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Felicidad: un estado poliédrico

02 de Diciembre de 2019//
(Tiempo estimado: 5 - 10 minutos)

Profesor y escritor con doble nacionalidad, estadounidense e israelí, Tal Ben-Shahar brilló con luz propia en EnlightED, la conferencia internacional que debate sobre la educación en la era digital, recientemente celebrada en Madrid. Sus libros han sido traducidos a 25 idiomas, entre ellos los bestsellers Happier y Being Happy. Especializado en Psicología Positiva, sobre esta materia inició en 2006 un seminario en la Universidad de Harvard. Aunque inicialmente apenas asistieron una decena de alumnos, no tardó en convertirse en la asignatura con mayor número de estudiantes de la historia de Harvard.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Coincidimos con Paul Polman en el Global Peter Drucker Forum, justo el día anterior al anuncio de su retirada como CEO de Unilever, y allí nos contó una experiencia que tuvo con el exprimer ministro israelí Shimon Peres un año de su fallecimiento en 2016. En aquellos momentos, Peres tenía 90 años, pero la percepción de Polman era que se trataba de la persona con el espíritu más joven que jamás había conocido. A ese comentario, Peres le respondió: “Siempre que la lista de cosas que quieras hacer sea mayor que la lista de cosas que ya has realizado, permanecerás joven”. ¿Cómo afecta a los niveles de felicidad el plantearse mirar siempre al futuro con optimismo?

TAL BEN-SHAHAR: Hay esencialmente dos escuelas de pensamiento dominantes. Una sostiene que la felicidad es algo que está directamente relacionado con estar siempre orientado a objetivos, a tener esa larga lista de cosas que uno desea hacer, y hasta cierto punto, viviendo en el futuro. Es una escuela muy asociada con el mundo occidental.
Luego está la mentalidad oriental, cuya escuela de pensamiento –en líneas generales, pues hay muchas excepciones–, nos explica que mirar al futuro no aporta felicidad. Conseguir objetivo tras objetivo hace que las personas puedan tener mucho éxito, pero que al final no se sientan felices, sino más bien miserables. Por lo tanto, la respuesta no es tener y alcanzar objetivos, sino que para esta corriente la esencia de la felicidad radica en el momento en que vives, aquí y ahora.

Para mí, y basándome en la investigación, la felicidad reside en la combinación de futuro y presente. Esa lista de cosas que hacer es lo que da significado a nuestra y vida, nos da las razones para levantarnos cada mañana y nos mantiene jóvenes. Pero, al mismo tiempo, una vez que tenemos esos objetivos fijados es importante dejarlos ir y aprender a focalizarnos en el viaje, en el presente. Digamos, por ejemplo, que tengo por objetivo escribir un libro –algo que me ha ocurrido en varias ocasiones–. Una vez que he establecido esa meta, simplemente debo centrarme en escribir, en disfrutar del camino; porque si estoy pensando si cumpliré los plazos de entrega, si tendrá la calidad adecuada, si se venderá bien, si conseguirá buenas críticas, etc., y continúo focalizado en relación a ese libro hacia el futuro, no disfrutaré del momento.

Por eso es muy importante tener objetivos a futuro, pero al mismo tiempo aprender a relajarse y deleitarnos con el presente. De esta forma, combinamos un destino que tiene valor para nosotros con el disfrute del viaje.

F.F.S.: El empresario Peter Diamandis explica que la interfaz cerebro-ordenador no es ciencia ficción, sino algo muy próximo; y cada vez sabemos más sobre el cerebro y su funcionamiento. Por otro lado, en management hay una escuela que dice que aquello que no se puede medir, no existe. ¿Seremos capaces de medir los procesos químicos y biológicos que ocurren en nuestro cerebro y que reflejan los efectos de la felicidad, de manera que a través de esa interfaz mente-ordenador podamos llegar a “administrar y gestionar la felicidad”, o al menos combatir enfermedades como la depresión?

T.B-S.: En realidad ya sabemos cómo medir la felicidad. Sabemos qué imagen tiene un cerebro feliz y cómo es un cerebro deprimido. De la misma forma que sabemos cómo es un cerebro que tiene compasión o el de un sociópata.

Puedo imaginar un día, no lejano, quizás dentro de 10 años, en el que uno regrese a su casa deprimido por el día de trabajo y se meta en una máquina o se coloque un aparato para sentirse mejor. Sin embargo, esto también será algo problemático, pues aunque evitará el sufrimiento a muchas personas, a largo plazo evitará el aprendizaje y el crecimiento en gran manera. No podemos obviar que algunas de las lecciones más importantes que aprendemos provienen de experiencias difíciles.

F.F.S.: Hace más de tres décadas tuve la oportunidad de conocer al primer ministro israelí, Yitzhak Shamir. Recuerdo que era una persona muy intensa, que generaba mucho respeto –a pesar de ser pequeñito–, y me comentó algo muy interesante: “La verdadera felicidad sólo proviene del esfuerzo, el trabajo y el sacrificio. Las personas no valoran las cosas si realmente no han tenido que luchar por ellas”. Hoy vivimos en una sociedad que busca la satisfacción inmediata. ¿Genera este proceso una sensación de intensa felicidad?

T.B-S.: Cuando hablamos de máquinas que serán capaces de introducir la felicidad, presumo que podrán simular los efectos que se generan cuando uno ha trabajado intensamente para conseguir un objetivo, y lo alcanza. De ese modo, podríamos argumentar que serán máquinas que nos hagan felices; pero aun con esos recursos para poder llevar una vida feliz, esta tiene que ser una vida de trabajo intenso e inversión en algo. Dicho de otra manera, la base de la felicidad es la dedicación.

F.F.S.: Amin Toufani, profesor de Singularity University, habla de una crisis de la imaginación. Según él, gracias a las tecnologías exponenciales, hoy tenemos un alcance que excede a nuestra imaginación, y podríamos hacer mucho más de lo que hacemos. En su opinión, el riesgo más importante al que nos enfrentamos es el no pensar suficientemente a lo grande. Como decía Schopenhauer, “el talento permite alcanzar objetivos que otros no pueden alcanzar; el genio permite alcanzar objetivos que nadie puede ver”. ¿Qué es lo que no somos capaces de vislumbrar, desde la perspectiva de la felicidad, en nuestra sociedad?

T.B-S.: Una de las cosas que no estamos viendo es el impacto que la tecnología está teniendo sobre nuestra generación. Cada vez son más quienes hablan de ello, pero hablar no es realmente analizarlo en profundidad. De ser conscientes de sus consecuencias, actuaríamos y nos pondríamos en marcha para poner remedio.

En términos de felicidad, la desconexión entre las personas por un mal uso de la tecnología es radical. Los niveles de depresión están creciendo exponencialmente, al igual que los de suicidio, y en buena parte se debe a que no hemos aprendido a utilizar bien la tecnología, que puede ser maravillosa. Gracias a ella, yo doy clases a miles de alumnos de todo el mundo; pero estar conectado cuatro horas diarias en vez de interactuando directamente es un problema.

La interacción online no es ningún sustituto de la interacción directa entre las personas. Esas relaciones verdaderas, cara a cara, son de suma importancia.

F.F.S.: En el congreso TED2019 de Vancouver, Matt Walker, profesor de Neurociencia en la Universidad de California, hablaba de la importancia que tiene el sueño para nuestro bienestar fisiológico y psíquico. ¿Existe una relación directa entre sueño y felicidad?

T.B-S.: Hay una verdadera conexión que también implica a la tecnología. Cuando las personas tienen sus teléfonos móviles encendidos a las 11 de la noche, están luchando contra su naturaleza, que lo que necesita a esa hora es que las luces estén apagadas y dormir.
El precio que pagamos por esta falta de sueño es extremadamente elevado. Los niveles de energía caen, aumentan las posibilidades de estar enfadados y de experimentar depresión, y además es mucho menos frecuente que tengamos grandes ideas si no dormimos lo suficiente. La falta de sueño, en términos de capacidad de procesos de información, tiene mucho impacto. Prácticamente todos los parámetros sufren: las relaciones con otros, nuestro rendimiento en el trabajo y, por supuesto, los niveles de felicidad.

F.F.S.: La mayoría de los medios de comunicación transmiten noticias negativas y afirman que vivimos tremendos momentos de dificultad; pero los hechos demuestran lo contrario. Si nos fijamos en los niveles de pobreza extrema, se han reducido en un 50% en la última década. Pero simplemente, preferimos focalizamos en los aspectos negativos. ¿Por qué sucede esto y cómo nos impacta?

T.B-S.: El psicólogo Steven Pinker ha realizado muchos trabajos que analizan esta negatividad de una forma muy inteligente, y les recomiendo sus libros. Como seres humanos, tendemos a centrarnos en aquello que no funciona; es parte de nuestra herencia evolutiva. ¿Por qué? Le pondré un ejemplo: dos personas andando por el campo escuchan un ruido a sus espaldas. La persona que se centra en los aspectos positivos piensa que es el viento haciendo música, mientras que su acompañante cree que un león está detrás de ellos. El pesimista sale corriendo, y sobrevive. Este proceso ha ocurrido generación tras generación, siempre se ha producido esta especie de evolución con una selección natural.

Hoy nuestros cerebros son los mismos que los que teníamos cuando vivíamos en las junglas y en los desiertos. Son cerebros que se centran y focalizan en lo negativo y, aunque desde luego es necesario resaltar las cosas que no funcionan y que son mejorables, también necesitamos dedicar tiempo a apreciar lo que tenemos.
Una de esas frases que repito constantemente a mí mismo y a mis estudiantes es que “cuando uno aprecia lo bueno, lo bueno se aprecia”. Si uno aprecia lo bueno en su vida, en el mundo, obtiene más de ello y es más abundante. La conexión entre ambas apreciaciones es importante. Estos aspectos están apoyados en investigaciones que demuestran que quienes aprecian lo bueno que tienen en su vida acaban teniendo más éxito. Los niños que son capaces de apreciar y ser apreciados por sus progenitores acaban teniendo mejores resultados. Las organizaciones donde impera una cultura de la apreciación consiguen mejores rendimientos.

F.F.S.: También está demostrado que hay cualidades más presentes en las mujeres, como la empatía, que afectan positivamente a los entornos laborales. Sin embargo, en sitios como Silicon Valley ellas brillan por su ausencia y predomina una misógina cultura BRO. ¿Cómo se deben gestionar estos aspectos?

T.B-S.: En los últimos años se están realizando cada vez más investigaciones que demuestran que los equipos que incluyen a mujeres tienen más posibilidades de éxito y mayor creatividad, además de una duración a largo plazo superior, pues registran menos rotación. Por eso, si queremos realmente alcanzar el potencial inherente dentro de las organizaciones, tenemos que generar más diversidad, ya sea de género, de pensamiento, cultural... No queremos réplicas, tenemos que intentar conseguir originales.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº162 noviembre 2019