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Bitcoin, garantía de libertad

23 de Noviembre de 2018//
(Tiempo estimado: 10 - 19 minutos)

Alex Gladstein es jefe de Estrategia de la Fundación de Derechos Humanos (Human Rights Foundation). También ha sido vicepresidente de Estrategia para el Foro de la Libertad de Oslo. Sus artículos y opiniones sobre Derechos Humanos han aparecido en medios de comunicación como: BBC, CNN, The Guardian, The Wall Street Journal, FT… Es conferenciante sobre la misión de las fundaciones de Derechos Humanos en Berkeley, Cornell, MIT, Stanford, Pennsylvania o el Parlamento Europeo. Su trabajo ha permitido que cientos de disidentes tengan una referencia y un punto de contacto. Es seguido atentamente por grupos sociales, líderes empresariales y tecnológicos, periodistas financieros y los políticos más relevantes que están interesados en promover sociedades libres y abiertas. Una de sus últimas intervenciones fue en el Singularity University Global Summit, celebrado el pasado mes de agosto en San Francisco.

El panóptico digital chino

Vivimos tiempos en los que los humanos tenemos, por primera vez, la capacidad de enviar dinero a cualquier parte del mundo sin que nadie pueda detenerlo. ¡El dinero imparable, sin barreras! También puede entenderse como que, por primera vez, podemos realmente resistirnos a la censura, algo que nunca antes había ocurrido.

Como sociedad, estamos ante una encrucijada. O vamos por el camino de la centralización, donde todas nuestras interacciones son vigiladas, supervisadas y censuradas o, por el contrario, tenemos la oportunidad de vivir en una sociedad descentralizada, donde aún conservemos ciertas libertades y derechos que nos hacen, como seres humanos, ser tan especiales.

Sabemos que, en un mundo centralizado, el rey, el tirano, el dictador o un sistema autoritario controlará la sociedad, los medios de comunicación, los tribunales, los poderes legislativo y judicial, el sistema financiero... Uno de los experimentos más radicales a los que la evolución dio lugar, y que además es uno de los logros más impresionantes de la raza humana, fue la creación de una sociedad descentralizada: la democracia, donde todo se asienta sobre controles y equilibrios.

Durante cientos de años, los gobernantes autoritarios han buscado un sistema de censura y control lo más perfecto posible. Fue hace unos siglos cuando a Jeremy Bentham se le ocurrió la idea del Panóptico:

El Panóptico es un tipo de edificio institucional basado en un sistema de control diseñado por el filósofo y teórico social inglés Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII. El esquema del diseño es permitir que todos los presos (pan) de una institución sean observados (-opticon) por un solo vigilante, sin que los reclusos puedan saber si están siendo observados o no. Aunque es físicamente imposible que el único vigilante observe todas las celdas a la vez, el hecho de que los reclusos no puedan saber cuándo están siendo observados les obliga efectivamente a regular su propio comportamiento.

La ambición de una vigilancia completa sigue siendo buscada, especialmente en China, donde el Partido Comunista ha creado un sistema de vigilancia gigante en la nube, absorbiendo los datos de comportamiento, ubicación, comunicaciones y datos financieros de sus ciudadanos...Todo para analizar, predecir y controlar el comportamiento de los mismos. Este fenómeno, este autoritarismo digital, es una de las cosas más serias a las que nos enfrentamos los humanos en nuestro planeta hoy.

Para crear este panóptico, el gobierno chino ha tenido que idear algunas muy notables herramientas: WeChat (creado por Tencent en 2011), una súper aplicación utilizada ya por más de un billón (EE.UU.) de personas. Un usuario promedio la usa entre 4-5 horas/día, y hace todo lo que nos podamos imaginar. Por ejemplo, un usuario de la cuidad de Shengzen usa WeChat “para enviar un mensaje a un amigo mientras estoy trabajando en un arrozal; para pagar agua y bocadillos en un pueblo remoto, para comprar billetes de tren, para reservar habitaciones en un hotel, para llamar taxis, para recoger comida para llevar, para enviarle mis fotos a mi tía… Si quisiera, también podría usarlo para pagar las facturas de electricidad, recargar mi cuenta de teléfono móvil, cerrar las citas en el hospital y ver qué tiempo va a hacer”.

Todo esto, que suena muy conveniente, ¿lo sería si el gobierno chino lo estuviera usando para monitorear cada aspecto de la vida diaria de sus ciudadanos? Nosotros pensamos, evidentemente, que no, pero es lo que está sucediendo ahora mismo en China. Incluso tienen la desfachatez de anunciarlo en 2014, en la presentación del esquema de planificación para su sistema de créditos (puntos) social, que –manifestaban– tenía como objetivo permitir la movilidad “confiable” en todas partes del país; la contrapartida es que los que tenían pocos créditos, los desacreditados, no podían dar un solo paso. Un ejemplo de puntuación de crédito social, y hay muchos en toda China ya que el país no cuenta con un sistema unificado, es el puntaje de crédito de sésamo. Básicamente convierte a las personas en un número, entre 350 y 950, dependiendo de si sus acciones son buenas o malas. Hacer algo bueno, desde el punto de vista del gobierno chino, otorga 30 puntos. Si cruzas la calle con el semáforo en rojo, pierdes cinco puntos.

Este sistema está siendo gamificado en toda China. En algunas ciudades tienen carteles estilo “juegos del hambre” que elogian a los mejores ciudadanos. Las personas están inmersas en una competencia que incentiva ser un buen ciudadano. En otras ciudades, los ciudadanos malos son exhibidos para que todos los vean. Esta es una forma muy efectiva para detentar el poder en una sociedad. El autoritarismo brutal, la vigilancia y la violencia solo duran cierto tiempo, pero cuando conseguimos que los ciudadanos quieran ser buenos ciudadanos, tenemos la combinación ganadora para conseguir un sistema autoritario. Los millennials en China se están dando cuenta, y se preguntan si “¿estamos construyendo una sociedad futura para nosotros mismos o una jaula?”.

Hay muchos otros avances en diferentes áreas de la tecnología que están ayudando a la construcción de este estado de vigilancia, como las gafas inteligentes que permiten a los policías obtener grandes cantidades de datos de las personas que están observando. Las mejores tecnologías de censura y control se comercializan en ferias tecnológicas por toda China, y se implementan en todos los niveles de la sociedad.

Parte de esta tecnología es increíble. Hay drones de vigilancia que parecen pajaritos, y son tan reales que vuelan en derredor. Esto, que puede sonar a película de ciencia ficción, es real. Hoy la vigilancia predictiva está en todas partes de China y si tu puntuación indica que harás algo malo, pueden arrestarte antes de que hayas cometido un crimen.

Por ello, es muy importante que sepamos en lo que invertimos. La tecnología exponencial adecuada puede tener un impacto sorprendentemente positivo en el mundo, pero la inadecuada puede crear un estado esclavo, como lo que está sucediendo en la provincia noroccidental de Xinjiang. Esta provincia es el hogar de una minoría, los uigures, formada por 14 millones de musulmanes. Expertos aseguran que es la zona más vigilada de la tierra. Si un uigur sale de su casa u oficina sin avisar a las autoridades, y se desplaza a unos 100 m., la policía es alertada. Si no instala el software de seguimiento en su teléfono, puede ser arrestado. Si reza o se deja barba, puede ser enviado a uno de los muchos campos de prisioneros. No se tiene una buena estimación de cuántas personas están en ellos, pero si en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, los nazis tenían 715.000 personas en campos de prisioneros; hoy, usando las cifras de la ONU, hay más de un millón de musulmanes en lo campos de prisioneros de Xinjiang.

Hemos visto de lo que es capaz el autoritarismo digital cuando se dirige a los librepensadores, empresarios, creadores, manifestantes en China; pero lo malo es que se está exportando a todo el mundo. El gobierno chino vende esta tecnología, además de fomentar este modelo, que sigue creciendo gracias a compañías como Tencent, con una gran presencia en muchas democracias avanzadas.

En las sociedades occidentales, los sistemas centralizados han estado pasando factura, ya sea interfiriendo en nuestras elecciones, como en el caso de Facebook, o a través de intrusiones masivas en nuestra privacidad, como los pirateos a los silos de datos centralizados. Solo el año pasado, más de 140 millones de estadounidenses perdieron información confidencial debido a la piratería informática. En la TechConference de este año, las charlas más interesantes trataron sobre la descentralización de Internet y la necesidad de que nuestras interacciones no estén vigiladas, de ser dueños del contenido que generamos y que nadie pueda beneficiarse de él sin nuestro consentimiento. Si pudiéramos controlar nuestros datos, sería imposible que existiese el panóptico chino.

La descentralización de bitcoin

Obviamente, las dictaduras son mejores en muchos aspectos. Son capaces de tomar decisiones de forma fácil sin tener que lidiar con temas como propiedad privada, tribunales, medios de comunicación, etc., pero en sistemas descentralizados, como es la democracia, a la larga lo que realmente importa –como la paz, la salud, la riqueza, la libertad, la innovación, la igualdad, la transparencia– están en mejor situación, como demuestran las estadísticas. Hay una belleza en el sistema descentralizado: nadie lo posee. Para la humanidad, quizás el mayor logro haya sido el crear sociedades con decenas de cientos de millones de personas sin que estén poseídas y controladas por un dictador.

Si trasladamos este ejemplo a la informática, nos daremos cuenta de que el bitcoin es el primer dinero descentralizado del mundo y, como Internet, nadie lo posee. Hasta su aparición no había forma de realizar transacciones sin tener que confiar en un tercero. Bitcoin es dinero imparable, es una innovación revolucionaria que altera la manera en la que hemos formado parte de la red.

Muchos de ustedes estarán familiarizados con la revolución cognitiva, que el historiador Harari sitúa hace unos 70.000 años. Esta nos dio la capacidad de contar historias y tener un lenguaje ficticio que nos permite superar el número Dunbar (150), haciendo que establezcamos redes y grupos de humanos más grandes. Luego, hace 12.000 años, vivimos la revolución agrícola que nos unió en aldeas, pueblos, ciudades y eventualmente en imperios. Hace varios cientos de años, vivimos la revolución industrial, que nos permitió, como especie, pasar de 5.000 millones a más de siete billones de personas en unos pocos cientos de años. En todas y cada una de estas revoluciones actualizamos la forma de establecer redes entre nosotros.

La revolución de bitcoin va a ofrecernos la posibilidad de coordinar y permitir que cualquier persona que tenga acceso a Internet, pueda realizar transacciones con otros sin necesitar confiar en ellos, ni siquiera saber quiénes son. El que bitcoin no tenga propietarios y esté descentralizado, le confiere propiedades de resistencia notables.

Además, lo realmente interesante es que incluso dentro de la comunidad de bitcoin hay una distribución de poder. No hay una sola persona o un grupo de personas que puedan tomar la decisión de cambiarlo. Los mineros que gastan una cantidad enorme de energía para ganar el derecho a recibir un premio y agregar un bloque a la cadena de bloques de bitcoin son una especie de rama ejecutiva: tienen el poder; pero los codificadores que hacen el script permiten actualizar el lenguaje de bitcoin: son la rama legislativa. Y los usuarios que deciden si deben instalarlo o no en sus nodos son el poder judicial.

Bitcoin está pensado de tal manera que ninguna entidad pueda controlarlo, y cualquier cambio es tremendamente difícil, pues necesita del consenso entre tres grupos muy diferentes, como sucede con la Constitución de EE.UU.

Contra los monopolios financieros

¿Quién creó la moneda? No lo sabemos, pero quienes quiera que sea/sean Satoshi Nakamoto nos dejaron una pista: un “huevo de Pascua”. Al abrigo del primer bloque de la moneda en el blockchain está un pequeño texto en el lado derecho que dice: “The Times 03/Jan/2009 Chancellor on brink of second bailout for Banks”. Hace referencia a un artículo de The Times sobre el canciller británico que está al borde de ordenar el segundo rescate a los bancos. Plantea una crítica por la flexibilización cuantitativa en la política de los gobiernos centrales, que imprimen más dinero cuando tienen una crisis financiera. Este fue el problema que los creadores de bitcoin querían abordar. Al igual que Internet interrumpió los monopolios de información, bitcoin interrumpirá los monopolios financieros, comenzando por los problemas extremos, como la hiperinflación.

Probablemente estén familiarizados con lo sucedido en Alemania entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. Los ahorros de los alemanes se vaporizaron en una espiral inflacionista. Lo mismo sucedió hace 10 años en Zimbabwe. Su moneda pasó de valer dos dólares a tener billetes de 100 billones tirados en las calles. Esto sucede hoy en Venezuela donde, para que tengamos una idea de su hiperinflación, un café en Caracas en 2016 costaba 450 bolívares; en 2018, 4.500 y hoy 1,4 millones. El FMI predice que llegarán al 1.000.000% de inflación a final de 2018.

Por eso bitcoin resulta ser una válvula de escape para los venezolanos, pues les permite conservar su dinero y que su gobierno no lo vaporice. Pueden negociar el valor con sus familiares en el extranjero, permitiendo que las remesas que reciben no pierdan valor.

Bitcoin u otras redes descentralizadas son tremendamente útiles cuando no se puede confiar en el gobierno o sistema bancario. Hoy son 75 millones las personas que lo usan; solo el equivalente al 1% de la población mundial; aunque son 4.000 millones las personas que viven bajo regímenes autoritarios, una oportunidad masiva de crecimiento que depende de nosotros.

Roya Mahboob es una CEO de éxito que en 2010 creó Citadel, una empresa de software en Afganistán, de donde tuvo que huir muy joven por los talibanes. Después, su familia regresó a Afganistán e hizo estudios en Computación gracias a la ONU, para luego entrar en la Universidad Herat. En 2014, teniendo ya su propia empresa, tenía que pagar a una de sus jóvenes empleadas, pero los padres y familiares no la permitieron abrir una cuenta bancaria para recibir su salario. Ellos tenían absoluto control sobre ella. Roya le pagó en bitcoin con un protocolo P2P por teléfono. Poco después, esta mujer fue víctima de violencia política en Kabul, y tuvo que huir del país. Cruzó por Irán a Turquía y luego fue a EE.UU., estableciéndose finalmente en Alemania. Por el largo camino, bitcoin se apreció significativamente y pudo comenzar su vida de nuevo. Este es un ejemplo entre miles de cómo bitcoin puede ayudar a la emancipación de las personas, aportando libertad financiera en entornos de marginación.

Ahora bien, no todos lo ven así. Christine Lagarde llama a la ofensiva contra bitcoin. ¿Por qué es temido por las élites de países establecidos? Primero, porque erosiona su poder, perturbando el statu quo y los monopolios financieros. Las élites y los gobiernos tienen hoy control sobre el dinero, pero la existencia de bitcoin es una amenaza para ellos. En segundo lugar, y para combatir a bitcoin, están creando sus propias formas centralizadas de moneda criptográfica, aunque estas no sean conceptualmente lo mismo, ya que otras monedas de blockchain abierto –como Ethereum o las llamadas Enterprise blockchains– están cerradas, normalmente centralizadas y tienen permisos que pueden ser editados. Es imperdonable todo lo que se ha invertido en marketing con la aspiración de crear algo parecido a bitcoin, sin respetar su objetivo original. Quienes crearon bitcoin tuvieron que usar blockchain –que por cierto tiene una estructura bastante extraña– para lograrla descentralización, su valor primordial.

Al ser concebido como una estructura de datos descentralizada, debe usar un algoritmo de consenso muy costoso a la hora de actualizarse los datos, lo que da lugar a un proceso ineficiente. La razón por la que los creadores de bitcoin se vieron obligados a plantear un modelo ineficiente se debía al objetivo de crear dinero que no fuese propiedad de nadie. Si hacemos una moneda con blockchain sin obtener el principal beneficio que nos aporta –la libertad–, cometemos un error..., a menos que lo hagamos solo por dinero y poder.

Blockchain para el bien

El presidente chino, Xi Jinping, definió blockchain en un importante discurso el pasado julio, como la tecnología innovadora. Jack Ma, presidente de Alibaba Group, dice que, si bien piensa que bitcoin es una burbuja, blockchain es real. La cadena de televisión comunista china hizo un gran especial diciendo que blockchain será 10 veces más importante que Internet. El ritmo de crecimiento de las rutas de blockchain en China supera a cualquier otro, pero tienen características específicas chinas, o como ellos dicen “blockchain centralizados”. China es uno de muchos gobiernos que intentan usar esta tecnología para controlar a su población.

También la dictadura venezolana intenta utilizarla para escapar de la hiperinflación, habiendo creado su propia moneda criptográfica, el Petro, que utilizan para recaudar dinero y mantener vivo su régimen. En Arabia Saudita IBM está trabajando con la capital, Riad. No debemos olvidar que el gobierno saudí ha crucificado y ahorcado personas, además de arrestar a mujeres solo por pedir el derecho a conducir. El mundo corporativo debería preocuparse por los gobiernos con los que se asocia para hacer proyectos de blockchain. La próxima vez que les inviten a hablar en Dubai, Abu Dhabi o China, deberían pensar qué haría Satoshi Nakamoto.

En Estonia tenemos la prueba de cómo los sistemas centralizados pueden ser importantes: tienen un brillante programa de residencia virtual, tienen la identidad digital y una economía increíble que se basa en una infraestructura digital centralizada que genera mucha confianza entre sus ciudadanos, que están seguros de que su gobierno no les va a robar su dinero ni a secuestrar su identidad… Pero un sistema centralizado es tan bueno como las personas que están detrás de él. ¿Qué pasaría si Putin invadiese mañana Estonia? No sería imposible después de que haya invadido Georgia y Ucrania. Si lo hiciese, podría usar este sistema digital para congelar las cuentas de quienes le critican y perseguirles. Podría convertir un sistema de conveniencia en un sistema de control, y esto es exactamente por lo que los chinos apuestan.

Durante los últimos 10 años, el Partido Comunista chino ha estado construyendo un sistema que tiende hacia una sociedad sin dinero en efectivo. Hoy la mayoría de las transacciones en el país se realizan mediante teléfonos móviles, incluso los mendigos de las ciudades más grandes de China pueden recibir dinero a través de un código QR.

El efectivo nos permite ser libres y tener privacidad. Si nos movemos hacia una sociedad sin efectivo, tenemos que pensar en qué tipo de sociedad queremos vivir; y no solo en China. En Venezuela, el 98% del dinero que circula es digital. A medida que nos embarcamos en nuestro futuro financiero, debemos tener esto en cuenta. Como recalca el autor Nassim Nicholas Taleb, “esta es la propuesta de valor de bitcoin”. La mera existencia de bitcoin es una póliza de seguro que recordará a los gobiernos que el último objeto que buscan controlar, el establecimiento de la moneda, ya no es su monopolio, y esto nos aporta a las masas una póliza de seguro contra un futuro Orwelliano.

Cómo escalar con seguridad

Apenas estamos en los inicios de bitcoin. Tengamos en cuenta el tipo de escala en innovación que ocurre con todas las tecnologías en marcha.

El gran obstáculo de bitcoin hoy es que fue diseñado para ser lento. El pionero del dinero digital Nick Szabo dijo que “sacrificar en gran medida la escalabilidad computacional para mejorar la escalabilidad social fue el brillante compromiso de Satoshi Nakamoto”. Bitcoin cambió explícitamente la escalabilidad y la eficiencia por la seguridad y la resistencia a la censura y el control. Si queremos pensar de manera exponencial respecto de bitcoin, tendremos que descubrir cómo se puede pasar de que millones a miles de millones de personas puedan utilizarlo, y para ello debemos encontrar soluciones.

Una posibilidad es la Lightning Network. Al igual que Internet está estructurada en capas (donde tienes TCP / IP, y la World Wide Web sobre ella y la otra mitad debajo de ella), Lightning es una red de pago P2P que está naciendo en estos momentos y se posiciona por encima de bitcoin. Utiliza bitcoins reales para facilitar transacciones instantáneas casi sin cargo. Para dar una idea de la escala a la que se movería, si Visa hace aproximadamente 2.000 transacciones por segundo, censurables y viables; bitcoin hace 10 transacciones por segundo, mucho más lento que Visa, aunque se trate de transacciones imparables. Con Lightning, posiblemente, podríamos lograr dinero imparable a escala exponencial y sin renunciar al control, un concepto financiero fascinante.

Otro aspecto importante es que el modelo generaría beneficios a los poseedores de bitcoin de una manera diferente a quienes poseen oro, con el cual no se puede ganar dinero a menos que suba su cotización. Los bitcoins en la red de Lightning proporcionarían servicios a la comunidad a través del paso, pudiendo cobrar tarifas u obtener intereses sin tener que revelar las claves privadas.

Si no escalamos la tecnología descentralizada, el modelo WeChat va a ganar. Necesitamos una nueva forma de pensar cuando planteemos ganar dinero o hacer crecer los negocios. Una que incluya la protección de nuestras libertades civiles. No podemos apuntar hacia lo más grande, lo más rápido o lo más barato, sin hacerlo a la vez hacia lo más libre. Quizás así lleguemos a la tecnología en democracia o DemTech. Si no invertimos en democracia, nuestro futuro será oscuro.

Nos encontramos en una encrucijada y en nuestras manos está conseguir un sistema con la suficiente descentralización que permita preservar nuestras libertades y derechos, manteniendo un nivel de privacidad razonable, que garantice no solo el futuro de nuestro planeta sino el de la humanidad. 


Alex Gladstein, jefe de Estrategia de Human Rights Foundation. Ponente del Singularity University Global Summit 2018, celebrado en San Francisco


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