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Buen trabajo en tiempos de crisis

(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)

Cuando yo era estudiante de último curso de carrera, como lo son ahora mis alumnos, los sentimientos que nos recorrían ante el inminente fin de nuestros estudios iban de la euforia porque llegaba el momento de pasar el último examen de nuestras vidas –qué ilusos, a la angustia vital ante lo que percibíamos como la finalización de todo un ciclo vital y el inicio de la vida de adultos.

Pero, en cualquier caso, para todos nosotros el fin de los estudios no representaba más vértigo que el de cerrar un ciclo, abrir otro y ser capaces de responder a la cuestión “y ahora, ¿qué?"

No sucede lo mismo en los tiempos que corren. A las preocupaciones propias de quien debe decir adiós a casi dos décadas de libros, exámenes, vacaciones escolares y compañeros de fatigas académicas, se añade un clima asfixiante de pesimismo sobre las oportunidades laborales que esperan a nuestros estudiantes ahí fuera, una vez salgan de la universidad con el título en la mano. Es como si la estadística del paro, además de dolorosa realidad, se hubiera convertido también en profecía que los jóvenes profesionales salidos de nuestras aulas perciben como de inevitable autocumplimiento en el caso de cada uno de ellos. Creo sinceramente que una de nuestras tareas como docentes es luchar contra este desánimo y dar a los jóvenes egresados herramientas personales suficientes para combatir el pesimismo e iniciar esta nueva etapa de su vida sobre bases de confianza en sí mismos y en sus capacidades.

Una de estas herramientas es, en mi opinión, conseguir que tengan una idea clara de qué significa ser un buen profesional, algo que tiene que ver con la realización personal. Porque llegar a ser un buen profesional es mucho más que aspirar a un puesto de trabajo o mantenerse en él. Buen profesional es quien realiza un buen trabajo. Y no podemos considerar que un trabajo sea bueno atendiendo únicamente a los aspectos técnicos del mismo, a las competencias y destrezas necesarias para llevarlo a cabo. La pericia, los conocimientos técnicos, las competencias y habilidades especializadas, son condición necesaria para que un profesional pueda ser considerado como un buen profesional. Pero no son suficientes. Del profesional se espera no sólo competencia, sino también que emplee esa competencia con responsabilidad, con ética.

Howard Gardner, Mihaly Csikszentmihalyi y William Dammon expresan esta relación entre el ámbito de las competencias y el de los valores señalando que para que podamos hablar de buen trabajo es preciso que las competencias técnicas vayan unidas a un sentido de responsabilidad personal sobre el trabajo hecho. Un buen trabajo es el resultado de la confluencia de ética y excelencia (Good Work. When Excellence and Ethics Meets, 2001). Realizar un buen trabajo entendido en términos de excelencia y ética es, por otra parte, fuente de satisfacción personal. De hecho, hacer bien el trabajo que uno ha elegido y para el que se siente más capacitado tiene mucho que ver con la felicidad personal. El trabajo en estas condiciones se convierte en expresión de lo mejor de nosotros mismos. Nos sentimos plenamente realizados cuando sentimos que nuestras capacidades son adecuadas para la tarea que realizamos y afrontamos retos que nos permiten manifestar y desarrollar nuestro potencial. Experimentamos lo que Mihaly Csikszentmihalyi llama “experiencias de flujo”.

Hablar de ética profesional en tiempos de crisis viene a ser para muchos como exigirle al hambriento que no tiene más que un mendrugo de pan para comer, que utilice cubiertos y servilleta. En el clima de pesimismo sobre el mercado laboral que está consiguiendo asentarse entre los jóvenes se cuela de rondón la tesis de que la ética sólo es válida y posible en tiempos de bonanza, como si fuera un añadido que se pone a la competencia y destreza profesional y no el corazón, la raíz, la esencia misma de cada profesión.

H.Gardner, M.Csikszentmihalyi y W.Dammon analizan en su obra el concepto de “buen trabajo” en profesiones sometidas a transformaciones tecnológicas y laborales tan profundas –por ejemplo, la de periodista—que, además de generar enorme incertidumbre sobre el futuro laboral, obligan a reconsiderar los propios fundamentos de dichas profesiones. ¿Cuál es el consejo de estos autores para los afectados por estas transformaciones revolucionarias de la actividad profesional? ¿Qué recursos permitirán a estos profesionales sobrevivir a las etapas de cambio y afrontar con éxito un futuro todavía incierto? Desde luego, los consejos de los autores citados están en el extremo opuesto del derrotismo ético y reclaman, por el contrario, la construcción del futuro profesional a partir de todo aquello que constituye la esencia de una profesión: su misión, los estándares éticos de la misma –aquello que los clásicos denominaban virtudes y que en sentido generoso podemos entender como buenas prácticas—y la identidad del propio individuo, su sistema de valores y creencias. Dicho de otra manera: si sabemos quiénes somos y en qué creemos; si tenemos clara la misión y el sentido de servicio de nuestra profesión, y si somos capaces de reconocer como buenas determinadas maneras de proceder profesionalmente, en consonancia con generaciones de profesionales virtuosos precedentes, tendremos muchas más posibilidades, nos dicen estos autores, de liderar las transformaciones a las que estamos abocados, en lugar de dejarnos engullir por ellas.

Siempre he creído en el poder transformador de la voluntad humana y en una idea clásica de empresa vinculada a una misión perseguida por hombres esforzados. Por eso, también creo que si un estudiante salta al terreno profesional pertrechado no sólo de conocimientos y competencias, sino también revestido de valores y virtudes profesionales y voluntad de ejercitar estas últimas al máximo, no sólo se abrirá camino, sino que también se lo abrirá a otros. Y si esto es cierto para los jóvenes, debería serlo mucho más para quienes llevamos más tiempo librando batallas profesionales y laborales.


 

Carmen Fuente Cobo, periodista, profesora universitaria y ejecutiva en empresas de comunicación.


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