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Talento colaborativo

27 de Octubre de 2016//
(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Bajo el título de Ranking del Talento, acabo de publicar un libro en colaboración con unos profesores de la Universidad de A Coruña –ellos se han encargado de las bases del algoritmo para el ranking– que presentamos recientemente en el Rectorado de dicha ciudad y que sostiene, entre otras cosas, que nos dirigimos a un mercado de trabajo totalmente distinto al de épocas pretéritas, en el que las plataformas nos facilitan, no solo distribuir el trabajo y acabar con muchos intermediarios del mundo laboral a nivel global, sino que nos permiten hasta rankear a los profesionales según una serie de criterios.

Detrás de todo, hay una plataforma que, mediante el “dichoso algoritmo”, determina cómo se hace. Por ello, en este artículo abordaré solo el tema de lo que hemos dado en llamar Talento Colaborativo; es decir, el que poseen nuestros hijos y sobrinos nacidos digitales y que ven en la colaboración su medio natural de relación y futuro de realización profesional.

La larga crisis que hemos sufrido y la pérdida total de confianza en las instituciones, la creciente preferencia de acceso frente a la tradicional propiedad, la mejor obtención de precios, los avances tecnológicos, el valor de la experiencia de un cliente cada vez más informado (de consumidores pasivos hemos pasado a creadores y colaboradores activos que esperamos ser parte de la experiencia de compra, y nuestra voz se convierte en el medio más eficaz de comunicación), y el número masivo de transacciones que permiten los nuevos marketplaces han posibilitado el alumbramiento de la llamada “peer to peer economy”, “sharing economy”, “on demand economy”, o lo que es lo mismo, de la economía colaborativa y el talento que opera en ella. 

Mientras esto sucede, las empresas se están transformando y abandonan la cultura de la posesión (propiedad), que aprisiona el futuro de las personas en las celdas de las decisiones del pasado, y acogen con los brazos abiertos la cultura del pago por uso, que se está dando en la sociedad en general. Entre otras cosas, porque las compañías, que cada vez necesitan talento más especializado y que están orientándose a trabajar en formato de proyecto, más que en descripciones de puestos de trabajo estancos, se plantean pasar de un modelo de “posesión” de los empleados (por medio de contratos laborales internos y fijos), a un modelo de servicio más flexible, que les permite disponer exactamente del talento que precisan y cuando lo necesitan: TaaS (Talent as a Service). 

Gracias a una mayor liquidez e interconexión instantánea y permanente del mundo, el trabajo ya se puede trasladar al sitio del planeta en que se puede hacer de manera más eficientemente, algo que, por cierto, ya recomendaban los economistas neoclásicos. Por ejemplo, ¿sabe quiénes son los Halcones Nocturnos? Este es el nombre que utilizan los médicos estadounidenses para nominar a los zippies –en este caso médicos radiólogos indios y australianos– a los que tienen subcontratada la lectura e interpretación de los escáneres TAC. Ya hay más de 50 centros de radiodiagnóstico solo en La India dedicados a este menester. Los denominan así porque la mayor parte de la actividad la realizan precisamente por las noches, mientras Occidente duerme; y estos, querido lector, son los denominados halcones nocturnos o zippies.

Zippy es un término usado para describir a una persona que hace algo por nada; es decir, sin pedir nada a cambio y colaborando por ayudar o simplemente por colaborar y recibir un mínimo reconocimiento o satisfacción personal. Es cualquier seguidor de la cultura libre, comida gratis, libros gratis, software libre; en definitiva, cualquier talento colaborativo es un zippy. 

El origen del término es una evolución de la palabra yippie, que fue acuñada por el Partido Internacional de la Juventud en los años 60 del siglo pasado. En los años siguientes, sobre todo en la segunda parte de la década de los 90, zippy se convirtió en un término utilizado para describir una persona muy técnica (technoperson), principalmente desde el punto de vista informático y de uso de Internet, en contraposición a los yuppies. El significado moderno de zippy fue un intento de Fraser Clark y otros, para crear una subcultura única de personas que combinara la techno de los 90 con la persona de los 60. 

Existen varias encarnaciones de zippies, generalmente armados con escudos sonrientes y manifestándose anti-yuppies abiertamente. Se encuentran fundamentalmente en China y Japón, donde varios grupos de jóvenes han tomado la bandera dejada por las agrupaciones anteriores. Escuchan principalmente la música para bailar, pasan el tiempo en los clubes y suelen beber bebidas sofisticadas y jugo de frutas, pero están permanentemente conectados. 

Son estos zippies, como los define el semanario indio Outlook, los que apuestan por quedarse con la mayor parte del trabajo táctico del mundo. Estos niños de la liberalización india –llamados así, porque es la primera generación que alcanza la mayoría de edad desde que La India abandonara el socialismo– son jóvenes de 15 a 25 años, perfectamente preparados que viven en zonas residenciales de las ciudades, pertenecen a la generación Net o Z, transpiran actitud positiva, rezuman ambición, dejan ver sus fuertes aspiraciones y, además, no lo hacen ni en catalán, gallego, vasco o castúo, sino en un excelente inglés. Con grandes aspiraciones y sin poner límites de horarios –para ellos una jornada laboral de 60 horas es a tiempo parcial–, están dispuestos a quedarse con cualquier tipo de trabajo que puedan hacer.

Si en los 60 fueron los hippies los que cambiaron los valores sociales de la época, y en los 80 la revolución de la tecnología alumbró a los yuppies que moldearon la economía de entonces; ahora llegan los zippies, que son una nutrida cohorte de población, algo así como el 54% de la población india. Es decir, unos 555 millones de indios son zippies en potencia, personas muy creativas, seguras de sí mismas y con desparpajo para ganarse el futuro, a los que les encanta ganar dinero y gastárselo. Y no solo existen en La India, también en China, Rusia, Europa del Este, América Latina y Asia Central. Son estos nuevos profesionales –ingenieros, matemáticos, químicos, gente de ciencias–, los que están dispuestos a trabajar mucho y disfrutar más, y amenazan con quedarse con gran parte del trabajo que se hace en un nuevo mundo líquido e hiperconectado. 

Nuevos colectivos

A la par que cambia el trabajo, cambian los colectivos de profesionales que comienzan a prestar servicios de manera distinta y a tener estilos de vida también diferentes. Aparecen, por ejemplo, los denominados Greyhoppers –en español podríamos traducirlos como “esperanzados grises”–, que son esas personas jubiladas pero que siguen en activo, que viajan a lo largo y ancho de este mundo, a las que les gusta tener garantizada la protección de su salud, tienen un alto poder adquisitivo, disfrutan viviendo en las grandes ciudades más que en el campo y suelen pertenecer a algún consejo de administración o advisory board de alguna compañía a la que prestan asesoramiento a tiempo parcial, o colaboran por muy poco con entidades educativas, tipo business school, o hacen lo propio con alguna ONG de forma totalmente desinteresada y aportando todo su expertise y networking.

En definitiva, la mayoría de las organizaciones, que han tenido que reducir sus plantillas a base de talonarios de oro, comienzan a calcular el coste de los despidos en sus proyecciones de crecimiento y se piensan mucho más que antes si para una iniciativa concreta deben ofrecer un contrato fijo o es mejor subcontratar alguna empresa especializada algún servicio, o buscar la colaboración de expertos freelancers, greyhoppers, silvepreneurs, etc., que le ayude a ejecutar proyectos o campañas especializadas. Les aseguro que el tema va por aquí; sino, fíjese en las multinacionales que animadas precisamente por los elevados costes del despido de la crisis, han congelado sus plantillas y tienen un importante número de trabajadores que pertenecen a pequeñas corporaciones, empresas de trabajo temporal o profesionales independientes, haciendo el trabajo que antes hacía el personal de su plantilla. 

Aparte de los greyhoppers, aparecen también los denominados silverpreneurs, gente que, como yo, hemos trabajado en grandes compañías, casi siempre multinacionales, la mayor parte de nuestra vida, pero que disfrutamos emprendiendo, porque lo divertido para nosotros es hacer cosas nuevas. Solemos ser personas que comenzamos una segunda carrera para ganar en calidad de vida y porque encontramos especialmente atractivo aportar toda nuestra experiencia y conocimiento profesional a nuevos proyectos.

Otros segmentos de talento colaborativos son los llamados adolescentes digitales (Communiteens), que son jóvenes altamente interrelacionados que desarrollan nuevas formas de relación y comunicación por lo que las empresas que quieran encontrarles deberán dirigirse al espacio donde se mueven, es decir, a las redes sociales. También podríamos señalar a los intermedios (In Betweens), esos jóvenes que se encuentran muy cómodos en los estatus intermedios y acostumbrados al cambio. Se adaptan desarrollando estrategias personales con las que vencer la incertidumbre. Normalmente, se mueven cerca de los trabajadores freelancers y de los trabajadores por obra. Por último, podríamos hablar de los jóvenes globalizados (Young Globalists), con experiencia internacional desde muy jóvenes, tienen alta movilidad y han logrado competencias interculturales: son nuestros Erasmus. Los jóvenes globalizados son los futuros directivos y utilizan todas las herramientas a su alcance para acceder al mundo globalizado. 

En definitiva, la revolución tecnológica está abriendo e interconectando un mundo en el que Internet se ha convertido en una enorme computadora de talla mundial. Cada vez que entramos y aportamos en ella un vídeo, una idea o un comentario, estamos programando en este enorme ordenador, que produce una colaboración de proporciones astronómicas e inimaginables hace apenas un par de años. 

Ahora hay una generación que está siendo capaz de utilizar esta sofisticada tecnología fácilmente; es la generación Net o generación Z, y que yo prefiero denominar como Re-Generación (porque tendrá que arreglar, o regenerar, las cosas que nosotros hemos hecho mal: terrorismo yihadista, inmigración, capitalismo de casino, envejecimiento, calentamiento global, quiebra de sistema de pensiones, fortalecimiento de Europa tras el Brexit…). Son nacidos digitales, porque ya vinieron al mundo después de 1995. Ellos no son como las generaciones anteriores, no tienen miedo a las tecnologías, porque para ellos es tan natural como el agua y el aire. Tengo que decirles que no hay nada con más fuerza para cambiar las organizaciones y la sociedad que estos nacidos digitales, que conforman el nuevo talento colaborativo.


José Manuel Casado, presidente de 2.C Consulting.

Artículo publicado en Executive Excellence n133 octubre 2016.