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"No es sólo el momento de la tecnología, sino del humanismo"

28 de Noviembre de 2018//
(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Bajo el título “Disrupción Exponencial”, José María Álvarez-Pallete compartió con los directivos el desafío de transformación de Telefónica, una compañía con 94 años de historia marcada por los cambios. Tras ser presentado por Carlota Pi, cofundadora y presidenta ejecutiva de Holaluz, quien destacó de Álvarez-Pallete su espíritu innovador, su educación y capacidad de aprendizaje y, muy especialmente, su alegría y actitud positiva, tomó la palabra el presidente de Telefónica.

UNA GENERACIÓN AFORTUNADA

Estamos viviendo tiempos exponenciales; sin embargo, las personas no estamos programadas para pensar exponencialmente, sino que tendemos a hacerlo linealmente.

Nos estamos acostumbrando a titulares disruptivos y tenemos que preguntarnos en qué época vivimos. Como generación somos tremendamente afortunados. Ninguna otra ha experimentado un nivel de cambios similar, y es un dato empírico. Cada vez que ha habido una acumulación de energía en un momento preciso del tiempo, el cambio se ha disparado exponencialmente; pero lo que estamos viviendo ahora mismo tiene el tamaño de cuatro veces la Revolución Industrial, hasta ahora la mayor época de cambio.

Nunca otra generación ha vivido una acumulación de energía como la actual. Esto tiene su origen en la Ley de Moore de los años 50, pero es sólo ahora cuando la capacidad de almacenamiento crece de forma exponencial, y por tanto la capacidad de generar datos. Eso hace que los ciclos de adopción de la

tecnología se vuelvan prácticamente verticales, llegando esta cada vez más rápido y a más gente. Eso es bueno, pero al mismo tiempo muy disruptivo.

¿CUÁNTO VA A DURAR ESTA ACELERACIÓN?

En los próximos 20 años, la humanidad cambiará más que en los 300 anteriores. No se trata de una sola tecnología, sino de la confluencia de muchas: los asistentes virtuales, el 5G, el Internet de las Cosas (IoT), la realidad virtual aumentada, el blockchain, el cloud, los coches autónomos, la computación, la impresión 3D, la hiperconectividad… Todo esto está coexistiendo en el tiempo, y por lo tanto el nivel de exponencialidad se incrementa.

Además, no percibimos hasta qué punto estamos utilizando todas estas tecnologías, porque se están haciendo tremendamente fáciles de usar. Por ejemplo, la realidad virtual aumentada estará en el 100% de los smartphones que vendamos de aquí al 2021. Los asistentes personales ya incorporan tecnologías de reconocimiento de voz y facial con una precisión superior a la capacidad humana y algoritmos de aprendizaje profundo, de modo que aprenden de lo que uno les va diciendo haciéndose cada vez más inteligentes…

El impacto de la IA en el PIB europeo de los próximos 14 años equivaldrá a 1,8 trillones americanos (billones españoles), más que el PIB de España. Es decir, en los próximos 14 años la IA va a crear, sólo en Europa, un tamaño de economía superior al que tiene en la actualidad la economía española. ¡Este proceso es imparable!

Incluso cuando parece que la Ley de Moore se desacelera, en una década contaremos con ordenadores cuánticos que van a revolucionar el mundo de la computación, de una forma incluso superior a la que representó el silicio.

CONECTIVIDAD MÁS IA

La ultra-banda ancha, la fibra, las redes 4G y 5G ya están aquí. Habrá más de 100.000 millones de personas y cosas conectadas a Internet en el 2025, cuando hoy sólo hay 7.000. Esto requerirá redes de alta capacidad para poder transportar los datos de forma simultánea.

Para tener una idea de las magnitudes: un día de interacción humana son cuatro petabytes, un coche conectado genera 40.000 petabytes/día (todos sus sensores están recogiendo información y transmitiéndola). Todo ello utilizado para elaborar conocimiento tanto para mejorar la propia fabricación como para mejorar el tráfico y el medio ambiente… Somos incapaces de saber todo lo que va a traer esta conectividad unida a la proliferación de la IA.

El tráfico de datos crecerá por un factor de 11, y nuestras redes de telecomunicaciones habrán de soportarlos, debiendo prepararnos para no convertirnos en un cuello de botella. La conectividad lo va a cambiar todo y ningún sector es inmune; el impacto será masivo.

AVANZAR EN LA DISRUPCIÓN

¿Cómo podemos afrontar esta disrupción sin tener referentes históricos? Primero debemos ser conscientes de qué está pasando: los bots, los mensajes programados y el tráfico artificial, la manipulación de la opinión pública, las fake news, el uso irresponsable de la tecnología, las debilidades en materia de ciberseguridad o de hacking, la suplantación de personalidad… Se va a producir un debate creciente sobre qué es más importante: ¿el humanismo y los valores sociales o lo que es capaz de hacer la tecnología?

No sabemos cómo piensa la IA y, de todo el tráfico de datos que hoy va por las redes de telecomunicaciones, incluidas las de Telefónica, más de la mitad no es humano, sino bots. De ellos, más de la mitad son bots “malos”, de cibercrimen, suplantación de personalidad… algo de lo que no somos conscientes.

Debemos comprender que esta tecnología desintermedia sectores enteros a la vez que es capaz de intermediar entre demanda excesiva y oferta insatisfecha (por eso, muchos de estos modelos son gratuitos). De esta teoría de la economía de las plataformas surgen Spotify, Airbnb, Uber, Netflix… Agregando sin parar comunidades; hoy tres de los cinco “países” más poblados del mundo son plataformas: Facebook (con más de 2.200 millones de personas), YouTube (con 1.900), WhatsApp (con 1.500) y después irán China e India.

Actualmente, la mayor compañía de gestión de capacidad habitacional del mundo no tiene un solo hotel; la mayor compañía de flota de coches del mundo no tiene un solo coche. Esa es la economía de las plataformas, y eso se está transfiriendo a las valoraciones del mercado. Netflix vale mucho más que Sony y de las cinco primeras compañías más grandes del mundo sólo la quinta no es tecnológica; pero es que, además, el tamaño de las compañías se ha doblado, produciéndose un nivel de concentración de riqueza nunca visto.

Estos niveles de disrupción hacen que no tengamos garantizada la supervivencia como empresas. Hay que adaptar los modelos de negocio transportando las fortalezas del mundo físico al digital.

LOS VALORES COMO REFERENTE

La tecnología va a estar disponible, pero no es el momento de la tecnología, sino del humanismo. Es momento de que, como personas, decidamos qué queremos hacer con esa tecnología y cómo la queremos aplicar; ese va a ser el valor añadido. Hay que poner límites a lo que la tecnología puede hacer, y los límites tienen que ser los valores que nos impongamos como personas.

El mayor peligro no es que las máquinas tomen el control, sino que nos olvidemos de que nosotros somos personas que atendemos a personas, y que no todo lo que hace la máquina es necesariamente bueno para nuestros clientes. Tan importante como el coeficiente intelectual es la inteligencia emocional, la humanidad, la ética, la creatividad, la imaginación…, hay cosas que no pueden ser digitalizadas, cosas que son privilegio exclusivo de los humanos.

Además, tenemos que generar la transición entre el empleo que va a ser afectado y el que va a ser creado, algo que sólo se soluciona con educación y con valores como la solidaridad.

LA TRANSFORMACIÓN DE TELEFÓNICA

Durante 94 años en Telefónica hemos vendido voz, pero hoy la gente no quiere pagar por este producto. Ese es el nivel de disrupción que hemos tenido que afrontar. En el año 2012 los datos, la conectividad de banda ultra ancha y los servicios de valor añadido representaban el 28% de nuestros ingresos. Hoy son ya más de la mitad.

Ofrecemos voz ilimitada por precio fijo, estamos vendiendo datos y transformando nuestras redes. Eso nos ha exigido configurarnos como  plataformas. La primera son nuestros activos físicos, aquello que nos hace relevantes en la sociedad. No podemos olvidar nuestro origen, y por eso nuestras redes de telecomunicaciones y de distribución (tiendas y call centers) son tan esenciales; y en ellas hemos invertido mucho.

Nuestra segunda plataforma son los sistemas, aquello que da vida a un cuerpo poderoso como es la red. Si ambas plataformas disfrutan de buena salud, es sencillo enchufar productos y servicios digitales sobre ellas, para crear una tercera plataforma y convertirnos en un gran distribuidor de tecnología. Pero descubrimos hace tres años que con esto generamos más datos que nadie, sabemos mucho de la actividad de nuestros clientes, y hemos empezado a almacenar sus datos en lo que llamamos la cuarta plataforma. Esos datos les pertenecen y deben tener el control pleno sobre ellos, porque a nosotros ya nos están pagando.

Esa es la transformación en la que hoy estamos inmersos y donde estamos aplicando IA para que la red piense por sí misma, pero siempre controlada por personas y los valores propios de Telefónica. Es una transformación de 74.000 millones de euros, dos veces la actual capitalización bursátil de la compañía.

Tomar decisiones sin miedo garantiza el futuro y la supervivencia. Gracias a eso, hoy somos líderes nacionales en fibra, en virtualización de red, pioneros en digitalización, líderes en aplicar inteligencia cognitiva a redes de telecomunicaciones a nivel mundial, líderes en ciberseguridad -junto con Vodafone- no sólo en Europa, sino a nivel global y también en el IoT. Ese es el nivel de desafío.

Para nosotros los valores son tan importantes como las métricas financieras. Hemos decidido ser una compañía  abierta, que diga lo mismo hacia dentro que hacia fuera; retadora, sin temor al cambio; en la que confíen nuestros accionistas, nuestra gente y nuestros clientes. Con ellos queremos desarrollar otro tipo de relación donde además de preferirnos y respetarnos, sientan que la compañía es suya. 


José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. 

Texto publicado en Executive Excellence nº153 noviembre 2018. 


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