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Sobre sostenibilidad y propósito

19 de Enero de 2022//
(Tiempo estimado: 4 - 7 minutos)

El propósito es lo que da significado a lo que hacemos en nuestro día a día y es el detonante de nuestros comportamientos. Bajo esta premisa, todas las personas tenemos una serie de valores (V) y ante cualquier acontecimiento en nuestra vida le otorgamos un significado (S). Según sea este significado y su impacto en nuestro patrón de valores, las personas adoptamos un comportamiento (C) u otro; y según sea este –positivo o negativo– se produce un resultado (R) correlativo y alineado –o no– con los intereses de la empresa. Si ambos intereses coinciden, los designios y el futuro (F) de la empresa serán los deseados.

V + S + C + R = F

Tal es el proceso de generación de comportamientos, críticos para conseguir resultados positivos. El que los comportamientos apoyen, toleren o incluso vayan en contra de lo que la empresa quiera conseguir, depende fundamentalmente del compromiso de los trabajadores, que está muy influenciado por el propósito de la empresa. El nuevo desafío para las compañías no solo consiste en ser rentables o conseguir resultados económicos. Ahora se trata de pensar en cuál es su razón de ser, cuál es su compromiso con la sociedad y cómo generan valor para sus públicos de interés. Es decir, definir su propósito.


Para cualquier compañía que busque un propósito, el primer paso para incorporarlo a su gestión es alinear sus estrategias con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU


En 2020 la asociación Business Roundtable redefinió el concepto de propósito como la forma en que las empresas y organizaciones dirigen sus esfuerzos no solo a los accionistas, sino también a todos los grupos de interés o stakeholders; término muy próximo al concepto amplio de sostenibilidad. Asimismo, el año pasado, en el Foro Económico Mundial, el propósito y la ética empresarial fueron temas centrales.

El propósito empresarial se relaciona con el para qué existe la organización y el valor que esta genera para la sociedad, y debe estar muy integrado con la estrategia. Va más allá de que una empresa cuente con acciones de responsabilidad social y está muy entrelazado con la sostenibilidad. Por ello, si cualquier compañía busca tener un propósito, el primer paso para incorporarlo a su gestión es alinear sus estrategias con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Estos objetivos son un punto de partida ideal para que las empresas decidan cómo hacer explícito el propósito y concretar acciones para generar impacto; lo cual representa un cambio transcendental.

HACIA UNA ÉPOCA PARA LO HUMANO

Ahora es más cierto que nunca lo que ya nos advirtiera el famoso poeta francés Paul Valéry: “El problema de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”.

Existen seis fuerzas (demografía, sociedad, energía, globalización, tecnología y salud) en el actual cambio de época –que no época de cambios–, que están provocando que el futuro sea más líquido. Estas fuerzas, unidas a la anomia de la última crisis y a la pandemia –cuyos indicios de control y superación, a pesar de las vacunas, no parecen resueltos– han determinado el contexto turbulento en el que hoy operan las organizaciones. Se trata de un entorno VUCA (volatility, uncertainty, complexity and ambiguity), presidido por una volatilidad sin precedentes y cargada de riesgos, una incertidumbre irreducible, una complejidad sin posibilidad de simplificación y una ambigüedad sin ápice de seguridad. 

En esta situación, la tendencia es clara: nos dirigimos a hacer inversiones sostenibles y responsables (ISR), que son aquellas que incorporan criterios ESG en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión. La evolución de la ISR ha evidenciado la necesidad de generar un marco en el que se definan y concreten los conceptos, actores y responsabilidades a la hora de gestionar los criterios ESG en el sector financiero. Por ello, en 2018 la Comisión Europea diseñó y puso en marcha un “Plan de Acción en Finanzas Sostenibles”. En diciembre de 2019, dio a conocer el “Pacto Verde Europeo”, la hoja de ruta para dotar a la UE de una economía sostenible y neutra en emisiones de gases de efecto invernadero en 2050. Para hacer posible esta transformación se crea el “Plan de Inversiones para una Europa Sostenible”. Con la irrupción del COVID-19, estas acciones toman especial relevancia en la reconstrucción económica bajo el programa “Next Generation EU”.

Como se observa en la Figura 1 (arriba y descargable aquí), transitamos hacia una “época para lo humano”, en la que el propósito de las empresas es colaborar con todos sus stakeholders (agentes socio-relacionales de la organización) en la creación de un valor compartido y sostenido. Al crearlo, no cumplen únicamente con sus accionistas, sino con todos sus grupos de interés, a los que otorgan un sentido de propósito. El mejor camino hacia la comprensión y la armonización de los intereses divergentes de los stakeholders es la adquisición de un compromiso común con respecto a las políticas y las decisiones que refuercen la prosperidad a largo plazo de las compañías.


El mejor camino hacia la comprensión y armonización de los intereses divergentes de los stakeholders es adquirir un compromiso común sobre las políticas y decisiones que refuercen la prosperidad a largo plazo


Es por esto que corporaciones de toda índole deben situar en el frontispicio de su estrategia la gestión de la sostenibilidad, en sus tres dimensiones: medioambiental, social y económica. Para ello, y considerando el propósito empresarial, deberían elaborar un cuadro de mando que permita su medición, atendiendo a dichas dimensiones, las cuales hay que convertir en indicadores (una imagen cifrada) con sus correspondientes objetivos. 

LA BÚSQUEDA DE UN PROPÓSITO VITAL 

Durante el transcurso de la pandemia, las empresas se han adaptado en gran medida, y a menudo con éxito, a nuevas formas de trabajar. Esta situación ha revelado y acelerado una serie de tendencias que jugarán un papel decisivo en la conformación de la futura economía mundial, sobresaliendo entre ellas las estrategias de sostenibilidad, el cultivo del talento y operar con propósito. 

Ante la escasez de talento, las organizaciones entienden que el ser humano ya no solo busca un buen empleo y una buena compensación, sino un propósito en la vida que además sea congruente con todas sus esferas, tanto personales como laborales. Por ello, las corporaciones se esmeran en tener un propósito que, en su sentido más amplio, es la razón permanente de su existir y tiene que ver con el porqué se hacen las cosas. Y es precisamente ese propósito el que diferencia la toma de decisiones de corto plazo, de las de largo plazo.


El propósito tiene que ser sistémico y racional, pero también emocional; debe ser sentido por los miembros de la organización y ser algo en lo que inspirarse para su toma de decisiones


Muchas empresas piensan que es importante asegurarse de que el propósito esté integrado en todo lo que hace. Debe ser sistémico y racional, pero también emocional; debe ser sentido por los miembros de la organización y ser algo en lo que inspirarse para su toma de decisiones. 

Además, estamos en el denominado paradigma de Human Experience, fruto de la evolución de un enfoque top down, liderado por la organización con épocas de Work/life Balance y Employee Engagement, a otro enfoque bottom up, liderado por el individuo que pasa de una Employee Experience a una Human Experience. Esta última extiende el significado de la experiencia del empleado hacia el verdadero sentido del trabajo para cada uno de los trabajadores, considerando todas sus necesidades de forma personalizada y en todas sus facetas: económica, social, e incluso espiritual.

Asistimos también a una transformación socio-demográfica con nuevas generaciones más exigentes y críticas, que otorgan mayor importancia al propósito, a la necesidad de aprendizaje, al reto continuo, a la transparencia, a la reputación, a la sostenibilidad y al equilibrio personal y profesional. Todo ello en un contexto de envejecimiento poblacional caracterizado por una baja tasa de fertilidad y natalidad y una elevada longevidad, que limita la disponibilidad de talento. Además, los consumidores son más conscientes, empoderados y exigentes y desean organizaciones sostenibles que, además del dinero, busquen hacer realidad su propósito.


José Manuel Casado González, socio de 2.C Consulting.

Artículo publicado en Executive Excellence n178, enero 2022.


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