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El nuevo sonajero

22 de Junio de 2015//
(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)

Cuando éramos pequeños, nuestros padres nos entregaban un sonajero para entretenernos. Era un pequeño juguete de poco peso, formado por un mango, con cascabeles o sonajas en la parte superior, que sonaban al moverlo con nuestras delicadas manos. Este artefacto hacia que prestásemos atención a su vivacidad y conseguía que no diésemos la murga a nuestros progenitores.

Hoy este instrumento ha sido desplazado por el móvil, el mismo utensilio que ha acabado con inventos históricos como el reloj despertador, la radio, la cámara de fotos, la linterna, la calculadora…, y que está erradicando también hasta los mandos a distancia de la televisión. 

El otro día, mientras desayunábamos en una cafetería del barrio y ojeaba uno de los periódicos, me di cuenta de que otros vecinos que suelen desayunar allí tenían a su nieta en el cochecito de bebés y, cuando reparé con lo que se entretenía la niña, me percaté de que era un móvil. Luego caí en la cuenta de que también otros días que hemos coincidido, la estrategia de entretenimiento había sido la misma. Cuando la niña protestaba lo más mínimo, esta joven abuela le daba el móvil a su nieta y le dejaba ver cualquier cosa. Pronto la niña se quedaba ensimismada, probablemente presa de una incipiente nomofobia.

A partir de este acontecimiento –perdone que lo catalogue así–, decidí fijarme en personas que están en lugares públicos con niños pequeños y comprobé que eran muchos –y no solo niños, sino también bebés– los que se entretienen con estos nuevos sonajeros electrónicos, que manejan con sus finas manos.

Este comportamiento sociológico demuestra, una vez más, cómo las tecnologías cambian radicalmente la forma de entretenernos, relacionarnos y, por supuesto, vivir. Tanto es así que podríamos decir que las nuevas tecnologías están cambiando hasta nuestras necesidades más básicas.

Estudios recientes manifiestan que el tiempo que tarda un hombre desde que se despierta hasta que se conecta a su teléfono móvil es de siete segundos, mientras que la media en las mujeres asciende a los 15 segundos; es decir, parece que encendemos nuestros dispositivos electrónicos y nos conectamos antes incluso de pasar al servicio o desayunar; esto es, antes de satisfacer nuestras necesidades más básicas o fisiológicas.

Pero desde el punto de vista del propósito, la presente tribuna utiliza este ejemplo porque las nuevas tecnologías y especialmente los móviles –al parecer de media cada usuario mira al móvil unas 150 veces al día– están poniendo en solfa la teoría de Maslow de las Necesidades Básicas Humanas, y quizá debamos comenzar a explicar su famosa pirámide, anteponiendo un escalón más básico y anterior al de necesidades fisiológicas que sería el de las necesidades de conexión. 

Consecuencia de nuestra argumentación, es esa nueva patología que antes señalábamos como nomofobia, abreviatura de la expresión inglesa “no-mobile-phone phobia”. En 2011, la Oficina de Correos de Reino Unido encargó al instituto demoscópico YouGov un estudio para determinar la ansiedad que sufren los usuarios de teléfonos móviles.

Para ello contó con una muestra en la que participaron 2.163 personas. Comprobaron que casi el 53% de los usuarios sentían ansiedad cuando perdían su teléfono móvil, se les agotaba la batería o no tenían cobertura. De acuerdo con el estudio, alrededor del 58% de los hombres y el 48% de las mujeres sufre esta fobia, y un 9% adicional se siente estresado cuando sus móviles están apagados. La investigación también demostró que los niveles de ansiedad o estrés de una persona con nomofobia eran equiparables con los nervios que se tienen el día antes de la boda o de la visita al dentista. Para el 55% de los participantes de esta investigación, la ansiedad se producía por el hecho de sentirse aislado de posibles conexiones de llamadas o mensajes de su círculo más próximo de familiares, amigos o colegas del trabajo. ¡Qué barbaridad!

En fin, cuando el 91% de toda la población tiene móvil y pasamos más tiempo en Internet (media de 1,8 hrs/día) que ante el televisor (1,5 hrs/día), y nuestros bebés se entretienen con nuestros móviles, se entiende mejor que Abraham Maslow deba cambiar su pirámide y que los nuevos sonajeros ya no tengan cascabeles.


 José Manuel Casado, presidente de 2.C Consulting.

Artículo publicado en Executive Excellence nº122 junio 2015


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