca, es un conjunto de valores que se transforman en algo real y concreto. No se trata de un discurso ni de metafísica, sino que la excelencia se puede pasar al día a día. Para poder llevarla a cabo, son necesarias una serie de herramientas. La más conocida es el Modelo EFQM y sus herramientas asociadas de autoevaluación.

Los valores de la excelencia tienen que ver con la sostenibilidad de las organizaciones en un amplio sentido, pero también con la sostenibilidad del planeta, con esa necesidad que todos, organizaciones y profesionales, tenemos de contribuir a nuestra sociedad. Otro de los principios guía de la excelencia es desarrollar la creatividad y la innovación; también potenciar el talento, desarrollar las capacidades de la organización, gestionar ágilmente, añadir valor para los clientes, mantener en el tiempo resultados sobresalientes e impulsar todos los valores anteriores con un liderazgo con visión de futuro íntegro e inspirador.

F.F.S.: Nos decía el Dr. Matesanz (Organización Nacional de Trasplantes) que un liderazgo que no prevé la sucesión no es realmente un liderazgo. En su caso, ¿cómo ha sido el proceso de preparación para la cesión del testigo?

J.L.: Ha sido minucioso y exhaustivo. A principios del año pasado expuse internamente mi intención, mi deseo y mi aspiración de cambiar de vida. He cumplido los 65 años y llevó 21 al frente del Club. Expuse con tiempo mi decisión para, precisamente, poder abordar un proceso de sucesión de manera ordenada, sin prisas, y profesional.

Este ha durado algo más de un año y en él se ha implicado a las más de 250 organizaciones y empresas que son miembros del Club, a todos los grupos de interés e incluso a los empleados. En un primer momento, la Comisión Permanente definió el perfil adecuado, en este momento, para dirigir el Club y, a partir de ahí, se han hecho entrevistas a candidatos, contrastándolas contra ese perfil. Ha habido un candidato interno y muchos externos.

La persona que ha sido propuesta como candidato a ocupar mi puesto es muy conocida en el ámbito del Club y la excelencia, le conozco desde hace más de 20 años y puedo afirmar que la sucesión queda en muy buenas manos.

F.F.S.: Hace poco más de un año firmaba en la revista un artículo con título: “¿Qué legado queramos dejar?”. Hoy nos corresponde preguntarle qué legado le gustaría dejar tras su marcha.

J.L.: Mejor sería preguntar cómo me gustaría que se viera ese legado o dónde pongo yo el énfasis después de estos años. En primer lugar, mi equipo. Dejo un magnífico equipo de gente joven, muy bien preparada y comprometida con la misión del Club. Es un equipo que ha superado con éxito pruebas muy difíciles, lo que le ha dotado de la autoconfianza y los recursos necesarios para abordar grandes metas y llevar así al Club hacia estadios de mayor éxito aún.

En segundo lugar, me gustaría que se valorase la cultura, una forma de hacer, de gestionar, asentada en la ética y en la excelencia en gestión. Además, hemos intentado predicar desde el ejemplo, pues desde el comienzo hemos tratado de gestionar la organización como una empresa, es decir, buscando resultados sostenibles para todos los grupos de interés. El CEG ostenta un Sello EFQM de Excelencia Oro, con más de 500 puntos, y en 2011 fuimos finalistas del Premio Europeo a la Excelencia convocado por la EFQM. Anteriormente también habíamos logrado el Premio Plata Iberoamericano convocado por FUNDIBEQ. Creo que estos méritos avalan esa cultura de gestión.

Además, el Club es una organización que ha sabido transformarse y evolucionar. Cuando presentamos la candidatura al Premio Europeo a la Excelencia en Gestión, los evaluadores destacaron en su informe nuestra capacidad y coraje para innovar de forma continuada. Por lo tanto, esa forma de hacer seguirá estando en la cultura.

Opino que hemos logrado tener el máximo respeto de la EFQM y de sus más de 25 partners internacionales, por la trayectoria y por los resultados que, comparativamente con todos ellos, son excepcionales en muchos campos. Este es un activo que el Club tiene y que también podrá poner en valor en años sucesivos, en los que la internacionalización ha de ser uno de los factores que más impacte en la gestión de todas las empresas, también en esta.

Finalmente, aunque el Club sea una entidad sin fines de lucro y por tanto no persiga la generación de ingresos como algo prioritario, debe autofinanciarse con los recursos que genere ya que, a diferencia de otras muchas asociaciones y fundaciones, no recibe subvenciones ni ayudas de ningún tipo. El Club, sin embargo, cuenta hoy con una solvencia económica envidiable dentro del sector, lo que le ha permitido generar reservas para abordar nuevas oportunidades y proyectos estratégicos, por un lado, y para hacer frente a posibles eventualidades no deseables, por otro.

F.F.S.: Decía Warren Bennis que uno de los factores comunes de los líderes que envejecen bien es que “son personas que siempre están en transición. No hablan de jubilarse sino que siempre están rediseñando, recomponiendo y reinventando sus vidas”. ¿Cómo se plantea usted este momento de cambio? 

J.L.: Estoy afrontando este proceso con naturalidad y coherencia. El 31 diciembre cumpliré 21 años trabajando en este magnífico proyecto del Club, que me ha dado grandes satisfacciones. He visto desarrollarse la excelencia por todo el país, partiendo muy a ras de suelo, y en sectores tan dispares como el empresarial, el educativo o las Administraciones Públicas. Hace tan solo 15 años, hablar de esto en la Secundaria o en la Universidad, era como predicar en el desierto. Por eso, ver cómo está evolucionando es algo que me genera gran satisfacción.

Es cierto que sientes un poco de vértigo cuando piensas que vas a dejar lo que has estado haciendo durante tanto tiempo entregándote en cuerpo y alma, pero aspiro y deseo seguir trabajando y siendo útil a los demás. Ya he empezado a asesorar a la EFQM, desde su Consejo de Estrategia, y también a su red de partners internacionales, para intentar llevar allí lo que hemos desarrollado aquí, durante todo este tiempo, y aportarles así valor. 

Por supuesto, me encantará ayudar a otros directivos que quieran abordar o abrazar los valores de la excelencia para incorporarlos como rasgos de su liderazgo. Aunque es pronto para haber concretado cosas, también estaré disponible para seguir ayudando al Club en lo que me necesite. 

En definitiva, aspiro a seguir muy activo profesionalmente hablando, pero también aspiro a poder dedicar más tiempo a mi familia, a mis amigos, a mis muchos hobbies, especialmente la música, el rock, el pop, a los estilos predominantes de mi tiempo. Por cierto, ¡no sé si sabes que John Lennon traducido al español quiere decir Juan Liquete! (risas). Bromas aparte, me encantará poner banda sonora a la excelencia, por eso pretendo unirme a algún grupo amateur, de eméritos, que comparta mis aficiones musicales y poder cantar y tocar la guitarra allí donde no nos tiren tomates.

Tengo buena salud y todavía cuento con mucha energía para alguien de 65,  así que espero poder seguir haciendo todo esto que acabo de decir, durante muchos más años.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº116 oct2014.

 


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