AMETIC: trabajando por una tecnología digital y sostenible

23 de Junio de 2014//
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En diciembre de 2012, José Manuel de Riva Zorrilla fue elegido presidente de AMETIC, sustituyendo en el cargo a Jesús Banegas. Ingeniero Industrial, especializado en Organización Industrial por la ETSII de Madrid, diplomado en Administración de Empresas por la UPM y doctorando en Ingeniería Industrial, De Riva comenzó su trayectoria profesional en el año 1975, pasando, tras una breve estancia en IBM, a Unión Eléctrica como responsable Informático en el área Económica Financiera y Comercial.

En este período, en paralelo a su actividad profesional, inicia su trayectoria docente en la ETSII de Madrid y se introduce en el mundo de la inteligencia artificial como director de Proyectos del Instituto de Ingeniería del Conocimiento, instituto promovido por la UAM e IBM. 

En 1985 crea Informática Gesfor, empresa matriz del Grupo Gesfor, un grupo multinacional enfocado a la consultoría y servicios en las Tecnologías de la Información y RR.HH. 

Durante el Georgetown Global Forum: “Momento España”, celebrado en Madrid el pasado mes de mayo, tuvimos oportunidad de verle moderar el panel “Innovación: ingrediente clave de éxito para una promesa país”, formado por altos directivos de entidades como Telefónica, Iberdrola, Técnicas Reunidas, ideas4all, Grupo Amadeus y COTEC. Días después, nos concedió la siguiente entrevista. 

EXECUTIVE EXCELLENCE: Salim Ismail, cofundador de Singularity University, nos comentaba que la evolución tecnológica va a tal velocidad que los entornos de decisión gubernamentales son incapaces de apreciarla, e incluso de aprovecharla adecuadamente. ¿Cómo podemos salvar ese desequilibrio? ¿Hasta qué punto esto supone un lastre para el sector de las TIC en España y resta competitividad al país?

JOSÉ MANUEL DE RIVA: Estoy totalmente de acuerdo con la opinión de Salim Ismail. No hay un paralelismo entre la evolución tecnológica y lo que perciben, aprovechan o adaptan de esta evolución nuestros gobiernos. Evidentemente, hay excepciones, pero no es el caso de España ni posiblemente tampoco de los países de nuestro entorno.

En general, las Administraciones adolecen de una preparación –no solo tecnológica, sino también en otros ámbitos– para ser capaces de percatarse y aprovechar el enorme potencial que esta evolución supone para la economía, las empresas y, en general, para la vida de las personas. 

Además, diría que se da una cierta reticencia por su parte, al no querer asumir riesgos ni salir de su zona de confort. De hecho, el impulso a la innovación no se hace de una manera sistemática por parte de todos los organismos de las Administraciones, cuando la innovación debería estar en la hoja de ruta y en el foco de cualquier gestor y entidad, sea pública o privada. 

Esto se traduce en algo que venimos reivindicando desde AMETIC desde hace tiempo, como es la compra pública de tecnologías innovadoras –que son emergentes y todavía no están consolidadas en el mercado–, como motor e impulso a aquellos productos, desarrollos o ideas, en definitiva a aquellas innovaciones, que se está generando en la sociedad y que necesitan una oportunidad para demostrar su viabilidad económica y operativa.

En España, la compra pública innovadora es muy restrictiva. Las personas que toman las decisiones temen asumir riesgos, por eso acaban comprando tecnologías ya consolidadas y, casi siempre, por lo menos en nuestro sector, procedentes de fuera, lo cual resta oportunidades a las nuevas tecnologías domésticas. 

E.E.: Juan Antonio Zufiria (IBM) nos comentaba que es una lástima que proyectos de innovación de impacto global, como el de smart city, no se estudien en profundidad en el entorno español. ¿Cómo trabaja la asociación para dar más visibilidad a esos ejemplos positivos?

J.M.R.: AMETIC preside el Comité de Smart Cities de CEOE y lidera la alianza Inercia, una iniciativa global e integradora que ya ha ganado la adhesión de los principales sectores industriales vinculados a las ciudades inteligentes. Nuestro compromiso es total con este concepto, pues podría revolucionar la industria del país al tiempo que podría hacer nuestras ciudades mucho más sostenibles. 

El Gobierno dice estar trabajando en el tema. Y no lo dudamos. Pero remitiéndome a mi respuesta anterior y teniendo en cuenta que AMETIC lleva hablando sobre estos temas desde hace casi 10 años, la respuesta de la Administración no es contundente, sino que se limita a pequeños pilotos, pequeñas pruebas sin masa crítica y unas apuestas de muy baja intensidad dentro de la Agenda Digital Española. El Ministerio desde hace un año nos ofrece colaborar en la Alianza Inercia y aún seguimos esperando una postura definitiva por su parte. Mientras tanto, el resto del mundo ha tomado conciencia de la oportunidad y esto, nos tememos, será el enésimo tren perdido por la industria tecnológica española.

Una de las funciones de AMETIC en relación al desarrollo, conocimiento e impulso de la economía digital en nuestras empresas es dar a conocer aquellos casos de éxito en los que se han demostrado, de manera palpable, mejoras en los servicios a los ciudadanos, en el rendimiento, en la productividad, etc.

También tenemos una larga trayectoria en la concesión de premios y reconocimientos, lo cual aporta mayor visibilidad, al igual que en la difusión de estos casos de éxitos y otras muestras positivas por parte de las propias comisiones y áreas que componen los diferentes sectores en los que se estructura la asociación, cuyo fin es el impulso de las TIC en la sociedad española a todos los niveles.

La labor de información de los proyectos europeos innovadores es otra de las funciones de AMETIC. Contamos con un importante área de I+D+i que trata de ayudar a las empresas a desarrollar proyectos e ideas con el apoyo de programas públicos o público-privados de fomento de la innovación, enfocados especialmente hacia Europa. De esta manera, llevamos a las empresas a participar en consorcios europeos de proyectos de inversión en I+D+i. Ahora mismo, el programa Horizonte 2020 tiene unos objetivos ambiciosos, dispone de fondos europeos y representa una grandísima oportunidad para que España pueda coger el tren de la innovación. Evidentemente, este programa se orienta a muchos sectores, no solamente a las TIC, aunque ocupen una parte muy relevante. En cualquier caso, la economía digital va a ser clave en el futuro de Europa. 

E.E.: Recientemente se aprobaba la Ley General de Telecomunicaciones de la que el Ministerio dice que “es un instrumento de primer orden para llevar a cabo reformas estructurales en uno de los sectores llamados a ser palanca de la recuperación de España”. En líneas generales, ¿cómo valoran esta Ley desde la asociación? ¿Qué cambios supone? ¿Cuáles son esas reformas estructurales pendientes?

J.M.R.: La Ley ha sido aplaudida por las empresas, de hecho, hemos colaborado en su redacción y creo que se han tenido en cuenta nuestras propuestas. Fundamentalmente, esta Ley trata de liberalizar y agilizar el despliegue de infraestructuras de telecomunicaciones, eliminando barreras, disparidades entre las distintas autonomías, y pretendiendo simplificar los trámites. Decir que esto va a ser clave en la recuperación me parece un poco excesivo, porque no hay que olvidar que esta Ley se basa fundamentalmente en un esfuerzo inversor privado, es decir, de las empresas, y en que estas normas se trasladen eficazmente a las ordenanzas municipales, que llevará un tiempo. La ley es un inicio pero quedan muchos aspectos prácticos por desarrollar. Y mientras tanto otros países siguen avanzando, particularmente Estados Unidos y Asia. La regulación nos pone un marco para asumir riesgos, compromisos, e invertir dinero con un retorno que siempre es cuestionable, pero igualmente lo aplaudimos.

Sin embargo, esto no es lo único que hace falta para que el mercado de las TIC se liberalice e impulse. Desde nuestro punto de vista, existen otros temas que están insuficientemente definidos, como el dividendo digital y la liberalización del espectro para la banda ancha, para la 4G, y para dar cabida a futuros usos del espectro. 

A pesar de que esta Ley se valora bien, no es asumible la alta fiscalidad que las telecomunicaciones soportamos en España, fundamentalmente por una cuestión absurda y ajena (como es financiar el que RTVE haya dejado de percibir ingresos por publicidad; algo que al final acaba pagando el consumidor y frena el desarrollo). 

Igualmente, estamos pagando los contenidos digitales de producción audiovisual de las empresas que transmiten señales a través de fibra, dando a entender que eso es un impuesto que nos grava por algo que no tiene que ver con nuestro negocio. Si hay contenidos en español y el usuario los quiere, los emitiremos, igual que si muestra interés por contenidos de otra naturaleza. Ahora también se pretende que las empresas asumamos la financiación de la producción audiovisual en catalán, a través de la tasa catalana; otra imposición al acceso a Internet, no solamente para hogares sino para pymes. Un acceso que es absolutamente trascendental, tanto en el entorno fijo como móvil. A esto se suma el abuso por parte de algunos municipios, que se aprovechan de la necesidad de transmisión de señales que tenemos los ciudadanos, y gravan fuertemente los despliegues de infraestructuras, como si el espectro fuera de su pertenencia, obviando que las telecomunicaciones son una competencia del Estado, no de las comunidades autónomas ni los municipios. 

Más allá de una Ley General de Telecomunicaciones, son necesarias políticas de reindustrialización para desarrollar la industria de las TIC propia en España. Debemos lograr que las empresas españolas sean players capaces de jugar en el tablero global y tener capacidad de ofrecer productos y servicios a nivel mundial. Desgraciadamente, el apoyo público a la industria de las TIC en España es muy escaso. Sobre todo teniendo en cuenta que representamos aproximadamente el 8% del PIB y otros sectores de menos peso atraen mucha más atención que el nuestro. No digo que su desarrollo sea exclusivamente responsabilidad del Gobierno, pero dado que gran parte del sector está regulado y que gran parte del resto del sector no regulado sirve al regulado, las decisiones políticas influyen de manera drástica y, sin duda, sería beneficioso para el país un giro hacia un enfoque mucho más productivo para desarrollar tecnologías propias, lo cual pasa por contar con planes y políticas proactivas que fomenten la innovación y la inversión. 

Además de las smart cities existen otros ejemplos, como la creación de centros de desarrollo software que hagan desde España el trabajo para fuera, ya que en ese sentido somos un país competitivo y con una mano de obra cualificada que podría hacerlo muy bien; así como el fomento de la internacionalización y de tecnologías concretas. España tiene algunos buenos productos, pero muchas veces no somos capaces de llegar a tener éxito por todas las barreras que existen alrededor del mundo de las TIC, especialmente para las startups. De hecho, tenemos muy pocas empresas de base tecnológica innovadoras. Por eso, consideramos que el Gobierno tiene que aportar su grano de arena con claridad y rotundidad.

E.E.: Recientemente, el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, explicaba cómo la actuación del Gobierno como catalizador de muchos de los grandes contratos de infraestructuras concedidos a multinacionales del país por todo el mundo, ha incentivado el que estas trabajen con otras empresas españolas en el proceso de la subcontratación. Es decir, subcontrataciones que antes se realizaban de una forma local ahora se pueden hacer con empresas españolas, gracias a ese efecto tractor. ¿Se echa de menos este mismo planteamiento en el desarrollo del sector de las TIC?

J.M.R.: Las grandes infraestructuras (proyectos como el AVE, la red de autopistas y autovías, etc.) son una muestra de cómo la Administración ha catapultado a la industria española de la construcción y servicios relacionados, tanto de ingeniería como de control de calidad. Incluso, nos hemos convertido en líderes globales. 

Sin embargo, en el mundo de las TIC esto no ha sucedido. También es cierto que no existen proyectos de dimensión similar, aunque sí hay casos muy relevantes, como el de la administración electrónica, la Seguridad Social, Hacienda y la Sanidad en algunas autonomías, aunque cada una tiene su propio sistema sanitario y mucho me temo que así sucederá con las ciudades inteligentes, pues de momento se han puesto en marcha algunas iniciativas sin coordinación. La interoperabilidad entre sistemas es uno de los grandes retos.

Creo que el Estado debería hacer una gran apuesta usando proyectos pilotos en ciudades de distinta dimensión, que sirvieran como proyectos tractores y tuvieran como base el crear estándares, crear escuela, crear conocimiento y aprendizaje para luego proyectarlo hacia otras ciudades, dentro y fuera de nuestro ámbito. 

Podríamos decir que hoy la propuesta de smart city es más un concepto tecnológico, donde existe un “pegamento” común, que son las telecomunicaciones, con el objetivo de poder gestionar toda la información intemporal y los datos transmitidos por los diferentes dispositivos, sensores y señales. Desde AMETIC hemos creado una alianza para el desarrollo de las ciudades inteligentes entre asociaciones de distintos sectores, pues están implicados ámbitos como el alumbrado, los residuos, la seguridad, la sanidad, la movilidad, el tráfico… La realidad es que actualmente todo está descabalado y el Gobierno, al que ya le hemos expuesto la situación, no se muestra demasiado sensibilizado ni interesado por este asunto, que evidentemente exige un desarrollo a largo plazo. El problema es que nuestros gobernantes no tienen la innovación y el futuro en su hoja de ruta, sino que están más preocupados por el corto plazo, y por desgracia considerando más el calendario electoral más que cualquier otro tipo de agenda.

E.E.: Un directivo del sector TIC nos explicaba que actualmente hay casi 700 ordenanzas municipales diferentes en España para regular los requisitos relativos al despliegue de las redes móviles sobre las antenas. ¿Sería importante adoptar la normativa europea para normalizar el sector?

J.M.R.: Es una cuestión muy seria, porque, según los datos que manejamos en AMETIC, son casi 900 municipios los que tienen establecidas normas al respecto. Y esto es algo que responde puramente a fines recaudatorios, lo que demuestra es que no interesa la tecnología, no interesa que haya repetidores, antenas, filtros…, sino que lo único interesante es conseguir dinero. 

Además, por alguna razón, existe la creencia errónea de que nuestro sector es muy rentable, que ganamos mucho dinero en nuestras empresas y somos la élite, cuando no es así. Nuestro negocio es intensivo en el uso del capital, en la inversión en innovación y los beneficios obtenidos se dedican en una buena parte al servicio de la deuda que nos apalanca…, y todo ello en un negocio donde cada vez ofrecemos más por menos. Está muy instalado este concepto en la sociedad y es un error. Este sector es el que más valor agregado genera a nivel mundial y debería mimarse mucho más, pues la realidad es que nos sentimos francamente maltratados. 

Por supuesto, nos hemos visto afectados por la crisis y tenemos dificultades para invertir, para retornar el capital invertido; más aún teniendo en cuenta que hablamos de un sector muy intensivo en capital, muy maduro y enormemente competitivo, con lo cual los márgenes han caído. 

Es cierto que hubo una “época dorada”, en la que el desarrollo del mercado fue muy grande y crecíamos a doble dígito, pero se trata de un efecto aparente en el que el crecimiento de la demanda superó nuestras expectativas y las cosas ocurrieron antes de lo esperado, pero una vez alcanzado el tope de mercado, estos crecimientos desaparecieron también antes de lo esperado y, por causa de la crisis, en los últimos años el mercado se ha contraído. A pesar de esto, se nos pide que sigamos invirtiendo: en banda ancha, en 4G, en fibra…, pero eso supone fortunas, sin olvidar que, en el ámbito empresarial, la tecnología –que ha traído ventajas y ahorros– también sigue demandando proyectos de gran riesgo. Me gustaría recalcar esto, porque se piensa que invertir en TIC para desarrollar un proyecto, sobre todo a nivel empresarial, es algo relativamente estándar, pero no es así. Se trata de proyectos que muchas veces fracasan, porque son complejos. Cuando se adopta una determinada tecnología, especialmente si es muy novedosa, se asume un riesgo elevado.

E.E.: Si hace una década la rentabilidad de las operadoras estaba en ser propietaria de la vía de transmisión, ahora lo está en los servicios que transporta. ¿Cómo ha afectado este cambio?

J.M.R.: Efectivamente, las operadoras han sufrido una transformación. A algunas las ha pillado con el paso cambiado y otras han sabido adaptarse y evolucionar. Pero no se trata necesariamente de un enfoque alternativo, sino complementario. La sociedad sigue sin entender que cada avance en los servicios se debe a inversiones enormes en infraestructuras, nuevas tecnologías de comunicación, nuevos procesadores, nuevos dispositivos, nuevo software…, y esto lo está abordando la industria. Y puesto que es preciso hacer negocio para sobrevivir, obviamente, las empresas del sector están afrontando de nuevo enormes riesgos, fusiones, inversiones… Un mercado muy complicado, en resumen, de alta inversión, de alto riesgo y de generación de valor y empleo. Ahora mismo, en el mundo de las telecomunicaciones o de la transmisión de señales, quienes tienen los contenidos son los que consiguen mayor retorno. Si comparamos el valor de una gran telco hace 10 años, con su valor actual versus el valor de las grandes operadoras, la transformación ha sido brutal. Gente que ha invertido muy poco, al menos en comparación con lo invertido por los otros, donde todo su secreto ha venido por el talento, por el momento, por una idea feliz que ha triunfado y ha transformado la manera de trabajar de muchas personas, son quienes están consiguiendo los mayores retornos. Es un modelo claramente desequilibrado y errático, donde a los que tienen que hacer la gran inversión cada vez se les pide asumir más riesgo con menos retorno. La solución es difícil, aunque desde AMETIC tratamos de impulsar que se pueda lograr ese equilibrio. Lo que parece obvio es que un modelo en el que quien invierte no obtiene retorno y quien no invierte sí, resulta insostenible a corto plazo y letal a medio plazo. Todas las partes involucradas tienen razones de peso para defender sus modelos, por eso desde AMETIC trabajamos por un consenso que permita la viabilidad del ecosistema en su conjunto.

E.E.: AMETIC reúne a más de 3.000 empresas de muy diverso tamaño y capacidad. ¿Cómo se gestiona una asociación con tal disparidad de miembros de una manera ecuánime?

J.M.R.: Como bien dice, en la asociación somos una amalgama compleja que curiosamente convive de manera equilibrada. En AMETIC seguimos el principio de: una empresa, un voto. Es algo muy curioso, que no existe en otras asociaciones, que generalmente se basan en el peso de cada empresa miembro, en relación a su aportación. Aquí el voto de una pyme tecnológica de una pequeña ciudad vale lo mismo que el de una gran empresa como Telefónica o IBM. Creo que esto es algo admitido y valorado por todos.

Estamos organizados por sectores, dentro de los cuales las empresas gozan de una cierta autonomía. En mi opinión, esa es la clave: hacer y dejar hacer. AMETIC está divida en cinco áreas sectoriales, siendo la de las tecnologías de la información donde más abunda la pyme. Adicionalmente tenemos un área de Industria Electrónica, un área de Electrónica de Consumo, un área de Operadores de telecomunicación y una quinta área de Contenidos Digitales.

En otros países, las operadoras de telecomunicaciones no están unidas con sus proveedores, ni tampoco los informáticos con los que a su vez les contratan. Siempre ha existido un conflicto de intereses entre el tratamiento de la señal y los que la transportan. Sin embargo, en la asociación manejamos bien todo esto, porque existe un interés común entre las empresas, lo cual crea un buen clima. Al final, estamos por lo que nos une, no por lo que nos separa.

Como presidente, trato de representar a esa diversidad, escuchar a todos y defender aquello que es de interés común. Cuando hay algo que genera conflicto entre distintas familias o asociados, me tengo que abstener de tomar partido. También quiero resaltar que cuento con un gran equipo para gestionar todo el trabajo.

AMETIC es una asociación muy activa. Cada día estamos recibiendo llamadas e inputs, mandando comunicados al Gobierno, a las Administraciones Públicas, a la prensa; transmitiendo nuestra opinión sobre temas que tienen que ver con España y con Europa, como por ejemplo ahora el de la protección de datos y la privacidad. Yo tengo la teoría de que no se pueden poner barreras al campo y Europa no debería fijar políticas y normativas al margen del resto del mundo, porque eso nos haría quedarnos descolgados y perder el tren. Por otra parte, también hay que comprender que son juegos de intereses complejos, en un entorno que evoluciona muy rápido. Todo es complicado.

También queremos recalcar que nuestras posiciones, no están motivadas por un simple surtido ni de crítica ni de adulación. Sencillamente son posiciones de consenso de la industria, que unas veces pueden gustar más y otras menos, pero siempre con un objetivo que nos define como equipo: que la revolución digital no pase de largo y que España disponga de un auténtico plan de transición hacia la Economía Digital para un mejor futuro para las empresas, para nuestros conciudadanos y para las generaciones futuras.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº113 junio2014