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Europa: un modelo social que inspira

05 de Marzo de 2020//
(Tiempo estimado: 6 - 11 minutos)

El griego Margaritis Schinas lidera una de las áreas más polémicas creada por la Comisión Europea tras las elecciones de 2019: la de Promoción para el Modo de Vida Europeo. En origen esta cartera fue designada como la responsable de “proteger” nuestro modo de vida, pero el nombre fue criticado por distintos grupos parlamentarios tras conocerse que sus competencias se centrarían en la cuestión migratoria, considerando que este fenómeno se presentaba como una amenaza. La vicepresidencia también se ocupa de gestionar las áreas de seguridad, empleo y educación, pero el rechazo de los socios europeos obligó a la presidenta Ursula von der Leyen a cambiar la palabra “proteger” por “promover”.

Durante su reciente participación en los Desayunos CEDE, Schinas recordó la importancia tanto de proteger como de promover los valores y el estilo de vida europeo, que hacen de Europa un ejemplo en el resto del mundo.

“Europa sigue siendo un modelo de sociedad que inspira”, afirmó. Y como ejemplo, recordó que pese a representar menos del 8% población mundial, aglutina el 50% del gasto social mundial, todos los países disponen de sistemas universales de salud y cuenta con un sistema de protección de datos que actúa como escudo frente a delitos cibernéticos.

“La falta de regulación no hace a la gente más feliz. Europa sigue siendo un faro de luz en un mundo que se hace cada vez más oscuro”, aseguró el vicepresidente.

Más y mejor Europa

España es un país especial para mí porque a él me unen lazos familiares y laborales, pero también es un país importante para Europa. Es el cuarto estado más grande en términos demográficos, tiene una de las economías más prominentes y cuenta con una fuerte tradición pro europeísta. Todos los gobiernos españoles, independientemente de su ideología, han defendido a Europa. Y es que España y los españoles han entendido que es mucho mejor estar bajo el paraguas europeo a la hora de afrontar problemas complejos y buscar oportunidades. Esto es algo fundamental en el mundo de hoy, donde incertidumbres y otros movimientos, como los proteccionismos y los extremismos, confirman más que nunca la necesidad de estar unidos. El argumento de aquellos que critican Europa afirmando que el proyecto no funciona es simplista. Lo que verdaderamente importa es la política, no la retórica, y quienes buscan soluciones fáciles a problemas complejos en el mundo de hoy, se equivocan.

Los desafíos del mundo actual, tales como la inmigración, la seguridad, el garantizar un crecimiento económico sostenido, el proteger el medio ambiente o la salud, no se pueden solucionar desde una perspectiva estrictamente nacional. Necesitamos más Europa o, mejor dicho, más y mejor Europa.

No es casualidad que en los últimos tiempos el porcentaje de apoyo a la Unión Europea haya aumentado exponencialmente en todo el territorio, y a día de hoy los 27 estados miembros tenemos mucho más que hacer juntos. Esta es la premisa de la nueva Comisión, encabezada por la presidenta Ursula von der Leyen, en la que tengo el honor de participar: desempeñar un papel geopolítico, donde los intereses europeos se defiendan con eficacia dentro y fuera de nuestras fronteras.

Se trata de una tarea directamente ligada a mi propia cartera de responsabilidades. Muchos de ustedes habrán seguido el debate esquizofrénico, y a veces incluso ridículo, que se originó durante la investidura en el Parlamento Europeo alrededor de la nomenclatura de la vicepresidencia y lo que significa el modo de vida europeo hoy. Nos empeñamos en discutir sobre si hay que promover o proteger el modo de vida europeo como si ahora no existieran otros problemas. Está claro que hay que hacer las dos cosas, proteger y promover nuestro estilo de vida, nuestros valores, nuestra diversidad, todo lo que convierte a Europa en un ejemplo para el resto del mundo. Pero cuando se discuten estos temas lo importante es concentrarse en el contenido de la tarea, no en la denominación o el simbolismo.

Acciones rápidas y profundas

Por primera la Comisión Europea ha reunido en una misma vicepresidencia políticas tan importantes como la seguridad, la inmigración o el control de las fronteras. Una Europa de oportunidades, de movilidad, que abre caminos, que ofrece oportunidades a partir de la educación, y con un mensaje claro que se aplica a todas las actividades: Europa y el mundo están en continua transformación, y los retos que los europeos debemos afrontar juntos requieren un enfoque transversal y unas transiciones rápidas y, a la vez, profundas.

Vivimos una Europa en transición que en los próximos años deberá hacer frente a cuatro desafíos:

1.- Medio Ambiente. Convertiremos a Europa en el primer continente climáticamente neutro, que es el principal reto de nuestra generación y también la mayor oportunidad de nuestro tiempo.

Para lograrlo hemos presentado el Pacto Verde Europeo, una ambiciosa estrategia que muestra cómo Europa puede liderar el cambio hacia la neutralidad climática. Pero esta noble tarea requiere una acción decidida en otros ámbitos. Por un lado, invertir en soluciones tecnológicas, en capital humano o en formación, para que nuestros ciudadanos sean actores del cambio y del éxito. Y por otro, medidas en ámbitos clave como la política industrial, la financiación o la investigación. Todas estas acciones tienen que ir acompañadas de una política social adecuada que asegure una transición justa y que abarque a todos. En este contexto de transición ecológica, nos hemos comprometido a promover un plan global que movilizará al menos un billón de euros en inversiones sostenibles durante la próxima década.

2.-Digitalización. Es hora de crear una visión global para una Europa digital. Pero a diferencia de lo que ocurre con el cambio climático, en este caso no podemos pensar en una evolución progresiva, porque la transición digital está ocurriendo ya. Tecnologías como las redes móviles de quinta generación, o la Inteligencia Artificial nos permiten hacer grandes cosas, como apoyar la medicina personalizada o la agricultura de precisión, pero a la vez conllevan serios riesgos para nuestra seguridad y para la protección de datos.

En unos años, todo estará conectado con todo y con todos. Y no sólo nuestros ordenadores, sino también la ropa, las neveras o los coches. Transitamos hacia un mundo distinto para el que debemos prepararnos y concretar el marco reglamentario que permita utilizar las nuevas tecnologías a nuestro favor y no en contra de nuestros valores comunes.

En este sentido, acabamos de presentar un paquete de medidas para afrontar el desembarco de la Inteligencia Artificial, la gestión de datos y la presión de los gigantes tecnológicos estadounidenses.

Hoy en día cuestiones como la recopilación, el acceso o el uso de los datos se han convertido en una poderosa herramienta para hacer y deshacer no sólo en política, sino también en economía y en toda la sociedad. Debemos ser muy firmes a la hora de garantizar el respeto de la tecnología con nuestros valores. Europa tiene que seguir liderando la protección de la intimidad y de los datos personales, y para ello necesitamos una regulación de carácter antropocéntrico, es decir, controlada por el hombre. De lo contrario, los algoritmos podrían llegar a intervenir nuestra vida social y económica, y a tomar decisiones de una manera que puede resultar difícil de predecir y contener.

Además de nuestros amigos y familiares, en los próximos años los europeos tendremos que convivir con la denominada “realidad del algoritmo”. Los algoritmos decidirán nuestro comportamiento como ciudadanos, como consumidores y como electores. La gran pregunta es: ¿quién tendrá el control de estos algoritmos que, además, tienen la capacidad de evolucionar y ser cada vez más inteligentes? Para la Comisión la respuesta está clara: los algoritmos tienen que estar en manos de la sociedad y de sus representantes políticos, no en manos de los ingenieros.

Por eso, la Comisión tiene previsto presentar un marco global que garantice la seguridad de los europeos. Queremos construir un nuevo ecosistema de seguridad que ayude a los estados miembros a garantizar la seguridad nacional abarcando acciones que van desde el terrorismo y la delincuencia organizada hasta la prevención y detección de amenazas híbridas, como la ciberseguridad o la protección de infraestructuras críticas. 

Una política holística de inmigración

3.- Inmigración. La inmigración y el asilo son dos realidades que no se pueden negar ni rechazar, se deben gestionar. No debemos esperar a que se generen problemas como el que tuvo lugar en Siria en el año 2015, o como la crisis que vivió España con los cayucos para tomar cartas en el asunto. A diario escuchamos voces populistas que quieren hacer creer a nuestros ciudadanos que Europa puede vivir en situación de inmigración cero, pero lamento comunicarles que esto no es posible. Vivir con inmigración cero en Europa es como vivir con gravedad cero. Nos encontramos en el centro de importantes movimientos migratorios, y es nuestra obligación encontrar fórmulas europeas colectivas para gestionar nuestras fronteras y controlar los procedimientos de asilo, pero también que nos permitan tener la capacidad de integrar en nuestros mercados laborales y nuestras sociedades a todas aquellas personas que vienen buscando nuestra protección.

No hay dos estados miembros que se encuentren en la misma situación y, por lo tanto, necesitamos una política holística de inmigración y asilo. La solución pasa por encontrar fórmulas que funcionen para todos. Como tengo la responsabilidad política de liderar esta transición hacia una gestión común de nuestras políticas migratorias, quiero dejar claro que no aceptaré soluciones en las que unos estados ganen y otros pierdan. Estoy convencido de que todos los países de la Unión, y también los migrantes, saldrán beneficiados si elaboramos una regulación capaz de reducir la presión y evitar el abuso de nuestros sistemas. Así, tengo previsto viajar a todas las capitales europeas para hablar con los gobiernos nacionales y juntos esbozar las líneas de lo que queremos que se convierta en un acuerdo europeo, global y holístico, para la inmigración y el asilo.

Para elaborar esta política partimos de la premisa de que la inmigración no se puede tratar desde una perspectiva únicamente fronteriza. Necesitamos un sistema que englobe todos los aspectos, incluido lo que ocurre en los países de origen y de tránsito, en el que debemos trabajar como Europa para facilitar las oportunidades de los jóvenes migrantes, y evitar que acaben en manos de los traficantes del Mediterráneo. Una política de asilo en la que todos contribuyan, se reparta la solidaridad y se mejore la integración de los ciudadanos de terceros países con derecho a quedarse en nuestras sociedades.

Me gustaría dejar claro que Europa seguirá siendo un destino de asilo. Esto es lo que define ser europeo hoy, y los que huyen de guerras, persecuciones y dictaduras deben tener la certeza de que Europa les puede proteger. Aquellos que no tengan derecho de protección bajo nuestras leyes, sin embargo, tendrán que volver a sus países de origen. Y este equilibrio entre responsabilidad y la solidaridad será el principal pilar de la transición que debemos iniciar hacia una política de inmigración común.

4.- Nuevas capacidades (skills). Hoy en día una de las preocupaciones más frecuentes del sector empresarial es encontrar personal con capacidades adecuadas. El 40 por ciento de los empleadores afirman que no encuentran candidatos capaces de cubrir sus vacantes por este motivo, y el 47 por ciento de la población no cuenta con las competencias digitales adecuadas, incluso sabiendo que en un futuro no muy lejano la mayoría de los puestos de trabajo requerirán habilidades digitales.

En los próximos años, Europa necesitará una auténtica revolución de capacidades. Por eso, vamos a promover una nueva agenda para impulsar la formación continua, que vaya desde la educación infantil hasta la Formación Profesional y universitaria. Pero esta revolución de las capacidades no sólo tiene que tocar a los que tienen la suerte de acceder a la formación, sino también a los europeos que viven fuera de las ciudades, que están en el mundo rural, que tienen menos oportunidades. Estos ciudadanos también tienen derecho, y vamos a hacer que todo el mundo tenga la oportunidad de acceder a los programas de formación.

Como ha quedado de manifiesto, tengo por delante mucho trabajo y muy complicado, puesto que no es fácil introducir cambios en una organización, fijar nuevas estrategias y embarcar a la plantilla para convertir los proyectos en realidad. Se trata de una tarea que requiere dedicación y firmeza, pero también ilusión y motivación. Estos valores son, precisamente, los que han guiado mi carrera.

España es un país clave para la Unión Europea. Su esencia pro europea estratégica le convierte en un interlocutor válido y necesario. Necesitamos a España para poner en marcha todas las reformas y medidas que he anunciado, y no me cabe la menor duda de que este país tendrá un papel central en las cuatro transiciones que he enumerado. Por mi parte, espero servir para promover el diálogo y para impulsar, más si cabe, la relación privilegiada de España y su sector empresarial con Bruselas. 


Margaritis Schinas, vicepresidente para la Promoción de nuestro Modo de Vida Europeo en la Comisión Europea (CE)

Texto publicado en Executive Excellence nº165, marzo 2020