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Integridad del directivo

23 de Noviembre de 2011//
(Tiempo estimado: 4 - 8 minutos)

HABILIDADES DIRECTIVAS / SOSTENIBILIDAD

Asistimos a la presentación del Cuaderno “Integridad del directivo” de la Fundación CEDE, editado gracias al patrocinio de Siemens y la colaboración del Instituto de Empresa. Tal y como manifestó su director general, José María Jordá, el fin de la Fundación es ayudar a “la excelencia en el desarrollo de la función directiva.

Bajo este propósito, pretende contribuir a la formación del directivo y también de las instituciones y organizaciones, tanto públicas como privadas, en el marco de la actual economía globalizada, que exige el compromiso de todos”. 

La publicación del Cuaderno responde a ese propósito y supone una herramienta más para los directivos españoles. Según Jordá, fue Francisco Belil, CEO de Siemens Suroeste de Europa y vicepresidente de la Fundación CEDE, quien propuso al Patronato la realización de un trabajo sobre la integridad del directivo, pues esta, junto con “la coherencia entre las acciones y los principios éticos, es indispensable para la sostenibilidad a largo plazo de cualquier sociedad. No es que moralmente sea buena, sino que además es absolutamente rentable”. Algo que destacó Rafael Benjumea, presidente del Consejo Asesor de  IE University, para quien “este documento que hoy se presenta debe servir de reflexión sobre un tema que no solamente es empresarial, sino que afecta a la vida en general”.

En palabras de Belil, “actuar de forma íntegra produce satisfacción personal, pero también un reconocimiento, una credibilidad que se va acrecentando, y que produce confianza y una clara ventaja competitiva (…). Desde mi experiencia profesional, os aseguro que adoptar programas específicos de integridad y transparencia en las organizaciones en las que trabajamos es rentable, es algo que se puede trasladar a la cuenta de resultados, mejora la eficiencia y beneficia a todas las partes involucradas, incluyendo nuestros proveedores y clientes”.

Joaquín Garralda, profesor de IE Business School y director del proyecto editorial, llamó la atención sobre una realidad: “Si uno mira los valores de una empresa, se da cuenta de que, independientemente del sector y del número de años que lleve existiendo, algunos se repiten: uno de ellos, la integridad. Por eso, cuando por parte de la Fundación CEDE me propusieron escribir sobre integridad, acepté, aun sabiendo que es un riesgo hacer algo tan complejo y sobre lo que muchas veces pueden cuestionarte si tú lo cumples”. 

A partir de ahí, se organizó un consejo editorial (integrado por Belil, Jordá y Elena del Tiempo, con Garralda a la cabeza) que concibió que el Cuaderno “Integridad del directivo. Argumentos, reflexiones y dilema” fuese un documento pequeño, manejable y especialmente útil, tanto como para que el directivo se lo llevase consigo al cambiar de empresa.

“Con esos objetivos nos fuimos reuniendo, y para que no fuese algo demasiado académico, decidimos incluir casos de empresas, tanto grandes como pequeñas -para que todo el mundo se viese identificado-“, explicó Garralda. El Cuaderno presenta una primera parte de definiciones lógicas y separación entre conceptos muy parecidos (integridad, honestidad, ética y moral, y legalidad), después hay una argumentación de ventajas e inconvenientes de ser íntegro, y luego un esquema de la integridad que, dependiendo de los entornos, puede ser distinta. Cada capítulo se inicia con un testimonio que hace referencia al tema tratado, seguido de unas aportaciones académicas y unos elementos orientados al análisis y autoevaluación. Tal y como explica el profesor de IE Business School en la introducción del documento, la última parte de cada capítulo sigue la misma estructura: un business case relacionado, ampliado con información de interés; unas preguntas referentes al caso que facilitan la reflexión, y un dilema, que se describe en un contexto más cercano a cualquier ejecutivo. 

Tal y como matizó Garralda: “El objetivo era conseguir un documento útil para un directivo que tiene prisa, que está más pegado a la acción y no tanto a la reflexión”. 

El acto estuvo presidido por el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, quien inició su intervención aportando algunos datos de una encuesta de 2010 del Centro de Investigaciones Sociológicas, que reflejan la desconfianza hacia la ciudadanía de su sistema financiero y sus empresas (“un 52% de los ciudadanos declara tener poca o ninguna confianza en la empresa privada, menos aún en los bancos, hasta el punto de que el 77% de ellos manifiesta tener poca o ninguna confianza en las entidades financieras”). 

Por esto, a pesar de reivindicar la función directiva y los logros conseguidos por España y por su clase empresarial durante los últimos 25 años, y “dado que la desconfianza se ha instalado en la ciudadanía”, reflexionó “sobre algunos elementos del futuro, o del presente, que he diseccionado en cuatro, y que me parece que tienen que ver con ese diagnóstico crítico que la sociedad nos expresa”.

Cuatro elementos para la revisión

1. No se han producido actuaciones suficientemente ejemplarizantes sobre los ilícitos en la gestión empresarial. El Ministro hizo referencia a otros países, especialmente Norteamérica, que sí han expresado la rendición de cuentas de algunos directivos que han delinquido, cometido fraude y producido perjuicios brutales a millones de personas (“yo les he visto compareciendo en el Congreso o en la cárcel”).

2. La revisión de actuaciones legales socialmente inasumibles. Jáuregui recordó al ya fallecido historiador británico, Tony Judt, quien decía en su libro Algo va mal que, “todavía en los años 70, la idea de que el sentido de la vida era enriquecerse y que los gobiernos existían para facilitarlo hubiera sido ridiculizado no solo por los críticos tradicionales del capitalismo, sino también por muchos de sus defensores más firmes”. Según el Ministro, hemos de ser conscientes de que, en los últimos años, “se ha instalado lo que el gran economista del siglo pasado, Galbraith, denominaba ‘la cultura de la insatisfacción’, en la que parecía que no hubiera más horizonte personal que el enriquecimiento”. En su opinión, “esa cultura de valores de la que estamos siendo deudores en este momento, ese sustrato intelectual de falta de integridad, ha impregnado el que, en algunos Consejos de Administración, se auto-concedieran sueldos escandalosos de millones euros anuales, contratos blindados o jubilaciones millonarias, que podrán ser legales, pero también son un escándalo mayúsculo. 

Tenemos que impedir, con los instrumentos al alcance del Estado de Derecho, conductas que suponen un fraude de ley, sin ser ilícitas formalmente, por ejemplo, las indemnizaciones millonarias en el marco de un expediente de regulación de empleo”.

3. La estructura de los incentivos de los directivos, en particular, la remuneración de los directivos en función de una cotización bursátil a corto plazo. “A veces, la presencia de hedge funds en nuestra economía real ha sido necesaria, porque ha alimentado lo que llamaríamos el dinamismo económico de muchas compañías, pero otras veces ha sido fatal, porque eran presencias financieras con exigencias de rentabilidad a cortísimo plazo, que forzaron a los directivos a actuaciones absolutamente contrarias a una organización o administración razonable de medio y largo plazo, vendiendo activos –por ejemplo– de manera absolutamente alocada. 

Creo que es obligada una reflexión seria sobre la ecuación del resultado del beneficio de la acción a corto y la remuneración de los directivos. Igualmente, considero que se ha puesto en evidencia que muchas remuneraciones, a través de pluses, generaron prácticas indebidas que han aumentado enormemente los riesgos de las compañías”. 

En este sentido, Jáuregui apuntó como alternativa la posibilidad de replantear el reparto de beneficios, más aún en la actual economía del conocimiento, teniendo en cuenta a todos los grupos de interés de la empresa: “Creo que hay que revisar la ecuación de los beneficios con algo que puede provocar un cierto escándalo, pero esta cultura de la empresa –en la que la economía del conocimiento implica que todas las personas que trabajan en ella tengan una participación activa–, supone que el reparto de beneficios no puede estar solamente determinado para una pequeña cúpula de la organización. La participación en beneficios en la economía del conocimiento tiene que irse extendiendo”. 

A pesar de que reconoció la dificultad que esto entraña, pues no cree que “una ley pueda acabar imponiendo que las compañías que reparten bonos a sus directivos, en función de los beneficios, tengan que hacerlo al conjunto de la plantilla”, sí apuesta porque acabará imponiéndose como una manera más de atraer a los mejores en la economía del conocimiento.

4. La gestión del directivo en relación con el Consejo de Administración. Si, al igual que el ministro de Presidencia, somos conscientes de que estamos en un tiempo nuevo donde “la empresa –salvando la familiar– es cada vez más participada por la ciudadanía (incluso hablamos de ciudadanía corporativa) y existe una necesidad de abordar qué se reclama al directivo, más allá de la Asamblea General, es decir: transparencia, información, lealtad con los accionistas…, vemos que es necesario un reforzamiento de la estructura de los consejeros independientes en el seno del Consejo, porque la responsabilidad y la integridad son parte del futuro de todos nosotros”. 

Por eso, como explicó Francisco Belil, el Cuaderno “Integridad del directivo” se presenta como una herramienta necesaria: “Cuando en la Fundación CEDE nos planteamos preparar diversos cuadernos prácticos y útiles sobre temas relevantes para directivos y ejecutivos, coincidimos todos muy pronto en que la integridad es un tema fundamental, a la vez que muy actual, ya que es una de las causas de la presente crisis”. 


Publicado en Executive Excellence nº86 nov11

 


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