Skip to main content

La economía subsidiada: el ejemplo de César

(Tiempo estimado: 3 - 6 minutos)

Se presenta como fácil tentación para un dirigente atender de forma particularizada un sector de la población o determinada parcela empresarial. Hasta el más torpe sabe que cuando así se comporte, surgirán estómagos satisfechos que estarán dispuestos a agradecer con sus votos a quien les ayuda.

En algunas culturas, ese modo de actuar ha venido de denominarse populismo. No se resuelven los problemas en el medio plazo, pero en el corto, quienes absorben los favores se sienten campantes. El riesgo es que, precisamente por ese motivo, no se apresten a diseñar un futuro sostenible.

El populismo, en su versión de masas o en la de subsidios orientados a determinados ámbitos del mercado, daña tanto a quienes dan como a quienes reciben.

Técnica, ética y lógica

Cada ámbito cuenta con una lógica propia. Me gusta explicar –cuando trabajo con empresas familiares- que deben clarificar lo antes posible si la lógica con la que actuarán será la de los negocios o la propia de la familia. De la decisión adoptada dependerán numerosísimas opciones posteriores.

En los negocios se ha de aplicar un raciocinio que se resume en lo siguiente: adquirir algo relativamente barato, transformarlo y tratar de venderlo lo más caro posible. Salvo raras excepciones, un negocio verdadero es diseñado para aportar un margen a quienes lo ponen en marcha. Con él, deberán amortizar las inversiones, pagar a los empleados, obtener determinado retorno…

La clave de la ética empresarial es también sencilla: las empresas son constituidas para ganar dinero. Lo que se obtenga no deben apropiárselo de forma principal y obsesiva los propietarios (shareholders) y los ejecutivos (que tantas veces enmascaran la avaricia tras los primeros), sino que ha de ser razonablemente repartido entre todos los implicados o grupos de interés (los stakeholders). El principal reto de la ética empresarial, y también en buena medida de la personal de los directivos e inversores, es no sortear la búsqueda del equilibrio para así inclinar la balanza hacia sus intereses, mezquinos si abusivos.

Cuando un negocio no ofrece márgenes razonables en su devenir habitual, habrá que plantearse seriamente si la mejor opción no es cerrarlo… Al igual que se engaña a una persona a la que se mantiene sin esfuerzo, se desvirtúa un sector cuando –sin radical necesidad- se resguarda artificialmente.

La lógica, en los negocios, en la familia y en la vida se impone. Cuando se actúa contra natura, antes o después acaba pagándose. Cuando se promete solidaridad universal, en realidad está proclamándose el deseo de establecer una dictadura. Si todos tienen derecho a todo, sólo el Estado podrá ser el encargado de repartir lo que él considere adecuado para cada uno. Esto es tiranía.

Medidas de César

Cayo Julio César, a lo largo de su existencia practicó con frecuencia el populismo. Sin embargo, una vez alcanzado el poder al que aspiraba, comenzó a ver con más claridad que el panem et circenses es tan desaconsejable como insostenible.

Entre el año 70 y el 46 a.C., la cifra de beneficiados por las donaciones estatales había pasado de 70.000 a 320.000. César, con el peso y el poso que proporcionan los años cuando son vividos con intensidad, era plenamente consciente de que aquello resultaba inviable. En vez de enrabiarse obcecadamente en esa misma tendencia -¡que tan buenos resultados le había proporcionado en lo político!- optó por reducir el número de subsidiados a 150.000. Eran las personas que en realidad precisaban el apoyo del Estado.

Al resto les propuso opciones: encontrar un puesto de trabajo por cuenta propia, ganarse la vida como asalariados, ingresar en la legión, tratar de ganarse la vida como campesinos…

No se limitó César a proclamar los principios teóricos: dispuso medios para que aquello fuese hacedero. Así, procedió a un reparto de tierras para que cada uno saliese adelante con su esfuerzo, y no cargando con su pereza sobre espaldas ajenas.

Cualquier persona -por escasa que sea su preparación en temas económicos y siempre que el fanatismo no le ciegue- entiende que el Estado lo que en realidad hace es repartir bienes que previamente ha recaudado. Los medios económicos y financieros con los que actúa un gobierno no son suyos, ni es su generosidad la que los gestiona (me produce hilaridad cuando en cualquiera de los países en que trabajo escucho: ‘este gobierno está realizando un gran esfuerzo para ayudar a los parados, o a los jubilados o a…’).

No todo el mundo encontró vías de salida en las alternativas apuntadas por César. Fue entonces –en una situación económica superavitaria- cuando lanzó obras públicas de interés, porque mejorarían rentabilidades a futuro o porque suponían avances culturales de nivel. Así, en el 54 a.C. comenzó la construcción de los Saepta Julia, para la celebración de los comicios. También ordenó la restauración de la basílica Emilia y la construcción de la basílica Julia, cerca de la Curia. Paralelamente, y pensando siempre en inversiones factibles, se puso en marcha la demolición de parte de las murallas servianas para que la ciudad pudiese seguir creciendo.

Los planes al servicio de Roma eran innumerables. Resume Suetonio que César deseaba “desecar el pantano Pontino, vaciar el lago Fuccino, construir una vía desde el mar Adriático, atravesando los Apeninos hasta el Tíver, cortar con un canal el istmo de Corinto y excavar un puerto en Ostia”.

Medios adecuados

El dinero que se obtiene de los impuestos ha de beneficiar a la sociedad en su conjunto, no a quienes en ese momento son dirigentes políticos. La ética organizativa es prácticamente igual en lo privado y en lo público. Si quienes por ocupar un puesto consideran que los bienes se encuentran a su exclusivo servicio, el error es garrafal. Podrán comprar votos, pero jamás acallar sus conciencias.

Uno de los puntos esenciales del programa de César fue impedir los abusos que determinados magistrados y funcionarios cometían en las provincias del imperio.

En su época, el número de provincias aumentó hasta llegar a ser dieciocho. En Oriente, había cinco individuales: Macedonia, Creta, Asia, Siria, Cirenaica, y tres más procedentes de la unión de Acaya y Epiro, Bitinia y Ponto, y Chipre y Cilicia. En Occidente, diez: Sicilia, Galia Cisalpina, Galia Comta , Galia Narbonense, Hispania Ulterior, Hispania citerior, África Vetus, África Nova, Ilia, y Corcega con Cerdeña.

El esfuerzo de César se centró en lograr que los dieciocho magistrados superiores, los dos procónsules y los dieciséis pretores actuaran con justicia y proporcionalidad. Se trataba de vivir la equidad por parte de los dirigentes con los administrados, pero también de las provincias entre sí. Manifestó en diversas ocasiones su anhelo por crear un organismo supranacional que fomentase la igualdad. No se trataba de cancelar la identidad cultural, pero sí de evitar el egoísmo grupal.

Conclusiones

La muerte canceló los sueños de aquel cuyas ideas sobre la justicia y la solidaridad entre los pueblos del Imperio eran muy claras. Ojalá los dirigentes de muchos países tuviesen en la actualidad suficiente cabeza como para aprender de ancestros tan ilustres. Múltiples errores se habrían evitado. Y la crisis económica tendría sus meses contados.


Javier Fernández Aguado

Presidente de MindValue

Miembro del Top Ten Management Spain

Catedrático en Foro Europeo

(Escuela de Negocios de Navarra)

Artículo publicado en Executive Excellence nº62 sep09


Últimos artículos