La nueva estrategia de innovación española

25 de Octubre de 2010//
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El pasado 22 de septiembre tuvimos la ocasión de estar presentes en el Encuentro en la Cumbre dedicado a Innovación, organizado por el Club Excelencia en Gestión, celebrado en el Parador Nacional de Alcalá de Henares.  

Los Encuentros en la Cumbre son un foro de primeros ejecutivos que persigue establecer una red de relaciones y reflexionar acerca de los desafíos que atañen en cada momento a sus miembros y marcar las directrices de la estrategia del Club. En esta ocasión, una veintena de los primeros ejecutivos de instituciones líderes recapacitó sobre la innovación y las preocupaciones que comporta en cada uno de los respectivos sectores representados, junto al secretario general de Innovación, Juan Tomás Hernani.

Hernani compartió mesa con Juan Liquete, secretario general del Club Excelencia en Gestión (CEG); Miguel Martínez, presidente de Paradores; Juan Antonio Zufiria, presidente del CEG (y también presidente ejecutivo de IBM para España, Portugal, Grecia e Israel), e Ignacio García de Vinuesa, alcalde de Alcobendas. Acompañados por el resto de asistentes: Juan Manuel Baixauli (Club para la Innovación de la Comunidad Valenciana), Mª Luisa Carcedo Roces (AEVAL), Manuel Conthe (Bird & Bird), Rafael Fernández Fernández (Zardoya Otis), Luis Gámir Casares (Consejo de Seguridad Nuclear), José Ramón Magarzo Rubio (Altran), Juan Luis Martín Cuesta (FUNDIBEQ), Tomás Olleros Izard (Grupo Farmasierra), Antonio Rodríguez-Campra Berbel (CECE), Fernando Rodríguez Sousa (SEUR), Juan Luis Royo Rodés (UBISA), Rafael Sánchez (EGEDA), Pedro Soria (Paradores de Turismo de España), Roberto Sánchez Sánchez, Miriam Pollastrini Verde y Margarita Segarra (todos ellos del MICINN), además de Mercedes Hernández González e Ignacio Ruiz Tous, del Club Excelencia en Gestión.

El Parador de Alcalá de Henares -antigua cárcel por donde han pasado desde March, uno de los financieros más famosos (quien contaba en prisión con mayordomo a su servicio) hasta Eleuterio Sánchez, el Lute-, premiado por su innovadora arquitectura, fue sin duda el mejor paraje para acoger un encuentro de estas características. 

Juan Tomás Hernani Burzaco, ingeniero industrial por la Escuela Superior de Ingenieros Industriales y de Telecomunicaciones de Bilbao, es además licenciado en Ciencias Empresariales y Máster por el Instituto de Tecnología Cranfield (Reino Unido). Desde abril de 2009, es secretario general de Innovación del MICINN. Anteriormente, fue director general de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y presidente de la Comisión Delegada de la Fuente de Espalación de Neutrones ESSBilbao. 

Entre otros puestos, ha sido director técnico de Robotiker, director general del Grupo Isabel, consejero delegado de KEON-AZERTIA, y director general del área internacional de Innobasque y de Eurobulegoa. En definitiva, alguien que sabe de lo que habla.

EXECUTIVE EXCELLENCE: En un contexto de crisis, ¿qué papel juega la innovación a la hora de conseguir la competitividad que nuestro país requiere en mucho frentes?

JUAN TOMÁS HERNANI: La innovación es esencial. Vivimos momentos complejos donde para conseguir lo mismo hemos de trabajar más duro (y por menos) y para obtener competitividad, la innovación se tiene implementar sobre la base de que no hay milagros, se trata de trabajo, trabajo y más trabajo.

Un plan es clave frente al nerviosismo que una crisis económica provoca. Se generan multitud de urgencias -y en múltiples campos- que nos pueden llevar a cometer errores, no de improvisación pero sí de atención de urgencias. Definir adecuadamente un plan que responda a un diagnóstico real de necesidades -y seguirlo- es fundamental en todo trabajo, y desde luego en la política de innovación.

En un marco como es el Parador de Alcalá de Henares, estamos en un entorno del sector turístico que, a priori, puede parecer alejado de la innovación. La innovación nos trae a la mente el software, la alta tecnología o la mecánica de precisión, pero la realidad es que la innovación se incorpora en negocios tan tradicionales como puede ser Paradores para generar esa pequeña revolución en la contratación, donde en un año se ha conseguido multiplicar por 2,5 las contrataciones on-line, etc. Es una lección donde vemos que la innovación es cosa de todos, no sólo de sectores high-tech. Es un concepto que afecta a todas las personas y sectores.

E.E.: ¿Y cómo sería una foto del estado de la innovación hoy?

J.T.H.: El estado de opinión de nuestra sociedad actual sobre la innovación (incluso aquello que conceptualmente entendemos como innovación), si lo comparamos con lo que pensábamos hace pocos años, ha sufrido un cambio radical. 

Hoy la innovación concita el consenso de prácticamente todo el conjunto de la sociedad. La I+D+i debe de ser la prioridad del Gobierno y está en las portadas de todos los diarios, donde se dice que no se pueden reducir los presupuestos en esta materia. 

Hace pocos años, cuando hablábamos de lo público y lo privado, éramos conscientes de la existencia de una muralla entre ambos mundos. Se tenía muy en cuenta que aquello que hiciésemos para impulsar la investigación no alterase las reglas del mercado; todas las políticas europeas de I+D+i habían de estar sometidas al marco comunitario con el objetivo de evitar las interferencias con el mercado. Esto, que por cierto sigue siendo la ley hoy, no tiene nada que ver con la realidad, ni con el discurso político. Hoy hablamos de cómo hacemos alianzas público-privadas; vemos cómo la crisis económica ha determinado la necesidad de la concurrencia del Gobierno en múltiples aspectos donde, hasta hace poco, era rechazada. Vemos cómo el sector público, que representa más del 40% del PIB (o más explícitamente la licitación pública que en Europa, y según la Comisión, es del 17% del PIB europeo) puede apoyar el desarrollo de ciertas políticas. Es en este contexto en el cual hemos formulado la estrategia estatal de innovación.

El Gobierno aprobó esta estrategia el pasado 2 de julio y representa algo importante, pues saltamos de una visión mono-ministerial (o sectorial) a algo compartido por la totalidad. Hay ya ocho comunidades autónomas que han firmado un convenio para alinearse con esta estrategia nacional de innovación, que tiene una vocación multi-institucional.

La Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (LCTI) es lo que España necesita para impulsar la innovación de una manera cuántica. No nos vale una innovación incremental. Necesitamos de una cierta disrupción, o como decía, de un salto cuántico. 

E.E.: ¿Cómo se plantean hacerlo?

J.T.H.: Se ha conseguido movilizar 6.400 millones de euros de los Presupuestos del Gobierno, orientados en cinco ejes: financiación, mercados, internacionalización, territorio y  personas. En cada uno de ellos ya hemos pasado a una fase de desarrollo, ya hemos despegado. No solamente es un texto aprobado por el Gobierno, sino que forma parte de la práctica que está realizado el Ministerio. 

Para ello, hemos realizando un cambio estructural importante que permita implementar este salto cuántico. Sólo puedo reconocer y agradecer la audacia de mis compañeros del Ministerio, un equipo de funcionarios que se ha tomado esto con gran pasión y seriedad y que, gracias a ese compromiso personal de muchos, nos ha permitido hacer un cambio histórico. Hemos sustituido múltiples pequeñas acciones, muy especializadas y orientadas (y que eran fruto de la evolución del tiempo) por una acción más unificada. 

El tiempo es un factor que, en general, salvo en el caso del vino, tiende a fastidiarlo casi todo. Cuando no se actúa con rapidez y se deja pasar el tiempo, lo normal es que todo se complique. Éste podría ser el diagnóstico de nuestro caso: teníamos categorías históricas, que habían venido creándose y enlazándose, que nadie había podido eliminar. 

Por ello, hemos hecho una reflexión básica: que la capacidad económica de la Secretaría de Estado para la Innovación sea fundamentalmente una capacidad de crédito. La forma de ayudar a la economía tiene que reflexionar sobre cómo este crédito consigue movilizar la innovación. Sobre esta premisa, hemos lanzado el Plan de Innovación 2010 que, básicamente, ha concentrado en torno a tres grandes temas toda la actuación de la Dirección General de Transferencia de Tecnología, y que son fundamentalmente: infraestructuras, personas y proyectos de cooperación público-privada. Es en torno a estos tres ejes por lo que se ha sustituido el panorama anterior. 

El segundo gran campo de cambio ha sido el CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial), la otra gran pata de acción de la Secretaría de Innovación. El CDTI ha cambiado su estructura a primeros de septiembre con una filosofía de orientación al cliente. A través de un solo interlocutor, una especie de account manager para toda la oferta de apoyo que el CDTI pueda prestar, desde apoyos en la internacionalización de la tecnología mediante la red de convenios que tenemos en todo el mundo, hasta la ejecución de un gran proyecto CENIT o la concesión de créditos a la innovación. El conjunto de productos que ofrecemos se canaliza a través de una orientación al mercado. Esto no sólo redunda en un mejor servicio, sino que empezamos a entender que nuestro problema es el conocimiento de las actividades de nuestros clientes. El know how no es conocer un CENIT; el know how es conocer cómo está el sector del turismo o el aeronáutico y cuáles son sus grandes retos; saber cuáles son los proyectos que el año que viene deberíamos tener encima de la mesa para orientar, apoyar y financiar. La orientación al cliente es un cambio de escenario radical. 

E.E.: Nos comentaba que han diseñado esta estrategia en torno a cinco ejes. ¿Podría darnos más detalles, sobre todo de la realización?

J.T.H.: Los temas principales para este otoño son los siguientes: por un lado, el eje del capital. El Ministerio está comprometido a lanzar, antes de final de año, un gran proyecto de capital para el que disponemos de 300 millones, entre ICO y CDTI, en el cual queremos movilizar otros 400 del sector privado, y que sea una actividad que no se fije tanto en reforzar el mundo financiero del capital riesgo, sino que se fija un objetivo más finalista: apoyar los proyectos innovadores que necesitan capital en la connivencia del Ministerio, es decir, que por su perfil no interesan al sector privado. 

Es necesario que haya un dinero público que diluya y haga más digerible el riesgo de la inversión empresarial. Esperamos que en el futuro nuestra presencia en este sector vaya disminuyendo y el sector privado responda. Entendemos que 108 millones, que ha sido la inversión privada del año pasado en el capital riesgo, es una cifra insuficiente para conseguir empujar la innovación. 

Tenemos la evidencia de que es imposible desarrollar una política de innovación sin acometer este primer proyecto de disponer de un gran músculo de capital riesgo que asuma este debate. No en vano, los americanos llaman a este capital: capital aventura (venture capital), mientras que nosotros lo llamamos capital riesgo. Todo un indicador que revela parte de nuestro subconsciente histórico. 

Esto lo acompañaremos de una línea que la denominaremos Innocredit, con el ICO y en colaboración con el CDTI, para tener una única acción de gobierno de financiación que cubrirá la parte más blanda de la innovación, como por ejemplo que los clientes de una empresa de TICs puedan financiar sus ERPs con un crédito que le concede el ICO, o que alguien que vende maquinaria pueda ofertar a sus clientes una capacidad de financiación para la compra de esa tecnología. Serán, estas líneas, las más bonificada de todas las líneas del fondo de economía sostenible.

El segundo capítulo es el de la compra pública. El 17% de la economía europea es licitación. Entendemos que tenemos una “dislexia” inexplicable cuando reflexionamos sobre ella. Un funcionario público decide en base a una serie de criterios y no tenemos en cuenta que la primera prioridad para el país es el impulso en la innovación. 

Todos lo que están en la responsabilidad empresarial prefieren una oportunidad para hacer un primer proyecto de un tema determinado -algo de lo cual se es capaz, pero que necesita que alguien dé la primera oportunidad para demostrarlo- comparado con cualquier otro elemento de ayuda como pueda ser un crédito subvención. Creo que la Administración, que es una parte muy importante de este PIB, debe facilitar esas oportunidades. 

El problema es que un funcionario público responsable de una licitación de un sistema informático no va a comprar una opción que tiene más riesgo y que es más cara, comparada con otra más segura y barata y que cubre mejor las espaldas. ¿Cómo respondemos a esto? Pues haciendo que este funcionario compre de la manera más responsable y sólida; y para eso lo que tenemos que hacer es conectar los fondos de investigación con el acto de la compra pública en el mismo proceso. Entendemos que en el momento en que las propias empresas empiecen a jugar con que en un concurso pueden ofertar también un determinado módulo, una determinada mejora de innovación al cliente (“si me contratas, y me financias esta parte que se destina al desarrollo”), el propio mecanismo de la competencia empezará a poner esto en valor. Tenemos una comisión interministerial en la que el propio Ministerio de Finanzas, como comprador de tecnología en lo que llamamos industria de la ciencia, es uno de los partners principales. Esperamos llegar, a final de año, con una casuística de concursos en los que se ha introducido el factor de innovación como factor de adjudicación. No por el hecho de hablar de crecer en licitación innovadora va a ocurrir. Tenemos que entender el conjunto de responsabilidades y a los actores que ejecutan esta acción, de manera que cada uno cumpla su función y finalmente abramos la puerta a la oportunidad de innovación.

E.E.: ¿Y con respecto a la internacionalización? ¿Cómo pueden ayudar?

J.T.H.: Ése es otro gran campo. Nadie puede internacionalizarse, si no tiene una capacidad innovadora potente, que le permita diferenciarse en mercados remotos. Nadie invierte en innovación, si no piensa en un mercado amplio. Lo podemos ver "de la gallina al huevo" las veces que queramos, pero innovación e internacionalización están íntimamente ligadas. La cuestión es cómo podemos ayudar a la internacionalización por la vía de la tecnología, y qué podemos hacer -además de con lo que ya estamos realizando de forma histórica- para que sea un apoyo. 

La reflexión es sencilla. En primer lugar es una reflexión de estructura. España tiene tentáculos en el mundo a través de sus embajadas, y en particular a través del ICEX, que nos ofrecen posibilidades de aterrizaje notables. Y lo que tenemos que hacer desde el Ministerio de Finanzas es aprovechar esa infraestructura. Nosotros también tenemos nuestra propia red en países clave, como Estados Unidos, Brasil, Japón, China, Corea o Israel, etc. En este momento lo que planteamos es que la red internacional del gobierno tome conciencia de la función de la internacionalización. Queremos asignar objetivos sectoriales y geográficos a nuestra red, de manera que el que está en Brasil sepa que tiene la misión de sacar adelante 30 proyectos. Tenemos que conseguir que, cuando hagamos balance de nuestro ejercicio, veamos que la actividad internacional que hemos financiado es creciente. Hemos empezado con algunos mercados pilotos, como Brasil, que ha saltado de tres proyectos en el año pasado a 24 en la convocatoria de julio. Lo que haremos es presentar una agenda en la que, todos los meses, habrá convocatorias en general, enganchadas con la agenda del ICEX de misiones internacionales  (que tienen que ver con ferias) en las que habrá también una opción de cooperación tecnológica, como un elemento más de esa sinergia de internacionalización. 

Nuestro objetivo no es otro que apoyar la internacionalización de la empresa española desde el lado de la tecnología, que es nuestra competencia. 

El punto cuatro es una vuelta de calcetín a la concepción de España y sus comunidades autónomas. La innovación ha sido una fuente de “pelea” por la competencia. La innovación es una competencia, como recogen los nuevos estatutos de autonomía, de las comunidades autónomas. Pretendemos sustituir este debate, totalmente estéril, por otro donde trabajemos en torno a un objetivo integral piramidal, compuesto de subobjetivos, y donde todos nos necesitemos. 

Reconociendo que la innovación sucede en el territorio y esta visión de abajo arriba es clave y fundamental en la ejecución de la innovación: cómo los proveedores y clientes en el territorio enganchan con las cadenas de valor, la cercanía de la Universidad... Todo esto ocurre a nivel territorial. Para ello, descentralizamos este pentágono en pentágonos regionales firmando, con ocho comunidades autónomas de todos los colores políticos, acuerdos, convenios y compromisos en los que nosotros financiamos lo que hace la región. Además, nos aseguramos de que alguien atiende a las pymes, un tema esencial, además de otras medidas.

Creemos que los grandes objetivos de la Ley: la inversión privada en investigación, los 6.000 millones adicionales que necesitamos, el número de empresas de todos los sectores económicos que hacen innovación (40.000) darían como fruto un empleo adicional, relacionado con la investigación, de medio millón de puestos. Éstos se podrán distribuir en objetivos que anualmente y territorialmente signifiquen algo. Si nosotros le decimos a Aragón que tiene que conseguir 800 empresas en este gran objetivo, pues 800 empresas en cinco años serán 180 al año. Aragón sabrá si eso representa mucho o poco, con relación a su actuación con las personas, parques tecnológicos, etc. Para nosotros esa cifra de 40.000 tiene significado en términos macroeconómicos, pero se nos escapa en términos de gestión. 

Cuando tenemos que poner nombre y apellidos a las 40.000 empresas, estamos perdidos. Necesitamos una respuesta del territorio para hacer una política capilar. También los ayuntamientos cumplen una función esencial en este cuarto eje territorial, evidentemente. Queremos tener una vía de promoción a las entidades locales, como agentes de renovación.

E.E.: Y finalmente el eje de las personas. ¿A qué se refiere y qué actuaciones contempla?

J.T.H.: Creo que realmente el eje de las personas es el que dará la mayor oportunidad de todos. Este año hemos puesto en marcha un nuevo programa que combina formación con ayuda a la contratación en un solo acto. Se han presentado 370 empresas dispuestas a contratar un gestor de innovación, al cual íbamos a formar en la Escuela de Organización Industrial con un máster regalado. Pasaría un primer año compartiendo formación con empleo y pasará dos años más trabajando en la empresa con apoyo y la ayuda del Ministerio. Queremos que esta filosofía, de corto plazo, de estimular un empleo en determinados itinerarios, con una formación previa de especialización, sea una política activa de empleo estratégica para el Gobierno. 

Se espera generar 4.000 nuevos empleos, o 4.000 empresas adicionales trabajando en innovación. Es uno de los grandes saltos que tenemos que conseguir. Dirigirnos a las personas como los autores y actores de la innovación es un tema clave. 

En este capítulo, y por los objetivos de trabajo del Club Excelencia en Gestión, quiero mencionar también un tema que nos ocupa: que los sistemas de calidad orientados a la innovación se implanten en las empresas de una manera progresiva, de forma que dentro de poco podamos empezar a exigir (para obtener el apoyo público). Es necesario que la entidad nos demuestre que la innovación es algo sostenido en la empresa, que hay una metodología, y no se trata solamente de un portafolio de dos o tres proyectos que se hace en ese momento, sino que está introducida en el departamento de compras, de personal, de producción... y que esta metodología sostenida de innovación ayude a que se propicie ese impulso general a la innovación de manera notable. 


Publicado en Executive Excellence nº74 oct. 10