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La burbuja blockchain

(Tiempo estimado: 11 - 21 minutos)

Hombre de crítica mordaz… y fundamentada. Saifedean Ammous representa el contrapunto a todos aquellos expertos e instituciones que loan con vehemencia las múltiples aplicaciones de la tecnología más revolucionaria del momento: blockchain; a la que sí le reconoce la única cualidad de hacer posible la creación de “la primera moneda verdaderamente orgánica: el bitcoin”. Según Ammous, “su mera existencia es una póliza de seguro que recordará a los gobiernos que el último objeto que el establishment pudo controlar, es decir, la moneda, ya no es monopolio suyo”.

Saifedean es profesor de Economía en la Escuela de Negocios Adnan Kassar en la Universidad Americana de Líbano. Tras graduarse en Ingeniería Mecánica en el mismo centro en 2003, continuó su formación con un posgrado en Gestión del Desarrollo en la London School of Economics en 2004, para después doctorarse en Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia, Estados Unidos.

En su última visita a España, con motivo de la promoción del libro El patrón Bitcoin. La alternativa descentralizada a los bancos centrales, ofreció una conferencia magistral en la Fundación Rafael del Pino, en la que explicó las bondades de esta criptomoneda que “frente al intervencionismo, y gracias a la tecnología blockchain que la sustenta, ofrece un servicio de pago confiable, seguro, llamado a plantar cara al monopolio monetario de los bancos centrales”. La dificultad para producir bitcoins –de hecho, se ha limitado su cantidad a 25 millones de unidades, y no es posible generar más– la convierten en algo único como depósito de valor, porque no hay forma de aumentar su oferta.

Se trata de una moneda dura, disponible a escala global, de utilización voluntaria y negociada, valorada libremente en el mercado... y que no pierde valor con el tiempo, como sí ocurre con las actuales. Por esta razón, bitcoin favorece el ahorro y la acumulación de capital, derivando en una mayor productividad y mayores niveles de vida y de bienestar.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Don Tapscott nos exponía su convicción de que la segunda revolución de Internet se iba a basar en la tecnología blockchain, afirmando que sería la nueva plataforma operativa para la economía del siglo XXI. ¿Cuál es su opinión sobre tan asertiva afirmación?

SAIFEDEAN AMMOUS: Creo que está completamente equivocado. Todo este bombo sobre la tecnología blockchain no tiene cabida en la realidad y ocurre porque la gente no entiende cómo funciona. Muchos han intentado encapsular el concepto de blockchain para vender sus propias ideas, pero en realidad no existe una “nueva Internet” ni siquiera una capa subyacente en Internet basada en esto.

Blockchain no es más que otra de las tecnologías denominadas genéricas, y que puede usarse en múltiples funcionalidades. Es un mecanismo cuyo fin es hacer que bitcoin sea real. Lo único que realmente importa es el bitcoin, y blockchain solo tiene importancia porque nos permite crearlo.

Bitcoin es, esencialmente, una forma confiable de efectivo digital (digital cash), equivalente a hard money (moneda respaldada, como el dólar antes de Bretton Woods, frente al concepto de fiat money, solo respaldado por la confianza en un gobierno).

La idea de que blockchain revolucionará el mundo de los negocios es absurda. Ya han pasado tres años desde que Don y Alex Tapscott publicasen su libro Blockchain Revolution, y aún estamos esperando. Siempre he dicho que la única aplicación tecnológica de blockchain es exclusivamente bitcoin. Hasta hoy nadie ha podido producir nuevas aplicaciones, salvo acuñar. El resto de las monedas criptográficas copian “rituales” de monedas de bits, pero no tienen lo más importante: una moneda que nadie controla, gracias a esa tecnología y esa estructura. Si bien tienen fundamentos parecidos, todas tienen detrás entornos que las controlan, comercializan y promueven, por lo que realmente no pueden afirmar que son confiables e inmutables. Bitcoin es la única neutral y basada en blockchain.

F.F.S.: Sin embargo, hemos tenido la oportunidad de leer cómo IBM y Maersk hablan de un proyecto, basado en blockchain, destinado a revolucionar el tratamiento de la documentación comercial requerida en sus envíos internacionales (aduanas, contratos, manifiestos de carga…), lo cual representa la quinta parte del coste del transporte.

S.A.: Hay comunicados de prensa sobre cómo implementaremos, potencialmente, muchas cosas. El programa blockchain de IBM en particular es de broma; es solo marketing y publicidad. Es como la IA y su computadora Watson… La gente que entiende de esos campos se dará cuenta de que IBM solo está haciendo marketing con su reputación. Si uno comprende cómo funciona la tecnología blockchain, es inconcebible pensar que pueda ofrecer alguna ventaja a cualquier compañía de transporte.

Las aduanas no pueden saltarse, por mucho que alguien le diga a un país que tiene tecnología blockchain. Puede que estén denominando así a algún nuevo sistema que hayan introducido, para que parezca que usan dicha tecnología; pero la forma en que esta funciona es completamente irrelevante e inaplicable para el envío.

Blockchain es un registro de transacciones que está asegurado de forma independiente de cualquier autoridad. Si Maersk envía mercancías, ha de confiar en las personas cuando las traen, y no hay forma de que blockchain mejore este proceso. Básicamente, todo se reduce a que la cadena de bloques solo puede informar sobre la propiedad de un token. Si vinculamos ese token a un contenedor, se pierde la confianza, porque es la persona quien manifiesta que dicho contenedor entró en un puerto marítimo. ¿Cómo puede blockchain saber si los contenedores de envío entran o salen? Es necesario confiar en alguien, y precisamente esto –confiar en alguien– es lo que destruye el sistema.

Además, para cualquier tercero de confianza que realice pagos, comercie o registre operaciones, la blockchain es una tecnología muy costosa e ineficiente para ser utilizada. Fuera de bitcoin, combina lo peor de ambos mundos: la complicada estructura de esta tecnología, por un lado, y el coste y el riesgo en materia de seguridad de terceros de confianza, por el otro. No es de extrañar que, ocho años después de su invención, blockchain no haya conseguido abrirse paso en alguna exitosa aplicación comercial lista para entrar en el mercado, aparte de para la que fue especialmente diseñada; es decir, bitcoin.

F.F.S.: Parece que, en el futuro, las tecnologías tendrán vida propia. Las máquinas están aprendiendo, conectándose unas con otras, y todo está ocurriendo a una velocidad acelerada. Las personas somos parte central de este cambio, pero nosotros no podemos crecer de manera exponencial y parece claro que estas innovaciones significarán importantes problemas sociales en el futuro. ¿Cómo ve usted este conflicto potencial?

S.A.: Soy un escéptico ante este tipo de afirmaciones. Durante siglos hemos hablado de cómo las nuevas tecnologías iban a cambiar y destruir nuestra capacidad para funcionar. La gente decía lo mismo sobre la escritura, la imprenta, los automóviles y los aviones... En realidad, la tecnología no es un amo que viene y nos impone las cosas. Somos nosotros los amos de la tecnología. Las tecnologías son “herramientas tontas que controlamos”. Si una herramienta no mejora nuestra vida, no la usamos. Inventamos el arsénico, pero eso no significa que tengamos que beberlo cuando nos levantamos. No lo necesitas, no lo bebas.

Son muchos quienes predicen que la tecnología va a cambiarlo todo, y que hay potencialmente mucho valor y retorno en ella; pero también hay quienes afirman lo contrario.

En el caso de bitcoin, lo único que blockchain le permite hacer es interrumpir el control del gobierno sobre el dinero. Se trata de una alternativa a los bancos centrales, aunque no sea perciba como tal. La tecnología blockchain ofrece posibilidades para gestionar el dinero fuera del control de los bancos centrales y sin tener que rendir cuentas ante los gobiernos, a través de una oferta de dinero que es independiente.

En consecuencia, nuestras vidas mejorarán, al evitarse que los gobiernos inflen sus monedas y destruyan el valor, como hemos visto recientemente en Venezuela y en tantos otros sitios. Bitcoin no solo evitaría que se financiasen guerras innecesarias, sino que obligaría a los gobiernos a ser responsables con sus gastos. No veo por qué la gente habría de tener problemas para adaptarse a esto.

F.F.S.: La antropóloga digital Rahaf Harfoush estudia la relación entre los algoritmos que se crean y los sesgos (bias) que tienen sus creadores, pues sostiene que estas imperfecciones se transmiten a la tecnología que generan. Las masacres de Rohingya o la participación rusa en las elecciones estadounidenses son dos ejemplos en los que la tecnología estuvo involucrada, a pesar de que no fue diseñada para hacer esto. El ex secretario de Defensa de los Estados Unidos, Ash Carter, también explicó al Aspen Strategy Group cómo la disrupción en los conflictos bélicos, causada por la tecnología nuclear, fue controlada desde diversos entornos. ¿Cómo de importante es supervisar las nuevas tecnologías, potencialmente disruptivas, para evitar sus efectos perniciosos?

S.A.: Nunca en la historia ha habido instituciones menos éticas que los gobiernos. Los gobiernos son el sumatorio del comportamiento no ético en una sociedad, son un conjunto de criminales irresponsables que no se enfrentan a ninguna consecuencia por sus acciones. El gobierno es la forma en la cual los sociópatas y los delincuentes pueden externalizar sus conductas sin sufrir por ello. La noción de que gobierno significa responsabilidad, para mí es ridícula. En los últimos siglos, los gobiernos han asesinado a cientos de millones de personas.

F.F.S.: Incluso aceptando sus puntos de vista –algo extremos–, la gente construye nuevas tecnologías con sus mejores intenciones. A veces surgen efectos no deseados y que nos ponen en situaciones desesperadas. ¿Existen potenciales consecuencias provenientes de bitcoin?

S.A.: Creo que la noción de gobierno es la única tecnología que hemos inventado de la cual necesitamos protección. Concretamente el gobierno moderno, que controla el banco central, es la forma de “tecnología” más destructiva y perversa que jamás hayamos inventado. Desde la Primera Guerra Mundial, cuando los países europeos pasaron del patrón oro al dinero controlado por el gobierno, las guerras y los genocidios han pasado a ser financiados. Nunca antes habían existido gobiernos “genocida” que cometiesen asesinatos en masa con dinero “duro”. En cambio, resulta fácil hacerlo cuando el dinero es “dinero imprimible”. En una economía basada en el hard currency, los recursos se agotan y los gobiernos se quedan pronto sin dinero, porque no hay beneficios económicos derivados del genocidio o la destrucción. Debido a la eliminación del patrón oro, la banca se centralizó, permitiendo a los gobiernos tomar el control. Creo que esta es la innovación tecnológica más destructiva del último milenio, y esto es lo que bitcoin puede, y quiere, detener y revertir.

Vamos hacia un mundo donde el dinero no pueda ser controlado por gobiernos que viven del trabajo de otros. Las personas productivas finalmente han encontrado la tecnología que les permitirá liberarse de maníacos genocidas que manejan sistemas sin tener que enfrentarse a las consecuencias.

Hoy los gobiernos se financian fundamentalmente a través de la inflación. Pueden imprimir todos los euros y dólares que quieran; no necesitan los impuestos, pero se aseguran de que los paguemos, de forma que continuemos usando su moneda y seamos administrados por ellos (cuentas, salarios, etc.). En un mundo donde el dinero fuese difícil de obtener, evitaríamos que pudiesen inflarlo, haciendo mucho más complicado que los gobiernos se financiasen. Por ejemplo, no podrían imprimir dinero para financiar armas.

Si nos fijamos en la Europa bajo el patrón oro, la tributación del siglo XIX era menor que la actual y el IRPF no existía. No es una coincidencia que en Estados Unidos se instituyera el IRPF cuando nació el banco central. Si bitcoin puede deshacer un siglo de asesinatos en masa y genocidios, será uno de los inventos más grandes que la humanidad haya presenciado.

F.F.S.: ¿Cómo podremos financiar un estado de bienestar, como el que tenemos ahora en la Unión Europea, si los gobiernos no tienen control sobre la moneda? Con bitcoin, los estados no conocen quién tiene qué y no podrían obtener recursos mediante impuestos.

S.A.: ¡Ojalá se desfinanciase el estado de bienestar actual! La idea de que un estado de bienestar va a beneficiar a los pobres es, en mi opinión, ridícula. Creo que hoy solo sirve para crear una clase de personas dependientes. Los pobres no se benefician del estado de bienestar; dependen de él porque les brinda fuertes incentivos para seguir siendo pobres.

En EE.UU., el 40% de la población enfrenta un rendimiento negativo del trabajo. La realidad es que obtienen muchos beneficios sin trabajar, y si lo hiciesen, pagarían muchos impuestos. Los beneficiarios de esto son los gobiernos, ya que el estado de bienestar justifica su control totalitario sobre cualquier aspecto de la economía. Los gobiernos practican una redistribución “estilo Robin Hood”, pero invertida: de los pobres a los ricos bajo el manto de un estado de bienestar.

La alternativa será la caridad privada, que es más efectiva que la “caridad” del gobierno, pues los donantes privados evaluarán a las personas que la reciban. La beneficiencia privada distingue entre desgracias que necesitan repararse y personas que desean ser completamente dependientes de ayudas, como sucede hoy en muchos lugares.

F.F.S.: ¿Qué ocurrirá si en países como China, bajo un régimen comunista orientado comercialmente, entra bitcoin, suponiendo que pudiera…?

S.A.: Bitcoin será un gran problema para este tipo de gobiernos, pues todos dependen del dinero fácil, y se pueden financiar inflando sus divisas. Nunca han existido gobiernos totalitarios basados en dinero duro, porque este impone una disciplina tremenda y cualquier cosa que no sea productiva económicamente resulta contraproducente. Si la economía termina siendo una carga para sus recursos, la consecuencia es la debilidad, tanto frente a sus enemigos como internamente.

Esto es evidente cuando se analiza el limitado alcance de las guerras en Europa en los siglos XVII y XVIII. Los gobiernos eran incapaces de financiarse por mucho tiempo. Además, no era infrecuente ver guerras con muy pocas bajas, ¡solventadas incluso a través de duelos! Los ejércitos eran caros. Si un país no cuidaba a sus soldados, rápidamente dejaba de tener ejército.

En el siglo XX, con la financiación de los gobiernos, poblaciones enteras de diferentes países fueron carne de cañón. Los gobiernos podían darle a la máquina de hacer billetes, mandando a la muerte a millones de personas.

Siglos atrás, el límite lo establecía la capacidad de recaudación de impuestos, y siempre resultaba difícil obligar a la gente a dar dinero. Si además ese dinero se gastaba mal, las personas evitaban pagarlo. Se tenía que ir de casa en casa recaudando por la fuerza. Hoy empiezas a imprimir, dejando que la población cargue después con las consecuencias. La guerra de Irak costó a los contribuyentes alrededor de dos trillones de dólares. Imaginemos que en 2002 el gobierno estadounidense hubiese tenido que pedir a sus ciudadanos esa cantidad, por adelantado, para llevar la democracia a Irak. ¡Obviamente, habrían dicho que no! En cambio, desde el gobierno se entró en una guerra asegurando que no iba a costar dinero, y ya conocemos las consecuencias de la inflación generada seis años después. Gracias a las estúpidas escuelas económicas que hoy tenemos, a nadie se le ocurre establecer la conexión entre la inflación que sufrimos, con las consiguientes crisis generadas, y su origen: la financiación de las guerras.

F.F.S.: Uno de los problemas del dinero es que puede perder valor con el tiempo. En España solo tenemos que comparar lo que podíamos comprar antes con 166 pesetas (equivalente a 1 euros), y lo que podemos hacer hoy con esa cantidad. ¿Cómo afectará el paso del tiempo al bitcoin?

S.A.: Cuando el dinero es difícil de producir, es poco probable que pierda su valor con el tiempo, como en el caso del estándar oro. En un sistema monetario con perspectivas de apreciarse, lo normal es que las personas ahorren más y consuman menos. La gente comenzará a pensar cada vez más en el futuro.

En los siglos pasado y presente, los gobiernos siempre están creando más dinero, con lo cual su valor disminuye. Además, las tasas de interés se mantienen artificialmente bajas, haciendo que las personas tengan menos probabilidades de ahorrar, más probabilidades de pedir prestado y, sobre todo, que gasten más. Las políticas gubernamentales han estado orientadas para que prestemos más atención al presente y menos al futuro, y la evidencia es que hoy las personas ahorran e invierten menos.

Curiosamente, este comportamiento genera unas improntas culturales que trascienden al arte o a la música. Si antes un concierto podía tardar años en componerse, ahora una canción se produce en pocas horas desde cero. Vivimos inmersos en una cultura fast-food que, estoy convencido, revertirá bitcoin.

F.F.S.: Hoy tenemos más capital disponible que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. ¿Cómo afectan a bitcoin estas crecientes disponibilidades financieras dentro de una curva de PIB con crecimiento exponencial?

S.A.: Si la disponibilidad de dinero es lo que crea el crecimiento económico, Zimbabwe o Venezuela serían los países más ricos del mundo..., pero no lo son. El país más rico del mundo es Suiza, siempre asentado sobre dinero difícil. Fue el último país en abandonar el patrón oro.

La idea de que se necesita mucho dinero para crear crecimiento económico es una ficción de la economía keynesiana; esencialmente, es una forma de propaganda gubernamental para justificar la impresión de dinero.

Para tener más riqueza, hay que producir más; y para producir más, necesitas más gente trabajando. Si se permite que las personas ganen dinero simplemente imprimiéndolo, sin tener que trabajar, serán muchos quienes no produzcan. Es el caso de muchas industrias que sobreviven solo gracias al apoyo de los gobiernos.

Estamos equivocados si pensamos que el avance económico de los últimos dos siglos ha sido gracias al sistema monetario; más bien ha sido al contrario. La mayoría de los avances actuales se derivan de tecnologías que se desarrollaron en el siglo XIX y fue bajo el estándar de oro que nacieron el automóvil, el avión, el saneamiento moderno, el agua caliente y fría, el metro..., y todas las tecnologías que hacen posible nuestro mundo hoy en día, tales como el plástico, los semiconductores, el telégrafo, el teléfono y la industria de las telecomunicaciones.

En el siglo XX las hemos mejorado, pero no hemos sido tan innovadores. De entre todas, las dos más importantes fueron el motor de vapor y el motor de combustión interna, que transformaron la economía mundial, y ambas se crearon también bajo el estándar de oro.

F.F.S.: El coste de la electricidad, gracias a la generación fotovoltaica, está en caída libre; lo mismo que la computación, la memoria, el transporte o los costes de la investigación. Estas enormes reducciones de precio tendrán un gran impacto en la productividad y, como consecuencia, una caída de la inflación. ¿No nos dará más independencia económica y financiera respecto de los gobiernos?

S.A.: El aumento de la oferta de dinero destruye la capacidad de una economía para coordinar su actividad económica. ¡Miremos a Venezuela, uno de los países más ricos en la década de 1950 y hoy básicamente reducido a una economía de trueque! No importa cuánto mejore la tecnología si vives en Venezuela, un país que al no tener mercado no puede aprovecharse de estas nuevas tecnologías.

F.F.S.: En cambio, en la UE hemos estado en deflación bajo la tutela del Sr. Draghi...

S.A.: Inflación y deflación son las dos caras de un mismo problema que tienen los gobiernos actuales en este sistema monetario. En el modelo económico socialista, había escasez y excedentes en la producción de un bien particular constantemente.

En un sistema monetario donde los suministros de dinero sean administrados por el gobierno, se producirán aumentos de precios que darán lugar a situaciones inflacionarias. Es el aumento de la oferta de dinero lo que crea las burbujas, y estas luego provocan las crisis financieras. En un sistema moderno basado en la deuda, cuando hay una crisis financiera, el resultado es un colapso de los balances bancarios y como consecuencia la deflación, lo que conduce a la caída de la oferta monetaria.

Lo que los gobiernos han hecho en los últimos 10 años es tratar de detener el colapso deflacionario de todo el dinero que habían creado antes; un ejemplo típico de las actividades contraproducentes de los gobiernos: cometen un error que genera consecuencias desastrosas y lo intentan corregir incurriendo en nuevos errores que conducen a nuevas consecuencias... Si tuviéramos un mercado libre, observaríamos fracasos puntuales, pero no se producirían grandes colapsos como los que se dan en las economías planificadas centralmente.

El impacto del bitcoin para solucionar estas situaciones puede ser determinante, porque representa el retorno a los principios del dinero sano. En los últimos 100 años, el mundo se ha visto sometido al control de unas personas que pensaban, y piensan, que el dinero se puede crear imprimiéndolo, lo que nos ha generado sufrimiento y destrucción. Por ello, bitcoin representa el regreso a una economía del siglo XXI compuesta por adultos responsables, que les quitarán los “juguetes” a los “niñatos” del siglo XX, restableciendo una economía basada en el dinero sano.

Nos estamos moviendo hacia un mundo donde, si quieres dinero, tendrás que trabajar, sin otra alternativa. Un mundo que favorecerá la meritocracia. El siglo XX distorsionó globalmente la economía, permitiendo que prosperase la idea de que si uno estaba conectado a las personas adecuadas y en los lugares correctos, podría ganar dinero.

F.F.S.: Si necesitamos trabajar para ganar dinero, pero cada vez hay menos empleos debido a la robotización y al impacto de las nuevas tecnologías, ¿qué va a pasar?

S.A.: No creo en la premisa que expone. Durante miles de años hemos escuchado que los avances tecnológicos destruirán los puestos de trabajo. Si España tiene un 50% de desempleo juvenil, o si es imposible encontrar trabajo con más de 55 años, es el resultado de los mercados laborales regulados, cuyas normativas tienen consecuencias nefastas. Son entornos donde las industrias principales, como las de los automóviles, la energía o los bancos, se convierten, de alguna forma, en monopolios sostenidos por los gobiernos o por las personas que los controlan, impidiendo el acceso libre al mercado.

Los salarios mínimos, aunque puedan parecer una buena idea, son muy contraproducentes. Todo lo que hacen es no permitir que las personas de productividad más baja puedan acceder al trabajo. Ya sea uno médico, ingeniero, abogado o camarero, no se gana dinero en el primer trabajo. Los médicos se gradúan después de muchos años de estudio, y cuando son médicos residentes tienen salarios incluso por debajo de lo que ganan los conserjes de esos mismos hospitales. ¿Por qué? Pues sencillamente porque lo que ganan es la necesaria experiencia. Lo mismo vale para cualquier otro tipo de trabajo. Tener un salario muy bajo en los niveles iniciales es perfectamente razonable, porque la recompensa es la experiencia obtenida. Solo gracias a ella se hacen más productivos, al tiempo que adquieren una ética de trabajo que los encamina hacia salarios más elevados.

Por eso, cuando se establecen los salarios mínimos, lo que realmente se hace es poner barreras a las personas más pobres y menos productivas. Un joven con la escuela secundaria recién terminada y sin título universitario tendrá probablemente una productividad por debajo del salario mínimo. ¿Quién va a estar interesado en contratarle perdiendo dinero? Si no le contratan, no adquiere experiencia para ser más productivo. Si se pierde los primeros años formativos sin desarrollar una ética de trabajo y sin obtener un empleo, terminará desempleado por mucho tiempo. Estamos ante un círculo vicioso generado por la intervención del gobierno en la economía. El impacto en una economía libre sería menor…; si no, infórmese de cuál era la tasa de desempleo con el estándar de oro. Podemos darle todas las vueltas que queramos, pero bitcoin va a ser un gran impulso para nuestra sociedad. 


Saifedean Ammous, profesor de Economía en la Escuela de Negocios Adnan Kassar en la Universidad Americana de Líbano. Experto en criptomonedas y autor de El patrón Bitcoin (Deusto).

Entrevista publicada en Executive Excellence nº152 oct.2018.


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