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Robótica embrionaria selectiva

22 de Noviembre de 2019//
(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Desde que hace 40 años viera la luz el primer bebé probeta, más de ocho millones de personas han nacido en el mundo a partir de técnicas reproductoras asistidas. El aumento de la edad maternal y una ley menos restrictiva que en otros países han convertido a España en una potencia en el sector de la fertilidad, con más tratamientos per cápita que ningún otro país, algo que ha contribuido a impulsar considerablemente el desarrollo de la industria.

Tanto es así que Martin Varsavsky ha elegido Madrid como base de operaciones de su último revolucionario proyecto: Overture Life, una start-up dedicada al diseño y desarrollo de un robot que fabrica embriones humanos.

El empresario argentino, conocido por popularizar los lofts en Nueva York y revolucionar el sector de las telecomunicaciones en EE.UU. con Viatel y en Europa con Jazztel, Ya.com y Fon, comenzó a interesarse por el sector de la fertilidad cuando se encontró con dificultades para concebir un hijo. Este problema personal le llevó a fundar Prelude, que se ha convertido en la mayor red de centros de fertilidad estadounidense. Su principal ventaja diferencial es que ofrece a los padres la posibilidad de analizar su ADN y el de los embriones en busca de mutaciones genéticas, y así detectar anomalías cromosómicas. Los embriones sanos se seleccionan y los que presentan problemas se desechan. De esta forma se reducen considerablemente las posibilidades de que el niño desarrolle enfermedades genéticas.

Durante la reciente celebración del South Summit, Varsavsky detalló las ventajas y oportunidades de testear genéticamente los embriones y el ahorro de costes –emocionales, sociales y económicos- que este procedimiento implica a largo plazo.

Tecnología que crea familias

Prelude Fertility se ha convertido en la mayor red de centros de fertilidad de Estados Unidos, pero ahora nuestra idea es llevar al siguiente nivel uno de los aspectos clave de la fertilidad asistida: la creación de embriones. Y para conseguirlo hemos fundado Overture, una start-up con sede en Madrid que, en colaboración con expertos de Cambridge, trabaja en el diseño de robots capaces de fabricar embriones.

Los seres humanos estamos biológicamente programados para ser padres antes de cumplir los 30, pero hoy en día lo más habitual es que las personas se planteen tener un hijo entre los 30 y los 45 años. Sin embargo, el porcentaje de fracasos en esta franja de edad es del 30%. Afortunadamente, la tecnología nos permite ayudar a la gente a tener bebés.

El año pasado en Estados Unidos el 20% de las mujeres que cumplieron 45 años no habían tenido hijos, y otro 22% tenían sólo uno, aunque la mayoría de las mujeres confesaba que les hubiera gustado tener dos o tres niños.

Se trata de un problema que no es sólo biológico, sino que también pasa por la falta de información. Es cierto que algunas mujeres de 45 años tienen bebés sin ningún tipo de ayuda, y esto lleva a pensar que es fácil hacerlo y que sólo se necesita estar sana y en buena condición física. Pero pocos saben que el verdadero problema se encuentra en la obsolescencia de los óvulos.

Dos óvulos de una mujer de 25 años equivalen a cuatro de una de 30, a 10 de una mujer de 40, y a 45 de una mujer de 42 o 43 años. A partir de esa edad es tremendamente difícil conseguir un embarazo.

Una concepción segura y racional

El índice de natalidad en España es uno de los más bajos del mundo. Las mujeres tienen pocos hijos y, además, posponen mucho la maternidad, lo que complica tremendamente el proceso. Por eso, se ha convertido en el país del mundo con mayor porcentaje de fertilización in vitro per cápita. En Estados Unidos se realizan 220.000 tratamientos anuales para una población de 330 millones de habitantes, mientras que en España se contabilizan 110.000 ciclos de fertilización para 45 millones de personas. Hoy en día las parejas quieren vivir mucho antes de ser padres, y a la hora de plantearse esta opción se encuentran con verdaderos problemas. Sin embargo, utilizando la tecnología es posible tener hijos de forma segura y racional.

Existen varias fórmulas para concebir niños en la actualidad, aunque una de las más conocidas es la congelación de óvulos. Esta tecnología funciona relativamente bien, pero no ofrece ninguna garantía. El no hacerlo, en cambio, reduce enormemente las posibilidades de embarazo.

Criogenizar óvulos no es tan sencillo como congelar esperma, pero no es difícil ni doloroso comparado con el embarazo y el parto. Mi mujer congeló sus óvulos y hemos tenido tres hijos. 

Sin embargo, se trata de un proceso con un elevado porcentaje de incertidumbre estadística. Todavía hoy estamos intentando comprender cómo Donald Trump ganó las elecciones teniendo sólo un 10% de posibilidades, y lo mismo ocurre con las mujeres de 40 años a la hora de tener hijos: las hay, pero muy pocas y es difícil.

Vivimos en una sociedad donde el porcentaje de accidentes de avión es muy escaso y los coches se estropean muy poco, pero el porcentaje de fracaso a la hora de tener niños es del 30%, y esto es algo penoso.

Un robot para crear bebés

El proceso de creación de bebés en laboratorio hoy en día es puramente artesanal, y lo realiza un embriólogo al recoger los espermatozoides en una pipeta para introducirlos después en el óvulo.

Los laboratorios realizan continuamente este proceso, tanto es así que uno de cada 10 niños que va a la guardería hoy en Madrid procede de una clínica de fertilidad. Esta técnica es ya tan habitual que a la hora de explicar a los niños de dónde vienen los bebés resultaría más fácil decirles que se crean en un laboratorio en vez de detallar el proceso biológico de la concepción.

El equipo de expertos de Overture, repartido entre Madrid y Cambridge, está trabajando en el diseño y desarrollo de un robot capaz de crear embriones. La idea es automatizar el laboratorio de embriología para que en vez de tener unas instalaciones de 300 metros cuadrados con muchas personas trabajando en las diferentes fases -recogida de esperma, extracción de óvulos, criogenización, extracción de liquido folicular y búsqueda de óvulos, incubación, inseminación, cultivo o testeo genético- se pueda introducir el esperma y los óvulos en una máquina y obtener unos óvulos genéticamente testados.

Uno de los aspectos más controvertidos de este proceso es el de los test genéticos. Es habitual pensar que las personas únicamente quieren tener un bebé, pero la realidad es que lo que desean es tener bebés sanos.

Se conocen más de 6.000 enfermedades monogénicas causadas por la mutación de un gen que hereda el bebé y que afectan a uno de cada 200 nacimientos. Son niños abocados a padecer fibrosis quística, anemia, ELA, hemofilia...

También existen enfermedades más complejas en las que influyen muchos genes como, por ejemplo, los trastornos mentales severos, que podrían tener origen genético, aunque no está científicamente demostrado cómo se originan y cuáles son las causas. 

El objetivo de diseñar un aparato que crea embriones humanos es que éste pueda crear embriones sanos para que los niños nazcan sin problemas o, al menos, incrementar las posibilidades de que así sea.

Mi último hijo, Ben, tiene ahora dos años y medio. Cuando decidimos tenerlo yo ya era padre de otros seis hijos y era bastante mayor, lo que me llevó a preocuparme por su estado de salud.

Como dice la expresión, uno es tan feliz como su hijo más triste. Cuando se tiene un hijo con un problema de salud importante, y que puede ocasionarle la muerte durante su infancia, uno está triste y preocupado. Normalmente los padres se obsesionan con estas situaciones y se focalizan en el niño enfermo. Las consecuencias para el entorno, la familia y el resto de hermanos nunca son positivas. Por tanto, yo considero que los test genéticos para hacer bebés sí tienen sentido.

Embriones genéticamente seleccionados

A menudo me preguntan si mi empresa se dedica a hacer bebés de diseño. Pues bien, la  respuesta es muy sencilla. No hacemos bebés más guapos, más inteligentes o más altos, creamos bebés con una serie de condiciones que evitarán el desarrollo de graves enfermedades en el futuro. Son muchos los que se oponen a la fecundación in vitro como concepto, pero otras personas únicamente se oponen al test genético.

A menudo las mujeres embarazas se realizan la amniocentesis. Esta prueba únicamente puede llevarse a cabo hasta los cuatro meses de gestación -límite legal para abortar- y a veces los resultados obligan a interrumpir el embarazo, porque el feto no es viable. Es una situación muy triste que nos plantea una nueva realidad: la posibilidad de seleccionar genéticamente a los embriones y así evitar determinadas consecuencias. Por eso, creo que antes de emitir un juicio negativo sobre los test genéticos deberíamos considerar todos los factores.

Entiendo a las personas que por cuestiones religiosas están en contra de estas alternativas, pero nosotros únicamente ofrecemos la posibilidad de elegir.

Personalmente creo que testar genéticamente a los embriones es una gran oportunidad que tendrá un enorme impacto social, ya que puede ahorrar los elevados costes que tienen las enfermedades graves a nivel médico, familiar y social.

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha calculado que el tratamiento de un bebé que desarrolla una enfermedad genética severa supera el millón de dólares. Las enfermedades genéticas sólo son un 2% de las enfermedades pediátricas, pero representan un 22% de los costes y de los cuidados sanitarios.

Estoy convencido de que existen numerosos incentivos económicos, sociales y emocionales para aconsejar testar los embriones. Y nuestro deber no es sólo crear embriones, sino hacerlo evitando en la medida de lo posible que desarrollen enfermedades genéticas y hereditarias.

Seguro que muchos lectores se han sentido decepcionados porque he hablado de hacer bebés sin aludir al sexo, pero es que estoy convencido de que el sexo, aunque es maravilloso, no es la mejor forma para concebir hoy en día si se tienen entre 30 y 45 años.


Martin Varsavsky, CEO de Overture Life, presidente de Prelude Fertility 

Texto publicado en Executive Excellence nº 162, nov. 2019