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Un camino realista para una economía baja en carbono

31 de Mayo de 2018//
(Tiempo estimado: 9 - 18 minutos)

Organizado por ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics, y con el apoyo de Obra Social “la Caixa” y Fundación Repsol, a principios de mayo la sede madrileña de la citada escuela de negocios acogió el encuentro “Energy Transitions: Moving Beyond Scenarios”. 

Desde su origen, este Centro trabaja con la misión de proporcionar a las organizaciones las herramientas necesarias para organizar y elaborar estrategias en un mundo globalizado. Cómo fomentar la sostenibilidad del sistema energético mundial como una de las principales herramientas en la lucha contra el cambio climático fue el foco de debate de este encuentro, moderado por Javier Solana, presidente del ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics. Para abordar esta temática, y gracias a ESADE, Executive Excellence recogerá en este y en próximos números las opiniones de los ponentes: el profesor David Victor; el CEO de Repsol, Josu Jon Imaz, y el secretario de Estado de Energía, Daniel Navia.

Javier Solana fue Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, cargo que ostentó durante una década, hasta 2009. Con anterioridad fue Secretario General de la OTAN (1995-1999), además de ministro de Asuntos Exteriores, de Educación y Ciencia, portavoz del Gobierno y ministro de Cultura, con el PSOE.

Javier Solana: Avanzar en los cómos de la transición energética

Durante la presentación del evento, Solana destacó que “el cómo se avanza en la implementación de las acciones contra el cambio climático, tanto a nivel nacional como europeo o global, es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. El problema consiste en cómo esas preguntas básicas que nos hemos formulado respecto del cambio climático comienzan a transformarse en realidades. 

Este es el entorno en el que debemos adentrarnos, comenzar a ver cómo hacemos la transición desde la situación actual con el mix energético existente a lo que deberemos de realizar en el futuro próximo, si realmente queremos respetar los acuerdos internacionales, transformándolos en una realidad. Esto es algo importante para nosotros como españoles, pero también como europeos y ciudadanos globales. 

Siempre he creído que cualquier persona que tenga relación con la energía será alguien que se siente ciudadano global. David Victor es uno de los estadounidenses que probablemente esté mejor posicionado para hablarnos de la cuestión energética y de la transición hacia las energías limpias. Como académico, ha estado en la Universidad de Stanford y en la actualidad, en la Universidad de San Diego. 

Enfrentarse al tema de la transición energética, pasando desde las teorías a una realidad que nos permita mantener la sostenibilidad de los sistemas energéticos, es uno de los mayores retos del profesor”.

David Victor: Conectando la teoría con la realidad

Profesor de la Escuela de Política y Estrategia Global de la UC San Diego y director del nuevo Laboratorio de Derecho Internacional y Regulación de la Escuela, la actividad investigadora de David Victor se centra en las industrias altamente reguladas y en cómo la regulación afecta al funcionamiento de los principales mercados de energía.

Es autor de Global Warming Gridlock, donde explica por qué el mundo no ha logrado un gran avance diplomático en el problema del cambio climático, a la vez que explora nuevas estrategias más eficaces. La política energética, el rol futuro del gas natural, la reforma del mercado de energía eléctrica o el desarrollo energético rural son algunas de sus áreas de especialización. Estas fueron sus reflexiones durante el Encuentro.

Un mundo desconocido

“Cuando Javier Solana me presenta como uno de los norteamericanos que pueden hablar de esta temática, quiero subrayar que no creo que haya nadie capaz de hablar de esta cuestión con certeza desde la perspectiva de Estados Unidos. Es evidente que la política norteamericana está un poco “desencajada”. De lo que sí puedo hablar es de cómo veo las transiciones energéticas en el mundo real. Existe una ingente cantidad de literatura que teoriza sobre el tema, con ideas que suscriben diplomáticos y que tratan de transiciones hacia escenarios y diferentes modalidades de economías de baja carbonización. Cuando esas visiones se conectan con la realidad, el subconjunto de publicaciones se reduce tanto que casi llega a ser inexistente. Debemos entender lo que significa esta restricción que plantea la realidad para las diferentes visiones que hay sobre la economía baja en carbono. 

Me parece particularmente importante tener esta conversación en una escuela de negocios. Soy profesor de Relaciones Internacionales, y mis alumnos proceden de este ámbito, pero también de Oceanografía e Ingeniería. Las conversaciones que mantenemos con los científicos preocupados por el cambio climático, así como con ingenieros que aportan nuevas ideas para la reducción de emisiones, están cada vez más desconectadas de la realidad. Estas conversaciones realizadas en escuelas de negocios están mejor posicionadas para conectarse con la realidad, porque en estos lugares no se piensa exclusivamente en la visión, sino en cómo se conecta esta con el mercado de capitales, con las empresas reales gestionadas por ejecutivos que están sometidos a presiones como la rentabilidad de los accionistas, y similares. 

Me gustaría hablar de los caminos realistas para lograr economías bajas en carbono. Para ello creo que es importante subrayar el tamaño del reto, dándole una escala. Los últimos proyectos de análisis global de CO2 nos muestran diferentes escenarios, siendo el futuro de todos ellos un calentamiento global de entre cuatro y seis grados y con un impacto desconocido, dado que los modelos que tenemos para reflejar ese impacto no son nada efectivos. 

Lo interesante de toda la literatura publicada es que hay muchos escenarios, pero todos tienen en común no incrementar la temperatura global por encima de los dos grados, objetivo planteado en la COP21 de París. Hoy no estamos, ni por aproximación, en ese camino de los dos grados. Si sumásemos todos los compromisos nacionales que se realizaron entonces, posiblemente estaríamos en un tercio del camino entre el punto en el que estábamos antes del Acuerdo de París y el punto al que tenemos que llegar para cumplir con el objetivo de los dos grados. De hecho, aún no estamos viendo la implementación de estos compromisos nacionales. La foto actual es tal que mis colegas ingenieros y científicos desarrollan gráficos que afirman que es factible alcanzar esos objetivos, pero que hay que ser realista con la escala de esfuerzo que se necesita; y, hoy por hoy, no hay ningún camino que nos lleve a ellos.

Sabemos que, históricamente, darle la vuelta a toda la infraestructura de un sistema energético –como fue la transición de la biomasa al carbón–, cuesta de 40 a 70 años. Esto plantea importantes restricciones a la velocidad con la cual pensamos que se pueden realizar grandes reducciones en las emisiones. Esta es, curiosamente, una de las razones por las cuales la mayoría de los estudios se basan en la electrificación, pues utilizando una red que ya está construida, y expandiéndola, podemos imaginar cambiar el sistema energético de forma mucho más rápida de lo que históricamente hemos visto. 

Cuando pensamos sobre la enormidad del trabajo a realizar, y las limitaciones que ya existen, vinculadas con la dificultad del cambio en las infraestructuras, desconocemos qué único camino nos llevaría a un futuro de bajas emisiones de CO2. Probablemente solo conoceremos la respuesta a esta pregunta cuando hayamos llegado, pues estamos en el mundo de lo desconocido. 

Aunque nosotros, los académicos, tendemos al exceso de confianza respecto de lo que decimos sobre el futuro, debemos mejorar mucho al hablar de lo que desconocemos. 

Cuatro elementos garantizados

Independientemente de cuál sea el camino que se escoja, existen cuatro elementos que probablemente formarán parte de él. Estos elementos nos permiten observar parte de lo que podría llegar a pasar, y nos pueden ayudar a reflexionar sobre el futuro de las políticas gubernamentales, así como de las inversiones del sector público y privado.

1. La electrificación. En las proyecciones existentes para los diferentes modelos energéticos –con estrategias eficientes de realización y coste, para obtener grandes reducciones en emisiones y que nos den una oportunidad razonable de parar el calentamiento global–, las necesidades de inversión para las dos próximas décadas representan un incremento anual de cientos de miles de millones de dólares en lo que es la electricidad, y otro gran incremento de inversión en renovables. También están presentes en estos modelos la energía nuclear (con todo el debate que hay en torno a ella), las centrales energéticas con captura y almacenamiento de carbono, y una reducción de las tecnologías actuales que no disminuyen sus emisiones, incluida la extracción de energías fósiles, que se reducirá de forma masiva. Todo esto viene rodeado de una gran mejora en la eficiencia energética.

Estos modelos son muy susceptibles a las opciones que en ellos incluimos, pero hay un resultado que se desprende claramente de estos trabajos: un mundo descarbonizado casi seguro que será un mundo electrificado. De hecho, creo que la pregunta que debemos hacernos hoy es si será un mundo mucho más electrificado, o completamente electrificado. Ese es el debate que estamos teniendo en la actualidad en California, mi Estado. El nuevo edificio de genómica de la Universidad de Berkeley funciona al 100% con electricidad y su consumo neto de energía es cero. Sabemos cómo construir sistemas absolutamente eléctricos, y por ello sabemos que son terriblemente caros. 10 veces más caros cuando intentamos eliminar de la ecuación al gas natural para calefacción. Para mí, este es el gran debate alrededor de la electricidad. ¿Veremos una electrificación modesta o completa? Aunque no sabemos todavía las respuestas, nuestro futuro energético girará alrededor de esto.

2. El papel de las renovables. El progreso en renovables ha sido extraordinario, mejor incluso del que habían predicho los expertos, que han fallado estrepitosamente en sus pronósticos. Los estudios de 2007 de la Agencia Internacional de la Energía hacían unas predicciones sobre el despliegue de energía solar para China en el 2020 que hoy ya han sido superadas en 50 veces. Cada año, las predicciones se vuelven más agresivas. La tecnología ha mejorado el precio de tal manera que el coste medio de la energía proveniente del carbón, en China, es ahora la mitad del coste de la solar, que continúa mejorando. Esta es una historia que aporta optimismo y nos dice que las renovables van a continuar creciendo en el futuro. Ahora bien, me preocupa mucho que se extrapolen estas cifras y haya quien plantee un futuro en el que se cuente solo con sistemas de energías renovables, que es un escenario completamente irreal. 

Si vemos esta situación con perspectiva, aunque las escalas de despliegue de las renovables siguen mejorando, el output energético anual que observamos es muy diferente. Solo Australia y Dinamarca, en todo el mundo, se aproximan a un 50% de consumo de energía renovable del total de sus necesidades. Dinamarca lo hace por su amplia interconexión con redes vecinas, y Australia del Sur debido a sus pobres interconexiones y problemas de fiabilidad. Todos hemos visto grandes instalaciones de energía solar y eólica, pero son variables e intermitentes. Podemos pensar que serán integradas en las redes y que se conseguirá gran flexibilidad aprovechando mucha energía hidráulica. Desde mi punto de vista, el debate sobre el tema de las renovables debe dejar de hablar de costes equilibrados de electricidad y de la mejora en los paneles solares y molinos de viento, y focalizarse en un reto tan conocido en España y Alemania, como es la integración. 

Es indiscutible que con políticas agresivas se pueden imaginar futuros donde existe mucha energía eólica y solar en el sistema energético. Las proyecciones de Bloomberg que, como todas las del sector, se han equivocado consistentemente, nos dan algunas ideas acerca de lo que se piensa para China. Allí, casi todas las nuevas inversiones en generación serán esencialmente renovables, habrá algo de energía nuclear y gas natural; y las emisiones de carbono se reducirán poco a poco, al ser sustituidas las plantas poco eficientes por otras más eficientes. El crecimiento provendrá mayoritariamente de las renovables.

Esto ya está sucediendo en China, y se espera que hayan alcanzado el máximo de consumo de carbón en esta época, produciéndose bajadas en el futuro. Formo parte del equipo compuesto por analistas norteamericanos líderes en la materia, que está analizando los escenarios en los que las renovables forman el 100% de la generación. Cuando se contempla un escenario exclusivamente basado en energía solar y eólica, este no supera la prueba de la realidad de la cual hablaba Javier Solana. No se contempla seriamente la necesidad de integrar altos niveles de seguridad de suministro con la intermitencia de dichas energías. 

Cuando analizamos esas proyecciones de viento y sol, hay que buscar dónde está el truco de magia, igual que cuando vamos a ver un mago y al final termina sacando un conejo de la chistera. Algunas veces ese truco es asumir que las personas pueden ajustar sus conductas de forma rápida a suministros variables. Otras se basan en la integración de las redes con altos niveles de generación renovable con redes de países vecinos, que es algo que están aprendiendo a hacer los vecinos de Alemania, y los suizos muy particularmente. El otro truco realmente mágico, y que muchos analistas utilizan, es asumir que la generación hidráulica se puede incrementar, pero la realidad es que cada vez es más difícil construir presas. Además, cuanto más variable sea el uso que se les da a los recursos hidráulicos, más elevado es el impacto ecológico. Al final, el test de realidad de Solana pone al descubierto las deficiencias predictivas existentes. 

3. El futuro del gas natural. Los últimos estudios de la Agencia Internacional de la Energía sobre el consumo de gas natural para el año 2040 prevén que el consumo seguirá creciendo, y así lo ve también la mayor parte de la industria. Incluso, si las emisiones de reducen de forma drástica, el consumo de gas se mantendría plano, pero no bajaría. Si bien en la mayoría de las discusiones entre académicos se tratan las energías renovables, la cuestión más importante se centra en el futuro del gas. Mucho me preocupa que la industria no valore lo que nos jugamos. Globalmente, son muchas las empresas que piensan que el gas es bueno para el medioambiente, y por lo tanto estará presente en grandes volúmenes. Esto puede ser cierto en algunas condiciones donde haya captura del CO2, pero no es cierto en condiciones de alta descarbonización. 

Las últimas estimaciones de emisiones de gas muestran cómo estas van creciendo, mientras que las de carbón y petróleo se reducen. Sin embargo, el impacto global del gas como proveedor de energía útil es mejor que el del resto de las energías fósiles, pues evidentemente el gas es más limpio que el petróleo o el carbón como fuente de energía. 

La pregunta realmente compleja es cómo ir más allá del gas natural hacia un futuro de bajas emisiones. Una idea de ello nos la pueden dar las micro-redes descentralizadas frente a las redes centralizadas. El modelo de negocio para la mayoría de las micro-redes eléctricas se basa en estar ancladas en gas. El gas es limpio cuando se consume localmente, comparado con otras fuentes de energía, y tiene la ventaja de que el calor producido durante la combustión local puede ser utilizado para calefacción y refrigeración. La eficiencia de estos sistemas es extraordinaria. Lo que se está observando en todos los modelos es que, al ir moviéndose hacia un modelo con gas con aplicaciones de alta eficiencia, las emisiones se verán algo reducidas gracias a su eficiencia y al intrínseco menor valor de carbono del gas.

Si utilizamos gas natural como una energía local muy eficiente, resulta muy difícil pasar a sistemas absolutamente renovables, pues estos no pueden proveer de los mismos servicios de energía. Podemos imaginar formas para cambiar ese futuro, como puede ser incluir hidrógeno en el sistema de gas natural; podemos fomentar los denominados gases naturales renovables, pero cuando se analiza la economía de ese sistema y se valora su escalabilidad, no es viable. Este es un aspecto realmente crítico, pero para el que aún no tenemos ninguna solución.

4. El liderazgo. En Europa, California y Japón se presta mucha atención a estos temas, cosa que no ocurre en el resto del mundo. Tenemos que ser conscientes del impacto de nuestro liderazgo en el panorama global de emisiones, que es el que realmente importa.

Podemos pensar en el mundo, desde la perspectiva de las emisiones, como si estuviera dividido en cuatro grupos:

- El primero está formado por países que son plausiblemente verdes, que quieren gastar dinero, incluso mucho, en problemas medioambientales globales. 

- Un segundo grupo está en el extremo opuesto, y se dedica al negocio de la exportación de hidrocarbonos. Ninguna de estas políticas de descarbonización de la economía le entusiasma. Este es el caso típico de Rusia. 

- El tercer grupo es el de los países pobres y en desarrollo, que obviamente están focalizados en su progreso. Sus emisiones energéticas son bajas –aunque no cero–, pero sus emisiones de gases derivados de usos agrícolas son muy elevadas, representando un cuarto de las globales. 

- El último grupo es el de los países reticentes, las economías emergentes que están dispuestas a hacer algo sobre los problemas globales, pero cuya preocupación está centrada en la competitividad y el crecimiento económico. Son reticentes a utilizar sus recursos, pero están dispuestos a incorporarse a la discusión global. China es el ejemplo más interesante.

Hablo de estas categorías, porque a lo largo del tiempo las emisiones que cada una de ellas ha ido produciendo han variado. En los años 90, la mayoría de las emisiones las producían los países hoy verdes, y si hubiesen puesto en marcha una política de control se podría haber hecho mucho. A día de hoy, las de los países reacios han crecido, mientras que las de los países verdes se han reducido en términos relativos. Si analizamos las zonas realmente verdes, como las costas de Estados Unidos o Europa, estas representan entre un 10% y un 12% de las emisiones globales. Los países que están en la mejor posición para liderar hoy son, irónicamente, los que cada vez forman menos parte del problema.

Esta matemática política ha variado a lo largo del tiempo. Nosotros, como líderes, tenemos que prestar mucha más atención a lo que hacemos para generar seguidores. Este es un gran reto, pues si hacemos costosos edificios totalmente eléctricos aquí o en California, el impacto sobre la situación global es prácticamente nulo. 

Para terminar, quisiera resaltar que una parte del liderazgo es hacer lo que uno dice que va a hacer, y ninguno de los grandes países de la OCDE lo está haciendo. Absolutamente todos ellos están retrasados en sus compromisos para estabilizar el calentamiento global en dos grados, como se habían comprometido en París. Irónicamente, los países en vías de desarrollo sí están cumpliendo sus objetivos, aunque es verdad que les resultan más fáciles de alcanzar. Los países de la OCDE se comprometieron con objetivos realmente ambiciosos –lo cual está muy bien–, pero no están cumpliendo y esto representa un gran problema para el liderazgo.

Conclusiones sobre el proceso 

Conocemos cuatro aspectos sobre el proceso de movernos hacia un camino realista, aunque todavía no sepamos cuál va a ser este camino. Lo primero es que va a llevar mucho tiempo, lo que significa que vamos a crear dentro del sistema emisiones más altas de las que serían óptimas, y nos veremos, por tanto, obligados a adaptarnos mucho más al cambio climático por la inercia que existe en el sistema actual.

La siguiente cuestión es que, probablemente, muchas sociedades inviertan en exceso en renovables. Estas son políticamente populares en todos los espectros ideológicos y, desde una perspectiva de ingeniería, vamos a construir sistemas que tengan un exceso de renovables y graves problemas de integración. 

El tercer aspecto hace referencia al problema individual más importante: el futuro del gas natural. Es la piedra de toque de la tecnología de la energía, ya que para la integración eficiente de las renovables nos apoyamos en él. 

Y por último el liderazgo, donde creo que tenemos que prestar más atención para asegurarnos de no ejercerlo para sentirnos mejor, sino porque facilita al resto del mundo seguir esta línea. Si no lo hacemos así, utilizaremos miles de millones de euros en algo que no tiene impacto a nivel global”.

Como Javier Solana apuntaba al inicio, es necesario tener una conversación honesta y lógica sobre la transición energética. La planteada por David Victor no solo es objetiva, sino un excelente preámbulo para la posterior intervención de Josu Jon Imaz, que recogeremos en el próximo número de Executive Excellence. 


Texto publicado en Executive Excellence nº148 mayo 2018.

Javier Solana, presidente de ESADEgeo-Centro de Economía Global y Geopolítica de ESADE, y David G. Victor, profesor de la Escuela de Política y Estrategia Global de la Universidad de California en San Diego y director del Laboratorio de Derecho Internacional y Regulación de la Escuela, en el Encuentro “Energy Transitions: Moving Beyond Scenarios”.