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La gran paradoja de la productividad, por Rita McGrath

(Tiempo estimado: 6 - 11 minutos)
Rita McGrath_Paradoja de la productividad
Resumen en 2 minutos

Desde Adam Smith, hemos vinculado el progreso económico con la mejora en la productividad, especialmente en la manufactura. Sin embargo, al entrar en una era digital e impulsada por IA, este modelo tradicional ya no es suficiente. Las actividades que realmente hacen que la vida valga la pena –como el arte, la educación, la cultura y el cuidado– siguen siendo difíciles de medir y, por tanto, se consideran improductivas dentro del marco económico clásico.

McGrath plantea que esta visión está incompleta y propone lo que llama la “paradoja de la productividad cultural”: lo más valioso para el bienestar humano es lo que más nos cuesta cuantificar. A pesar de que el sector cultural aporta significativamente al PIB, continúa siendo tratado como un accesorio económico en vez de un motor de desarrollo humano.

La economista Carlota Pérez aporta un enfoque histórico al mostrar que las verdaderas “edades doradas” surgen cuando la tecnología no solo genera riqueza, sino que se despliega al servicio del bienestar colectivo. Hoy estamos en un punto de inflexión similar, y la IA podría ser la clave: no para reemplazar la creatividad humana, sino para ampliar la capacidad humana en tareas significativas.

La oportunidad no está solo en optimizar procesos, sino en redefinir lo que quiere decir ser productivos: invertir en cultura, comunidad, educación y creatividad. Esto implica adoptar nuevas métricas de éxito, más allá de la eficiencia económica, que reflejen el florecimiento humano.


Por qué medimos todo, excepto lo que hace que la vida valga la pena_

Desde los tiempos de Adam Smith, hemos atribuido la mejora del nivel de vida al aumento de la productividad, sobre todo en la manufactura. Pero ahora que estamos al borde de una revolución del trabajo digital e inteligente, quizás necesitemos una nueva manera de concebir la productividad, en particular en lo que respecta a aquellos factores que no necesariamente pueden incluirse en una ecuación de input/output.

El papel perdido del ingenio en nuestra comprensión de la productividad

2025N Rita Paradoja Productividad naciones1Ya en 1776, Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, estableció muchas de las suposiciones que hoy damos por sentadas en la lógica económica. Uno de sus argumentos más convincentes fue que, a través del mecanismo de la “mano invisible”, los participantes en sistemas capitalistas pueden generar beneficios para otros actuando en su propio interés. También ofreció una interesante distinción entre trabajo productivo y no productivo. El experto en productividad Scott Young señala que “el trabajo productivo –según Smith– era cualquier labor que se fijara en un objeto tangible. El trabajo no productivo era aquel cuyo valor se consumía tan pronto como se creaba”. Smith contrastó el papel de los trabajadores en una planta manufacturera (trabajo productivo) con las tareas de un sirviente (trabajo no productivo).

La magia del aumento de la productividad, además, residía en la división del trabajo, donde las personas podían especializarse en tareas y aprender a hacerlas mejor, lo que permitía que todo el sistema generara una mayor producción con los mismos o incluso menos insumos: la definición clásica de una mayor productividad.

Con una mayor productividad surge el potencial de producir más de lo necesario para la subsistencia humana básica. Eso, a su vez, crea la posibilidad de un mercado en el que un grupo de personas puede intercambiar su excedente con otros, generando mayores incentivos para seguir aumentando la productividad, y así sucesivamente. Al centrarse en su parte del sistema, las prácticas de aprendizaje conducen a mejoras, descubrimientos e innovación. Por eso el libre comercio, al abrir mercados más amplios, suele considerarse beneficioso para todos los participantes.Aquellas sociedades que dieron a las personas la posibilidad de usar su ingenio y sus inclinaciones emprendedoras para mejorar su trabajo, prosperaron. Las que no lo hicieron, languidecieron

Sin embargo, hay una parte de los escritos de Smith que, en mi opinión, se ha pasado por alto. Se trata de su énfasis, como explica James R. Otteson de la Universidad Yeshiva, en el papel del ingenio humano. Aquellas sociedades que dieron a las personas la posibilidad de usar su ingenio y sus inclinaciones emprendedoras para mejorar su trabajo, prosperaron. Las que no lo hicieron, languidecieron.

¿Son nuestros trabajos más importantes los más improductivos?

Irónicamente, según la propia definición de Smith, muchos de los trabajos más importantes en cualquier sociedad (enseñanza, atención médica, cuidado infantil) son improductivos. Además están sujetos a costes crecientes debido al denominado “efecto Baumol”, en honor al fallecido economista William Baumol, quien descubrió que, aunque médicos, profesores y músicos de orquesta no se volvían más “productivos” con el tiempo (por ejemplo, cuatro músicos siguen tardando 40 minutos en tocar una obra de Mozart), sus salarios aumentaban. Esto ocurre porque el incremento de los salarios en los sectores de alta productividad de la economía hace que los trabajadores de los sectores menos productivos también ganen más, para evitar que esos puestos de trabajo esenciales queden vacantes. Baumol consideraba que se trataba de una “enfermedad de los costes”, que lastraba la productividad de toda la economía y contribuía al crecimiento de esos sectores de baja productividad a lo largo del tiempo.Galerías de arte, salas de conciertos, literatura, museos, aprendizaje experiencial, festivales culturales... todas representan el florecimiento de la civilización humana, pero siguen resistiéndose obstinadamente a nuestra comprensión del valor económico

2025N Rita Paradoja Productividad arteDebido a la forma en que concebimos la productividad, hemos creado un punto ciego peculiar: las cosas que hacen que realmente la vida valga la pena son precisamente aquellas que nos cuesta hacer más productivas. Galerías de arte, salas de conciertos, literatura, museos, aprendizaje experiencial, festivales culturales... todas representan el florecimiento de la civilización humana, pero siguen resistiéndose obstinadamente a nuestra comprensión del valor económico.

Esto crea lo que yo llamo la “paradoja de la productividad cultural”. El sector de las artes y la cultura aportó 1,17 billones de dólares a la economía de EE. UU. en 2023, representando el 4,2 % del PIB, y aun así seguimos considerando las actividades culturales como notas al pie económicas, en lugar de reconocerlas como impulsoras fundamentales del desarrollo humano. Nos hemos vuelto extraordinariamente hábiles para medir la eficiencia en la fabricación de dispositivos, mientras seguimos desconcertados ante cómo cuantificar el valor del primer encuentro de un niño con Shakespeare o los efectos en cadena de un programa musical comunitario.

La visión de la Edad Dorada

La economista Carlota Pérez ofrece un marco convincente para entender esta paradoja a través de su concepto de revoluciones tecnológicas y épocas doradas. Pérez traza cinco ciclos de auge y caída de la innovación tecnológica a lo largo de los últimos tres siglos, cada uno siguiendo un patrón similar de instalación, crisis y finalmente la edad dorada. El auge victoriano, la Belle Époque y la edad dorada de la posguerra comparten una característica común: no fueron solo períodos de crecimiento económico, sino épocas en las que las sociedades encontraron formas de desplegar sus capacidades tecnológicas al servicio de un florecimiento humano en general.

Según la teoría de Pérezllevamos aproximadamente 45 años en un apogeo tecnológico que comenzó a principios de la década de 1970, posiblemente el ciclo más largo que hayamos presenciado. La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación ha generado una enorme capacidad productiva, pero aún nos cuesta desplegarla de modo que cree prosperidad y enriquecimiento compartidos. La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación ha generado una enorme capacidad productiva, pero aún nos cuesta desplegarla de modo que cree prosperidad y enriquecimiento para todos

El momento actual de transición hacia un sistema económico y tecnológico que todos damos por sentado implica potencialmente un replanteamiento de la productividad misma. En un mundo que deja atrás los mercados de “masas”, donde los productos son reemplazados por servicios y donde una lógica de las experiencias sustituye a la lógica de la extracción, el consumo y la obsolescencia, el papel de los servicios será fundamental y central. Necesitamos nuevas formas de entender cómo se ve el valor en ese mundo.

La oportunidad de la IA

2025N Rita Paradoja Productividad naciones2Aquí es donde la IA presenta una posibilidad fascinante. A diferencia de las revoluciones tecnológicas anteriores, que automatizaron principalmente el trabajo físico, la IA tiene el potencial de automatizar funciones cognitivas en múltiples sectores de servicios, liberando potencialmente la capacidad humana para dedicarse, justamente, a aquellas actividades que más nos cuesta medir.

Análisis recientes muestran que el crecimiento de ingresos en las industrias expuestas a la IA casi se ha cuadruplicado desde 2022, y los salarios aumentan al doble de velocidad en esos sectores, en comparación con los menos expuestos. Esto sugiere que estamos comenzando a ver las ganancias de productividad que podrían propiciar un auge, incluso en los mismos sectores donde los analistas han sido históricamente más escépticos.

Imaginemos las opciones: las funciones administrativas asistidas por IA podrían liberar a los docentes para que se enfocasen en la mentoría y la inspiración, una filosofía educativa central en la visión de Ben Nelson con el Minerva Project. Esto ya está llevando a algunos a reinventar por completo el aprendizaje, como sucede con el modelo de jornada escolar de dos horas. El análisis automatizado de datos podría dar a los profesionales sanitarios más tiempo para interactuar con los pacientes y la coordinación de su atención, como ha argumentado Paul LeBlanc. Los sistemas inteligentes podrían encargarse de la investigación legal rutinaria, permitiendo a los abogados centrarse en la defensa y la justicia. La logística inteligente podría optimizar la distribución de recursos, creando una abundancia que facilite una participación cultural más amplia. El impacto de la IA en los servicios no reside en reemplazar el juicio y la creatividad humanos, sino en ampliar la capacidad humana para dedicarse a aquellas actividades que crean significado y conexión

El sector servicios –que abarca desde la educación y la sanidad hasta la hostelería y la producción cultural– ha mostrado históricamente un menor crecimiento de la productividad medida que el sector manufacturero. Sin embargo, esto podría reflejar nuestras limitaciones para medir, más que una verdadera ineficiencia. Investigaciones muestran que la IA generativa podría mejorar la productividad en la atención al cliente en un 14 % por hora y reducir en un 9 % el tiempo dedicado a la gestión de incidencias, lo cual sugiere un potencial significativo para optimizar el trabajo centrado en las personas. La clave está en comprender que el impacto de la IA en los servicios puede no radicar en reemplazar el juicio y la creatividad humanos, sino en ampliar la capacidad humana para dedicarse precisamente a esas actividades que crean significado y conexión. En lugar de ver las actividades culturales como un lastre para la productividad económica, podríamos comenzar a entenderlas como el resultado final de una sociedad verdaderamente productiva.

El punto de inflexión

Como señala Carlota Pérez, “la forma sociopolítica que le demos a la tecnología definirá si entramos o no en una edad dorada”. La elección no está predeterminada. Podríamos usar la IA para crear una sociedad hipercuantificada, donde cada interacción humana esté optimizada para obtener resultados medibles. O podríamos desplegarla para crear abundancia y eficiencia que permitan el florecimiento de aquellos aspectos no medibles de la experiencia humana que hacen que la vida valga la pena. Podríamos usar la IA para crear una sociedad hipercuantificada, donde cada interacción humana esté optimizada para obtener resultados medibles, o bien para crear abundancia y eficiencia que permitan el florecimiento de aquellos aspectos no medibles de la experiencia humana que hacen que la vida valga la pena

Ya se vislumbran algunas señales de posibilidad. La economía de las artes alcanzó un nuevo récord al representar el 4,4 % del PIB en 2021, demostrando resiliencia y crecimiento incluso en medio de la disrupción. La realidad virtual está generando nuevas formas de experiencia cultural. La IA está permitiendo el aprendizaje personalizado a gran escala. Las plataformas digitales están democratizando el acceso a la creación y al consumo cultural.

¿Hacia un nueva Edad Dorada?

Para los líderes que navegan por esta transición, el desafío consiste en aprender a comprender dos verdades aparentemente contradictorias: debemos continuar impulsando mejoras de productividad medibles, al mismo tiempo que creamos espacio para aquellos aspectos inmensurables del florecimiento humano que definen las edades doradas. Esto implica replantear las métricas del éxito para incluir la vitalidad cultural, el compromiso con la comunidad, la profundidad educativa y la producción creativa, junto con los indicadores económicos tradicionales. Significa invertir en la infraestructura del desarrollo humano, no solo en la banda ancha y los centros de datos, sino también en las salas de conciertos y los espacios de creación, las bibliotecas y los huertos comunitarios. La prueba definitiva de cualquier revolución tecnológica no es si hace nuestros procesos más eficientes, sino si hace que nuestras vidas sean más humanas

Y, lo más importante, significa reconocer que la prueba definitiva de cualquier revolución tecnológica no es si hace nuestros procesos más eficientes, sino si hace que nuestras vidas sean más humanas. La gran paradoja de la productividad podría no ser una paradoja en absoluto, sino más bien un recordatorio de que la verdadera productividad implica crear el tipo de sociedad en la que realmente queremos vivir. La pregunta no es si la IA aumentará la productividad (la evidencia sugiere que sí). La verdadera pregunta es si utilizaremos esa productividad para crear más dispositivos o más sentido, más optimización o más oportunidades para el florecimiento humano.

Tenemos el potencial de crear una sociedad en la que el ingenio del que hablaba Adam Smith pueda ponerse en práctica para construir un mundo que funcione mejor para más personas.

 

5 key takeaways

1. La productividad tradicional no captura lo que realmente importa. El modelo clásico de productividad, centrado en la eficiencia y producción tangible, deja fuera muchas actividades humanas esenciales como la educación, el arte, el cuidado y la cultura que, aunque fundamentales, no se consideran “productivas” en términos económicos.

2. La IA ofrece una nueva oportunidad. La IA no solo puede aumentar la eficiencia en sectores tradicionales, sino liberar capacidad humana en los sectores más significativos pero menos cuantificables, ayudando a enriquecer la experiencia humana.

3. Existe una paradoja en cómo valoramos la cultura, que podría no ser tal. A pesar de que el sector cultural genera un alto valor económico (más del 4 % del PIB en EE. UU.), las actividades culturales son vistas como un lastre para la productividad económica, y no como motores centrales del desarrollo humano y social. No obstante, la gran paradoja de la productividad podría no serlo en absoluto, sino más bien un recordatorio de que la verdadera productividad implica crear el tipo de sociedad en la que realmente queremos vivir.

4. Necesitamos nuevas métricas de éxito. Para avanzar hacia una verdadera "edad dorada", debemos complementar los indicadores económicos con otros que midan el florecimiento humano: vitalidad cultural, participación comunitaria, profundidad educativa y producción creativa.

5. La tecnología ha de estar al servicio de lo humano. El propósito último de cualquier revolución tecnológica no debe ser solo aumentar la eficiencia, sino permitir vidas más humanas y plenas para más personas.


 Rita McGrath, profesora de Columbia Business School, fundadora y CEO de Valize, experta en estrategia e innovación, autora bestsellers.

Este artículo, aparecido originalmente en diversos medios digitales (Substackritamcgrath.comLinkedIn...) se publica en español en Executive Excellence con la autorización de su autora. 

Imágenes recurso © Freepik / Publicado en julio de 2025.


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