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Uber: ¿caminando hacia la electrificación?

26 de Octubre de 2020//
(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)

Si bien el COVID-19 es una pesadilla, también tiene derivadas positivas, como las producidas en el medio ambiente. Las emisiones se han desplomado en todo el mundo, sobre todo durante el confinamiento de primavera y, desde entonces, se han seguido estableciendo medidas para reducir la contaminación en las ciudades y motivar que las personas sean más activas y respetuosas con el entorno.

Inmerso en esta tendencia, Uber, el líder del mercado de vehículos de transporte con conductor, anunció que su flota será 100% eléctrica en 2030. Un anuncio que sigue al realizado en junio por su principal competidor, Lyft.

¿Están vinculados con la pandemia estos compromisos?

No lo parece; en un futuro próximo se habrían puesto en marcha. Lo probable es que la pandemia haya acelerado este proceso, del mismo modo que ha sucedido con la automatización o el trabajo virtual, tal y como hemos expuesto en la revista en números precedentes.

La pandemia ha sido muy dura, y continúa siéndolo, con las empresas de transporte de pasajeros en general. Al comienzo, la actividad se paralizó de manera abrupta. Las personas salían, ansiosas e inquietas, de sus hogares optando por métodos de transporte que permitieran evitar al máximo el contacto interpersonal o con superficies y entornos susceptibles de transmitir el virus. Alternativas frente al transporte colectivo como caminar, montar en bicicleta y conducir en el vehículo propio resurgieron. A pesar de haber puesto en marcha protocolos de seguridad con uso permanente de mascarilla y máxima separación dentro del vehículo, el negocio de Uber se ha visto muy afectado. Basta con que piensen en la última vez que cogieron un Uber.


Los viajes en transporte privado causan hasta un 69% más de contaminación climática que los desplazamientos individuales en coche propio


En un contexto tan adverso, la compañía está centrada en desarrollar un futuro mejor e independiente del combustible fósil. Analizando los viajes compartidos, ha podido comprobarse que estos generan más contaminación que la conducción del automóvil propio. Cuando se conduce a un destino, luego se apaga el vehículo, dejando este de contaminar. Sin embargo, un Uber no se para nunca; deja a un pasajero y sigue circulando, aunque teóricamente también pueda esperar una nueva solicitud. Un estudio de febrero de este año determinó que los viajes en transporte privado causan hasta un 69% más de contaminación climática que los desplazamientos individuales en coche propio.

Esto tan negativo para el medio ambiente, se coloca en el debe de las empresas de viajes compartidos. Como en el futuro, ser contaminante será una rémora empresarial, Uber se plantea ser un servicio cero emisiones en 2040, y quiere que para 2030 el 100% de sus desplazamientos en EE.UU, Canadá y Europa se realicen con automóviles eléctricos, alcanzando así las cero emisiones netas en sus operaciones corporativas (en 2030).

Sorteando los obstáculos 

Objetivos tan ambiciosos y loables como estos traen aparejadas complicaciones añadidas. Para empezar, Uber no es propietario de los vehículos; lo que tiene es un acuerdo con los conductores. Eso significa que desde quienes estén consiguiendo ingresos a tiempo parcial con Uber hasta quienes se plantean la relación con Uber como un trabajo a tiempo completo deberán adquirir un vehículo eléctrico, algo costoso actualmente.

Es de prever que el precio de los coches eléctricos baje  (por debajo de los coches gasolina en 2022). Además, el mantenimiento resulta más económico pero, a día de hoy, la inversión requerida es bastante superior.

Uber, además, no tiene un buen historial en la relación con sus “empleados”, viviendo un continuo conflicto soterrado con sus conductores sobre la repartición de beneficios y la relación contractual: la compañía prefiere contratarlos como autónomos y ellos quieren ser empleados. Todos estos factores unidos pueden representar un gran lastre para alcanzar sus objetivos.

Conscientes de la situación, Uber va destinar 800 millones de USD para facilitar la transición al coche eléctrico. Ya ha conseguido que GM aplique precios de empleado (de GM) a los conductores de Uber que adquieran los nuevos Chevy Bolt. Además, Uber reembolsará 8.500 USD adicionales en esta compra. Mientras tanto, Uber incentiva a sus conductores con un dólar más por viaje si estos son en coches eléctricos (sólo en Canadá y EE.UU.). Aunque estos estímulos pudieran ser suficientemente convincentes para que los conductores se decantasen por la compra de este tipo de vehículo, los retos no terminan ahí. Los conductores han de buscar puntos de recarga, lo cual, en estos momentos, es mucho más complicado que rellenar el depósito.


La compañía se plantea ser un servicio cero emisiones en 2040, y en 2030 quiere que el 100% de sus desplazamientos en EE.UU, Canadá y Europa se realicen con automóviles eléctricos


Hoy resulta incontestable que servicios inexistentes hace una década están hoy omnipresentes. Poder llamar (con una aplicación y en un clic) en cualquier momento a un coche para que te lleve y a cualquier lugar, usando únicamente un smartphone, era algo inconcebible en ese entonces.

El compromiso de Uber para ser 100% eléctrico en 2030 quizá sea apuntar muy alto, pero el camino a recorrer durante la próxima década es muy largo y veremos grandes cambios. Puede que los conductores estén dispuestos a gastar más por tener un vehículo enchufable, o que quizás hayamos descubierto una nueva fuente de energía más útil para el transporte de coches –como una pila de hidrógeno sencilla y económica–, o que aparezca un método de transporte completamente nuevo que no tenga nada que ver con el modelo de negocio de Uber… Lo único cierto es que no podemos descartar nada, ni siquiera lo que hoy puede parecer increíble. 


Vanessa Bates Ramirez

Fuente: Singularity Hub